martes, 27 de octubre de 2015

Mi hija mayor y yo

Siempre he tenido amigos con los que podías estar cómoda estando en silencio. No soy una persona especialmente habladora y lo que desde luego que no soy es de hablar por hablar.

Tampoco es que sea tímida, simplemente no tengo necesidad de rellenar espacios de silencio hablando de cualquier cosa. Puedo estar en el ascensor, en el portal, en una sala de espera o en un taxi, sin decir palabra y sin sentirme incómoda. Hay muchas personas que necesitan rellenar esos silencios con peroratas sobre el tiempo o cualquier asunto, sin ir más lejos el máster-class en eso es mi marido. No es mi caso.

Por eso me encanta que con mi hija mayor pueda estar riendo, hablando, comentando y cuando ya no hay nada más que decir, nos quedemos cómodamente en silencio.
 Soy afortunada, porque hay un montón de cosas que me unen a mi hija mayor y esa es una de ellas. A sus doce años descubro que cada vez tenemos más cosas en común. Nos gusta la ciencia ficción juvenil, este verano hemos leído y comentado sagas de este género, ella lleva meses muy enganchada con Laura Gallego. En ese terreno ella se va haciendo mayor y yo mantengo parte de mi personalidad juvenil intacta a pesar de estar ya talludita. Nos encanta ir juntas al cine, este fin de semana hemos ido solas a ver Marte, que por cierto, nos ha gustado mucho. También nos gusta salir a dar un paseo por el barrio las dos solas. Vamos charlando a ratos y en silencio cuando nos cansamos de hablar. A veces caminamos un pelín separadas, a veces vamos agarradas del brazo. Hasta hace un par de años íbamos de la mano pero últimamente ella siempre se suelta y me dice: “mamá quita, que vamos ridículas”. En fin.
Ella es muy cariñosa de fondo, pero las formas las tiene un pelín ariscas. No bordes, cuidao. Pero casi. El otro día estaba hablando con el Niño y le pregunté si ve a L. en el cole ahora que está uno en primaria y otro en secundaria. Y me dice, “sí la veo pero poco, también ten en cuenta que yo cuando la veo la pregunto ‘qué tal Luchi’, y ella me dice, ‘bien, pírate’, tampoco da para mucho más”. Me hizo reír porque ella es así. Sin acritud pero que te pires.
Si ve que su hermano tiene algún problema se va a desvivir por ayudarle, pero ya pasan bastante tiempo juntos como para que hasta en el patio él se una a su pandilla. El Niño por su parte habría estado encantado de ir a la sombra de la hermana cómodamente, con uno o dos amigos que mantiene desde infantil y punto. Ella no. Ella quiere tener su espacio, sus amigos, al margen de lo que ya tiene en casa. En realidad la entiendo perfectamente.
Es muy estudiosa y responsable, exactamente como he sido yo como estudiante. Se exige mucho, es competitiva con ella misma, intenta batirse a sí misma.
También hay muchas cosas en las que somos muy diferentes. Ella cose, teje, es buena con las manualidades y pinta muy bien. Yo soy nula en todas esas capacidades. Pero aparte de esos detalles, hay muchas más cosas en las que somos muy afines y nos entendemos muy bien, que en las que no tenemos nada que ver.
Y eso me encanta.

jueves, 15 de octubre de 2015

Sobre mis hijos: la pequeña viene pisando fuerte

Menuda tarde me está dando la pequeña. La acabo de meter en la cuna de viaje que tengo en la mitad del salón, dando a la estancia el toque fashion y minimalista que a mi me gusta..., y me he puesto a escribir.
La tía me mira y me hace pucheros, concretamente un puchero que ha aprendido a hacer a base de perfeccionar su técnica que consiste en poner morritos y sacar y meter el labio de abajo dando mucha pena al que la mira.

A parte de por mi comodidad, la he metido ahí porque peligra su integridad física.

No exagero. En la última hora ha estado en bucle haciendo todo lo más peligroso que está a su alcance. Véase: abrir y cerrar la puerta baja del mueble del salón hasta que se ha pillado un dedo. Retrepar a un sofá hasta llegar a una luz regulable, encender, tocar la bombilla y llorar porque estaba caliente. Repetir esta misma operación en intervalos de dos minutos. Tumbarse y meter los brazos debajo del sofá buscando pelusas que comerse. Gatear por el pasillo a una velocidad que me obliga a trotar para seguirla. Abrir la puerta corredera de la cocina, acercarse a la nevera, ponerse de pie y tirar todos los imanes a los que alcanza. Volver al mueble del salón, ver el acceso a la puertecita bajera bloqueado y tirar todos los dvds que estaban sin hacer mal a nadie.
Yo como si fuera parva, además de quitarla de lo peligroso, la razono por qué no puede hacerlo. Y ella me mira con una sonrisa de oreja a oreja, babas colgando por la barbilla y da palmitas. Mi hija mayor al ver la escena ha dicho: "Pobrecilla, a veces me da pena que sea tan tontita y no se entere de nada". Tal cual. A ver, que para diez meses que tiene la nena anda más que sobrada de coco, pero si entramos a comparar en valor absoluto de inteligencia, ahí es donde pincha de pleno.

Qué cosa más torpeda de criatura. Interés loco por todo y ningún conocimiento de la existencia de peligros. Se cree inmortal y como tal se comparta y vive.

Acaba de aparecer el Niño que ya ha terminado los deberes. Hago un inciso para poneros al corriente de su vida académica, de la que en los malos tiempos llegué a abrir hasta una etiqueta. El chaval sigue contentísimo con su nueva profesora, muy motivado, ni un día pregunta dudas, hace los deberes solo y por ahora solo ha traído dos notas pero eran notazas.
A lo que iba, el Niño ha sacado a la loquilla de la cuna, para regocijo de ésta. Es increíble como es capaz de ponerse a su nivel con diez añazos que les separan. Juegan como dos cachorrillos, revolcándose por el suelo, lanzándose contra peluches grandes... Es curioso. No pensé que el Niño fuera a poder "jugar" tan pronto con la hermana, pero sí, esto que hacen ahora mismo, puede llamarse jugar.

En fin, os dejo, que voy a vigilarla no se vaya a despistar el cachorro mayor.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Mi opinión sobre las actividades extraescolares


Estoy teniendo un día un tanto extraño ya que por motivos varios, me he tenido que coger el día libre y una vez terminada la obligación, resulta que la nena está durmiendo muchísimo.

He pasado a leer mis blogs favoritos y esta entrada de Ro sobre las extraescolares me da pie a escribiros cómo llevamos este tema en casa.

En principio soy partidaria de elegir las extraescolares que le interesen al niño, que no las elijan los padres, y que sean compatibles con tener tiempo libre. Esa es la teoría, pero luego la realidad se impone y resulta que tienes una hija que quiere hacer muchísimas y un hijo que no querría hacer casi ninguna. Así que a la Niña mayor la tengo que dejar sin hacer cosas que querría y al Niño le obligo a hacer alguna para que no se amodorre.

A las circunstancias de los chiquillos en cuestión, se unen las circunstancias de horarios escolares  y laborales. Por nuestros horarios de trabajo, mis hijos siempre se han quedado a comedor y su horario de clases es de 9 a 12:30, y de 15 a 17 horas. Como veis tienen un desierto en el bloque central del día, que miles de academias y escuelas han sabido aprovechar en nuestro cole. La oferta de extraescolares es de asustar. Pueden hacer de todo en ese rato enorme que les sobra al mediodía después de comer. Desde esgrima, chino, ajedrez pasando por el violín.

El Niño hace judo, le gusta pero realmente fue medio dirigido. Le dijimos que tenía que hacer algo del deporte que ofrecen en el colegio al mediodía y él eligió judo. También es del coro del colegio, esa es su actividad favorita, le encanta la música y cantar. De esta manera tiene cuatro mediodías ocupado, el viernes libre. Además el sábado por la mañana va a clase de tenis. Es mi actividad favorita a la que llevan yendo desde los cinco años. Nos obliga a estar la mañana del sábado al aire libre haciendo una actividad que les encanta. Marido, ahora la enana, y yo, paseamos por el club, y ellos juegan.

La Niña mayor querría hacer de todo, el día que reparten las hojas de extraescolares para ella es un día de máxima emoción y estrés. Después de mucho negociar y recortar sus expectativas, finalmente hace gimnasia rítmica, piano y entrena en el equipo de baloncesto del colegio. Además de ir a clases de tenis los sábados por la mañana. Hasta el año pasado también hacía judo, pero este año la dimos a elegir solo tres actividades en el cole y éstas fueron sus finalistas.

En el tema de extraescolares creo que es difícil hablar en general – como en casi todo en la vida -. Depende de los niños, de los padres y de las circunstancias de ambos.

En mi opinión hay que intentar que sean actividades que les gusten, que mantengan en el tiempo (mis hijos llevan haciendo prácticamente lo mismo, con pequeños cambios, desde hace años) y que se ajusten a horarios familiares y escolares. Importante que no les quite tiempo de hacer deberes y de tener tiempo libre.

Al Niño le encantaría seguir yendo al equipo de natación pero tuvimos que quitarle porque era por las tardes, y cuando sale del colegio, ya solo tiene tiempo de merendar, hacer deberes y poco más. En nuestra casa se cena a las ocho y se acuestan a las nueve, así que da para poco la tarde. Pero aprovechamos todo ese tiempo que tienen medio perdido al mediodía en el colegio.

Lo que no me gusta es el enfoque de actividades aparca niños e impuestas por los padres en base a frustraciones de su propia vida. En plan, me chiflaría tocar el violín, como yo no tuve oportunidad voy a apuntar a mis retoños así los niños me supliquen que no quieren ir.

Quitando esos casos puntuales, creo que la mala prensa que tiene en muchos casos el que los niños hagan actividades no está justificada.

Y hablo del tema en primera persona y con conocimiento de causa, porque yo fui una niña que hice muchas actividades, lo cual cuando yo era pequeña no era tan habitual hoy en día, y muchas veces me decían lo de “pero bonitaaaa, dile a tu mamá que no vas a tener tiempo de jugaaarrrr”. Léase con tonito pedagógico molestón.

En mi caso, tenía pocos deberes para hacer en casa, casi siempre los traía hechos del colegio, y para mí era mucho más divertido pasar las tardes en mis clases. Desde los ocho años hasta los diecisiete – dejé estas extraescolares cuando me fui de casa para estudiar COU – estuve haciendo solfeo, piano, inglés y karate. Terminé solfeo y coral en el conservatorio y llegué hasta cuarto de piano. En inglés me examinaba por libre en la Escuela Oficial de Idiomas y en karate llegué a cinturón marrón. Con esto quiero decir que eran unas clases que me tomaba relativamente en serio, y aun así, eran diversión. Era aprender, pero también era estar con amigos, conocer gente nueva, nuevos profesores, ir y venir andando a casa, acompañar a una amiga a la suya para que al llegar ella me acompañase a mí… En fin, que mis tardes eran más divertidas y enriquecedoras que si me hubiera quedado en casa haciendo deberes, jugando y viendo la tele.

Además siempre tuve tiempo de jugar y de leer. El tiempo de un niño se puede estirar muchísimo.

El problema hoy en día es la cantidad de deberes que les mandan y los horarios del infierno de los padres. Eso condiciona que no puedan hacer cosas que querrían por estar en casa repitiendo una y otra vez lo que deberían traer hecho del colegio. Y en muchos casos por culpa de horarios extensos de los padres, tienen que hacer actividades que a los niños no les interesa en absoluto.
Esa es mi opinión y vivencia personal. ¿Cómo lo veis vosotros?.

domingo, 11 de octubre de 2015

Trilogía animal de Katherine Pancol


Hace mucho que no escribo sobre mis lecturas, no porque no esté leyendo mucho, sino porque me encanta ser así de anárquica con el blog. Mi objetivo aquí es escribir solo de lo que me apetece y no sabéis el gusto que da, especialmente porque en el resto de parcelas de mi vida soy repipimente organizada. El blog quedaría más bonito si tuviera parcelas temáticas fijas, pero me vais a permitir que pase palabra.
El caso, vengo a hablaros hoy de la trilogía de Katherine Pancol : "Los ojos amarillos de los cocodrilos",  "El vals lento de las tortugas" y "Las ardillas de Central Park están tristes los lunes".

Son unos libros un tanto desconcertantes para mí. Combinan partes, casi diría que costumbristas, con detalladas descripciones de los personajes, de lo que cocinan, de lo que sienten y lo que hacen; con otras partes totalmente surrealistas que recuerdan al realismo mágico. Ocurren cosas tan normales y aburridas como la vida misma, junto con sucesos increíbles que te hacen dudar de si has cambiado de libro (spoiler: uno de los personajes es un bebé superdotado que es la reencarnación de Einstein. Con un par. Fin del spoiler). Por momentos parece que estás leyendo un cuento clásico pero ambientado en el momento actual: tenemos a la madre mala como una bruja y a la hija buena y cándida, por ejemplo.

Con el primer libro me costó un poco engancharme con la historia, seguramente por estos giros de género que da el libro. Pero al final sí podría decir que me enganchó y me gustó.
El segundo libro es de los tres el que con más gusto he leído. También es cierto que lo leí en la playa, de vacaciones, donde todo lo que hagas es más placentero.

El tercer libro me ha cansado más que gustado. A pesar de que me parece que la escritora es buena, que tiene partes tanto en forma como en contenido que son geniales, pero al final estaba bastante aburrida de los personajes y de la trama.  

He leído y oído críticas de lo más dispares. Por una parte se trata de un best seller, así que está claro que mayoritariamente gusta al público. Por otra parte, se leen reseñas espeluznantes sobre lo aburrido y petardo del libro. Claro, que en cada una de estas reseñas abundan comentaristas alabando las bondades de sus libros. Vuelvo al inicio: para mi es desconcertante. No soy capaz de resumir en una sola palabra si me ha gustado o no, ya que a ratos sí a ratos no.

Lo mejor de los tres libros es lo trabajados que están los personajes, están descritos con tanto detalle que se te hacen creíbles a pesar de las locuras y tonterías que puedan ocurrir. Siempre me gusta googlear al autor del libro que esté leyendo. Leí una entrevista a Pancol y en esta pregunta queda aclarado el tema de los personajes:

- ¿Cuál es su método de trabajo, cómo escribe?
- Escribo en pequeños cuadernos, donde voy tomando notas que pego en la pared y voy uniendo unos con otros hasta conformar los personajes. Cuando me pongo a escribir, no tengo una idea preconcebida, la historia va surgiendo sola. Antes paso mucho tiempo con los personajes, les conozco muy bien y les creo a partir de puzles de muchas personas. Con trocitos muy pequeños que vienen de diversos sitios, de pronto te aparece un personaje fantástico. Con un personaje real, estaría limitada, aunque tengo espías en todos lados, desde Miami a Cuba. Necesito la realidad, la uso como clavos con los que voy enrollando la tela.”


Por lo que cuenta, los personajes son el origen de la historia y los que van dirigiendo la trama, y eso se nota cuando lees sus libros. Se nota para bien y para mal.

En fin, que no se si recomendaros sus libros, tomad vosotros la decisión, porque me temo que hay las mismas probabilidades de que os gusten, que de que os parezcan un peñazo épico.

miércoles, 7 de octubre de 2015

He vuelto a trabajar

Dentro de que no creo en la conciliación perfecta ni creeré hasta que no exista la clonación como opción vital, parece que la cosa va funcionando razonablemente bien. Yo vivo mucho peor, eso también. Cuando estoy en la oficina no me encargo de mi familia y cuando estoy con mi familia no me encargo de mi trabajo. Lo normal. Lo que viene siendo la conciliación realista, porque cuando estás en un sitio no puedes estar en otro a la vez.

Dicho esto, algunas cosillas sobre mi vuelta...
... Me levanto entre treinta minutos y una hora antes de lo habitual en los últimos meses, pero pesa como si lo hiciera tres horas antes.
Salgo de casa corriendo sin haber visto a mis hijos a los que dejo durmiendo. Bueno, en realidad el primer día se despertó el Niño que salió a despedirme con los ojos pegados para decirme:
- Mamá, no llores, ¿eh?
- ¡Por quién me tomas hijo!, por supuesto que no voy a llorar - contesté muy seria mientras por dentro hacía buaaaaaaaa -.

El primer día de oficina me esperaban en rojo dos mil novecientos siete emails sin leer. Se dice pronto. Mira que activé el ausente de oficina y todo el que tenía relación laboral conmigo sabía que estaba de baja maternal y excedencia. Aún así, dos mil novecientos siete emails recibidos durante mi ausencia.

También ese primer día de vuelta al curro me esperaban muchas frases hechas y comentarios absurdos sobre la bondad de volver a trabajar. Sobre si es bueno para la madre no entro porque es cuestión de gustos. Y ya se sabe que para gustos los colores. Para mi no es bueno, pero para muchas mujeres sí lo será. Varias compañeras me contaban que ellas estaban deseando volver para tener una obligación diaria, arreglarse, tratar con adultos, etc. Yo no necesito una obligación laboral para salir y relacionarme, pero entiendo que haya otras personas que sí lo necesiten. Lo que ni entiendo ni comparto, es un comentario de una jefa de la empresa (aclaro que no es mi jefa), que atentos a la vuelta de tuerca que plantea:
- blablablabla... y también es bueno para la bebé que vuelvas a trabajar
- ¿para la bebé? ¿en qué es bueno para ella que yo no me ocupe de ella cuando lo hago con gusto? - entendería que no sería bueno para ella si yo lo hiciera amargada -
- pues porque así la bebé ya percibe que tú tienes otras obligaciones y que eres una mujer productiva.

TOCATE LOS WEBS... Para niños de cierta edad entiendo que haya personas que vean un efecto educacional positivo en que la madre trabaje fuera de casa. Aún así es opinable, pero lo puedo entender. Sin embargo, un bebé de nueve meses no entra en este tipo de razonamientos, es todo mucho más primario. Quiere el consuelo y el cuidado que le da una madre/padre/persona_cercana, y es incapaz de entender lo educativo (o no) que tenga que esa persona trabaje fuera de casa. Mi madre estuvo diez años de excedencia cuando mis hermanos y yo éramos pequeños, y luego volvió a recuperar su puesto de profesora con oposición. No recuerdo que fuera más educativo para mi la segunda parte que la primera. También me parece un mensaje muy positivo tener una madre siempre disponible, que se encarga de mil cosas de la casa y de la familia. Pero bueno, como decía, ese aspecto educativo lo veo totalmente subjetivo y opinable y puedo entender las dos posturas.

En cualquier caso, volviendo al relato de mi vuelta al trabajo: ahora paso horas sentada frente al ordenador recluida en una oficina y privada de mi libertad. Suena exagerado pero para mí es exactamente lo que ocurre. Estamos tan acostumbrados a que eso sea lo normal que no le ponemos nombre. Yo ya no decido a qué hora desayuno, si salgo a dar un paseo, a qué hora llamo por teléfono a mi madre y con quién me siento. Me siento dónde y con quién me dice la empresa, tomo un café rápido en los veinte minutos estipulados y no hago llamadas personales (por cierto, es lo peor tener una compañera que no entienda esa norma).

Con todo y con eso, tengo suerte, mis compañeros son majetes, el trabajo es ameno y vuelvo a tener nómina, que realmente es lo único que he echado de menos de trabajar. Bendita nómina.

La pequeña me recibió el primer día con unas emociones que me hacen pensar que me daba por perdida. Tras casi diez meses cosidas a pespunte, al pasar siete horas y media sin mi, debió pensar que algo grave me había ocurrido. Según M pasó más de la mitad de la mañana durmiendo y cuando despertó estuvo jugando tranquila. Así sería, porque ella es muy una bebé práctica y primero intentaría solucionarlo durmiendo y luego se resignaría a que yo no estaba. Pero cuando me vio no lanzó fuegos artificiales porque no tenía a mano. Hizo palmitas, gritos de emoción, me chupó y me mordió. Fiesta loca.

En fin, que todos mis males sean volver a trabajar tras una excedencia muy bien disfrutada.

A pesar de alguna nota dramática que no he podido evitar volcar en esta entrada, no me está costando tanto como me costó con mi hija mayor, a la que dejé en guardería con cuatro meses, ni como con el segundo. Duele, pero no tanto como dolió. Se ve que la experiencia también cuenta para estos casos. Me quedo con la duda de cómo sería la vuelta al trabajo con un cuarto hijo.

(***) Edito la entrada porque veo por los comentarios que me he debido de explicar muy mal con lo del cuarto hijo. No me lo planteo como algo factible, sino que como bien se explica en este video que me dejó el otro día Sugus: http://www.alaya.es/2015/10/02/educar-con-humor-carles-capdevilla/
 con los hijos todo es relativo. Con el primero esterilizas el chupete a cada rato, con el último casi que ni lo lavas (exagerando). Con mi hija mayor mi vuelta al trabajo fue un drama nivel máximo y con la tercera está siendo algo bastante llevadero. ¿Con el cuarto hijo sería todavía más fácil?, con la duda me quedo.