jueves, 30 de julio de 2015

Del revés

Esta semana he ido con mis dos hijos mayores al cine a ver Del revés.


Había oído y leído muchas cosas buenas de la película, con lo cual inevitablemente elevas tus expectativas hasta el infinito y más allá. Y claro, aunque esté muy bien, no deja de ser una película de dibujos.

En cualquier caso me ha gustado, no me parece la obra maestra que decían algunos, pero sí tiene muchas cosas que me han gustado:

- Es original. Esto es un gran punto a su favor, porque estoy harta de revisiones de la misma idea repetidas hasta el infitino. La película trata sobre cómo los sentimientos afectan en nuestra vida. La protagonista es una niña de once años, vemos desde que nace como Alegría, Tristeza, Miedo, Ira y Asco, representados por unos muñecotes que ocupan la central de su cerebro, influyen en su vida. Todo cambia cuando Riley se cambia de ciudad y la Tristeza intenta invadir un poco todo...Lo dejo aquí por ahora, igual luego me animo a spoilear pero ahora voy a seguir con la lista de cosas positivas de la peli.

- Es divertida: tiene unos puntazos buenísimos. Cómo opera el cerebro del padre en contraposición al de la madre, cómo reaccionan los sentimientos de distintos personajes, etc. Tiene momentos muy buenos en los que te ríes con ganas.

- Gusta a mayores y pequeños. Al menos a nosotros nos gustó a los tres y fuimos porque varios amigos nos la recomendaron y les pasó lo mismo, que les gustó a padres e hijos. Puede que a muy pequeños no, porque no la entiendan, no estoy segura.

Allá voy con el spoiler de la película, o más bien con mi interpretación de la misma, porque no se si realmente se puede spoilear una película de este tipo... El caso: ocurre que la niña se va haciendo menos niña coincidiendo con un cambio de residencia familiar. Inciso: mira que cambian de ciudad los americanos, rara es la peli en la que la familia no cambie de ciudad en plan pirarse a 1000 km de donde vivían y ni se despeinan. Fin del inciso. A ella el cambio de ciudad, colegios, casa, amigos... la impacta, pero intenta tirar de la Alegría y no permite a Tristeza que toquetee libremente sus nuevos sentimientos y recuerdos. Esto hace que se líe una buena en la Central de los sentimientos y Alegría y Tristeza acaben perdidas por los almacenes de recuerdos. La niña queda totalmente bloqueada durante un tiempo. Dejando aparte las batallitas que ocurren en la peli, me gustó esa idea. Creo que nos pasa muchas veces que no queremos dejar a la Tristeza el hueco que necesita. Yo misma soy mucho de reír y poco de llorar. Yo me desahogo riendo mucho, sacando el lado cómico de las miserias de la vida, pero me cuesta dejarme invadir por la tristeza. Y es cierto que a veces es necesario. Solo a veces, ¿eh?, que no se vengan arriba los llorones que por cualquier motivo montan un drama porque eso NO. En el punto medio, señores, el punto medio. Ni siempre jaja ni siempre buaaaaa. Hay que reír cuando toca y llorar cuando no queda más remedio.

Al final todo se soluciona, y la niña consigue hacer conciliar todos sus sentimientos, de manera que sus recuerdos ya no son bolas de un único color con un único sentimiento, sino que consigue mezclar recuerdos en los que hay varios sentimientos conviviendo.
Y eso es hacerse mayor... Eso y empezar a dormir mal, pero eso es un tema que no tratan en la película. Igual un día le dedico un post: lo peor de hacerse mayor es no volver a dormir profundamente. Bueno, igual no es lo peor, pero sí está en el top de las peores cosas.

Si habéis ido a ver la peli y queréis dar vuestra opinión, ¡adelante!.

miércoles, 29 de julio de 2015

Premio blogger o excusa para publicar algo

Mis días transcurren veloces entre cuidar de mis tres retoños, pasar calor y tardes de piscina. Así que aunque os leo desde el móvil, escribo poco.
Ahora mismo que tengo un rato porque la enana duerme y los dos mayores leen, no se me ocurre nada para escribir, pero me he acordado de un premio que tengo pendiente desde mayo (ya me vale).

Ali Eb me lo pasó en esta entrada, gracias hermosa. Hay que contestar cinco preguntas, que me dan la excusa para enrollarme un poco:

- Una cosa que cambiarías de tu situación actual.
Si tengo que elegir una sola cosa para cambiar tengo claro cuál sería: no tener que volver al trabajo el 1 de octubre. Me encantaría poder estar cuidando yo personalmente de mi pequeña hasta que empiece a ir al cole. Esos dos años más con ella me harían muy feliz y me quitarían de muchos quebraderos de cabeza que seguro tendré cuando tenga que volver al trabajo y ella se quede en casa al cuidado de M.
Ya me pasó con los dos mayores, así que por mucho que los años me hayan hecho más tranquila y sensata (ejem), se que voy a sufrir.

Tengo un buen trabajo, con buen sueldo y buen horario, así que no renunciaré a él para estar con mi pequeña estos dos años.
No tengo valor para hacerlo, porque se que estaría cometiendo un error. Cuando quisiera volver a trabajar, porque se que ese día llegaría, no iba a encontrar algo ni medianamente parecido. Así que si una lotería no lo resuelve antes, el uno de octubre sería un día negro para mi.

Si me dieran a elegir otras cosas para cambiar, a mucha distancia de esta primera pondría: adelgazar y tener mejor carácter.

- ¿Qué no perdonarías nunca?
Lamentablemente hay muchas cosas que no perdonaría nunca. Aprovecho para confesar que uno de mis mayores defectos es que soy muy rencorosa. Fatal, lo se, pero es como soy.
En un super alarde de superación personal, puedo llegar a perdonar pero nunca a olvidar.
Tengo la suerte de que la vida me trata bien y he dado con un buen marido, buenos amigos y buena familia. Pero en las pocas ocasiones en que alguien me ha fallado, no lo he perdonado casi nunca.

- Tu disfraz perfecto, ¿cual sería?
Ninguno. No soy de disfrazarme. Tengo mi infancia muy bien resuelta y en ella me disfracé mucho. De pequeña salía vestida de flamenca un día sí y otro también. Mi madre era muy consentidora para eso, y de ello dan muestras las cien mil fotos mías disfrazada en el parque, en mi casa y en mil momentos y lugares donde no venía a cuento mi look.

- ¿Crees en el amor para toda la vida o es un cuento de hadas?
Creo en el amor para toda la vida, que es un amor que evoluciona. No es el mismo amor el del primer mes de relación que el de cuando llevas veinte años, y menos mal. Mi cuerpo no aguantaría esa ebullición del principio.
Yo llevo trece años casada, estuvimos de aniversario hace pocos días, y previamente fuimos novios durante ocho años. Discutimos, tenemos distintas opiniones sobre muchas cosas, pero nos seguimos queriendo y espero que así siga toda la vida.

- Una canción que sea importante en tu vida.
No puedo elegir solo una. La música tiene un papel importante en mi vida, así que son demasiadas y de estilos de lo más dispares. Igual de importantes han sido en distintos momentos una de AC DC que una canción de los Miserables.

Y esto es todo por hoy. Besos y sed felices

martes, 21 de julio de 2015

Aventuras y desventuras del Chico Centella, de Bill Bryson


Durante las vacaciones, de las que ya os he hablado en la última entrada, he leído "Aventuras y desventuras del Chico Centella", de Bill Bryson. Una lectura altamente recomendable.

Creo que fue a Amaya Ascunce a la que leí algún tuit sobre el libro. Al menos, me he estado acordando de ella mientras lo leía entre risas, como si fuera de ella la referencia, pero vete tu a saber, porque la memoria últimamente me juega malas pasadas, y no sería del todo imposible que le haya atribuido algo no ocurrido.

En cualquier caso, el libro es todo un acierto. Yo siempre quedo muy agradecida a todo libro o persona que me haga reír, y éste lo ha hecho con ganas.
Trata de la infancia del propio Bill Bryson en la américa de los años cincuenta. Mezcla datos objetivos ocurridos en esa época, con sus recuerdos, anécdotas surrealistas y una descripción buenísima de la inocencia e ingenuidad con la que se entregaron al consumismo sus compatriotas. He leído varios libros de estilos absolutamente distintos sobre esos años y no se qué tendrán que me resultan fascinantes.

Bill Bryson ha vivido, y de hecho vive actualmente, en Inglaterra. Creo que esa distancia con su país natal es la que le permite hablar con cariño y nostalgia, pero a la vez de forma crítica, de la sociedad americana. De hecho hay ciertas partes de la historia americana de esos años - racismo, guerra fría, caza de brujas - en los que hay más de crítica y sarcasmo, que de cariño y nostalgia, aunque todo está contado en el mismo tono alegre y ameno.

A pesar de que el contexto en que ocurre la historia tiene un gran peso en la historia, no deja de ser un libro sobre su infancia, basándose en sus recuerdos, siempre selectivos. Y un buen libro sobre la infancia es un tesoro. Esos años increíbles en los que pasa de todo sin pasar de nada, dan para mucho, especialmente si eres un chaval con mucha imaginación y con una familia bastante peculiar, como parece que era el caso de Bryson.

Voy a copiar algunos párrafos del libro, que es la mejor manera de que os hagáis una idea del mismo:

"no necesitábamos cinturones de seguridad, ni airbags, ni detectores de humos, ni agua embotellada, ni la maniobra de Heimlich. No hacían falta envases a pruebas de niños para los medicamentos. No nos hacían falta cascos para montar en bici, ni rodilleras o coderas para patinar. Sabíamos, sin que hiciese falta un recordatorio por escrito, que la lejía no era un refresco, y que si acercabas una cerilla a un bote de gasolina lo normal era que ardiese.”

"Buddy fue mi mejor amigo durante aquella primera época de mi vida. Estábamos extremadamente unidos. Es la única persona cuyo ano he contemplado atentamente (el único que he mirado, punto) solo para saber qué aspecto tenía uno (rojizo, prieto y ligeramente fruncido, según recuerdo con una claridad algo preocupante)."

"Fueses adonde fueses, había siempre seiscientos niños, excepto allí donde confluían dos o más barrios (el campo, por ejemplo), y entonces había que contarlos por millares. Recuerdo que una vez participé en un partido de hockey sobre hielo en el lago de Greenwood Park con otros cuatro mil niños, cada uno armado con su palo, y que duró al menos tres cuartos de hora antes de que nos diésemos cuenta de que no teníamos disco."

Es una selección de párrafos bastante aleatoria, simplemente para que veáis el tono y estilo de la historia. Si quisiera dejaros aquellas partes con las que más he reído tendría que copiar capítulos enteros. Una mención especial, aunque sea de pasada y solo entendáis los que ya habéis leído el libro, al momento en el que el padre de un amigo se tira de cabeza en el lago. Solo de recordarlo lloro de risa. Lo mismo ocurre con la historia de la anciana a la que cobra el periódico.

lunes, 13 de julio de 2015

La vuelta de las vacaciones

Pues ya estoy aquí. Parecía que iba a ser mucho lo de tres semanas en la playa, pero al final no ha sido tanto. Como dice la canción: pasa la vida, igual que pasa la corriente cuando el río busca el mar.

Imposible resumir esas tres semanas en un relato compacto y uniforme. Las tres semanas solo comparten escenario, en lo demás han sido bien distintas cada una.
Empecemos por el principio. El día 19 fue el último día de colegio, tuvieron su festival y les dieron las notas. La Niña todo sobresalientes excepto un notable en religión. Se quedó chafada un nano-segundo y en seguida resolvió el tema diciendo: No me importa, total, no tengo pensado ser monja. Más que inteligente, que también, los resultados se deben a lo mucho que se esfuerza. Recuerdo un día que la decíamos que dejara ya de estudiar y viniera a la cena nos decía: bueno, voy, pero luego vendrán los 8,5 y lloraremos. Nadie llora por un 8,5. Es más, si el Niño saca un 8,5 yo monto una jarana que ni en noche vieja. Pero ella es así, no se conforma con menos de 9. Ha terminado primaria con un expediente impresionante.
Por su parte el Niño tiene como objetivo un 6, que es un bien y como su nombre indica es una nota que está bien, argumenta el jodío chaval. A veces se queda en su objetivo, otras baja al cinco y algunas de pura chiripa consigue un notable. Como era de esperar y con esa filosofía de vida académica, sus notas fueron muy reguleras.

Volviendo al relato de las vacaciones, el 19 de junio al medio día salimos de viaje. Un total de siete horas y diez minutos, de conducción seis horas (matizaría mi marido), un peñazo lo mires como lo mires.

La primera semana estuvimos juntos los cinco, en paz y armonía. La primera semana fue muy de euforia, playa y pescadito. Uno de los días íbamos paseando por la playa el Niño y yo con la pequeña en la mochilita, y de pronto el Niño se para y se agacha. ¿Qué haces hijo? - Nada, enterrar al cangrejo Georgi. Creo que está simple anécdota resume muy bien la gestión del tiempo de mi chaval. A él no le cunde para cosas prácticas de la vida, pero en dos segundos había visto un cangrejo, le había puesto de nombre Georgi, se había percatado de que estaba muerto y lo estaba enterrando. El es así.

La segunda semana el marido volvió a currar a los madriles, y yo con mi excedencia me quedé sola en la playa con nuestros tres hijos. Esa semana podría decirse que tuve un leve miedillo palpitando sobre capas de felicidad. Estar sola con tres niños en una urbanización frente al mar, sin coche, con el pueblo más cercano a 8 km, tiene su aquel. Pero pesó más lo bueno que ese runrun de "anda, que como nos pase algo, aquí estamos más solos que la una". Bendita soledad, pensaría días más tarde. En general me organicé bastante bien con los tres, pasamos muchas horas de playa, de risas, terraza y jardín.

La tercera semana... ay la tercera semana. Diría que fue bastante horrible, pero es posible que la palabra se quede corta. Voy a dar unos retazos sin profundizar mucho, para que os hagáis una idea. Aparecieron mis suegros, en plan, para ayudar. Ahora me río. Las pocas veces que les he mencionado en este blog he dicho que me llevo bien con ellos. Y es así. Pero ay. Qué cansinos son. Divertidos, cáoticos, simpáticos, siempre a la suya, disfrutones, poco empáticos... En fin, pa qué dar más datos.
También en esa tercera semana nos llegó la ola de calor, no tuve casi cobertura en el móvil, el Niño se torció un pie, los dos mayores hicieron pandilla en la urba y prácticamente no les vi el pelo. A las once de la noche tenía que salir a buscarles a grito pelau para que volvieran a dormir...
Y la traca final de esa tercera semana ha sido la vuelta. Ocho horas y cuarenta y cinco minutos tardamos. La pequeña que ya gatea y ha espabilado muchísimo en vacaciones, no entendía qué hacíamos allí encerrados tantas horas. Atasco, calor infernal cada vez que parábamos, aire acondicionado a todo trapo, gritos de bebé de siete meses indignada con nuestro plan de mierda...

Y ahora tengo un millón de maletas y bolsas por el salón, pero yo en plan rebelión me dedico a escribir en el blog, ains....