miércoles, 25 de noviembre de 2015

Eleonor & Park, de Rainbow Rowel


Ya sabéis mi debilidad por la literatura juvenil, así que al terminar dos libros del recientemente fallecido Mankell, he pasado a leer “Eleonor & Park”. Además de la buena crítica de Ro, también sabía que el libro fue elegido por Amazon como uno de los diez mejores libros de 2003.
 


El libro cuenta la historia de amor de dos chavales de dieciséis años.

Es un libro bonito porque trata de ese primer amor, ingenuo y nuevo. De música y cómics que unen a dos personas que aparentemente no tienen nada en común más allá de una ruta de autobús, una edad, y un instituto.




Pero también es un libro triste, porque es realista. La historia y los personajes son creíbles, aunque no hayas vivido en Omaha en 1986, ni hayas tenido un padrastro bebedor y cuatro hermanos mal cuidados; todo lo que se cuenta resulta creíble. Y eso siempre da un punto triste a la historia. Se necesita mucha ficción para que la vida no resulte a veces una decepcionante mierda.

En la vida real el primer amor no suele durar, la vida muchas veces, por una circunstancia u otra te separa de tus seres queridos. Y a veces tienes que elegir de forma egoísta salvarte tú, cuando no vas a poder salvar a los tuyos. Eso es así de triste y de real.

Al principio del libro empaticé más con ella, tan pelirroja, grande y valiente. El me resultaba más ajeno. Pero me fue ganando con su música de los Smith, U2, Sex pistols, Misfit… sus comics, camisetas negras y un corazón enorme. Al final del libro estoy con él a muerte, mientras que ella y su realista comportamiento me resulta un poco cansina.

Es un libro que recomiendo, se lee casi del tirón y a mí me ha gustado.

Una costumbre que tengo es buscar información sobre los escritores que leo. Veo en la wiki que Rainbow Rowel (con ese nombre estaba predestinada a la literatura juvenil) nació en el 73 pero es en el 2011 cuando publica por primera vez. Tuve que investigar un poco más para enterarme de qué había hecho todos esos años hasta que publicó por primera vez. Trabajó como periodista. No sé cuál sería el detonante para que con 38 años decidiera lanzarse a escribir en serio, porque leí en alguna entrevista en inglés, que para ella escribir era un hobby por lo que no se planteaba cosas como por ejemplo buscar ayuda para cuidar a sus hijos y que ella pudiera escribir. Pero por el ritmo que lleva parece que ha llegado para quedarse:

2011 - Attachments
2013 - Eleanor & Park (*)
2013 - Fangirl (*)
2014 - Landline
2014 - My True Love Gave to Me
2015 - Carry On

 (*) elegidas por el New York Times entre la mejor ficción juvenil del año
 

lunes, 16 de noviembre de 2015

El reencuentro de antiguas alumnas

En la última entrada, a demás de lloriquear y quejarme de mi ruina física y mental, os contaba que estaba pensando no ir al reencuentro de antiguas alumnas de mi colegio.
La verdad es que estaba agotada pero a la vez tenía ganas de ir, y finalmente ganaron las ganas. La cabra tira al monte y yo siempre he sido de apuntarme a un bombardeo. A pesar de que me he vuelto infinitamente más sosa de lo quera, pero quien tuvo retuvo.
Salí de Madrid a las 9:30 de la ma ñana rumbo a CiudadX que es donde viví desde los siete hasta los diecisiete años. Luego me fui a hacer COU y a estudiar la carrera a Madrid, pero mis padres siguieron viviendo en CiudadX hasta que yo tenía veinticinco años, así que hasta esa edad seguí yendo con relativa frecuencia, luego ya como mucho una vez al año por ver a mis amigas. Excepto a estas amigas que he mantenido desde la infancia, a la gran mayoría del las compañeras del colegio donde estudié hasta octavo de EGB no las había vuelto a ver. Al fin y al cabo es una ciudad a la que me une poco ya, al no tener familia allí.
Al colegio no había vuelto desde que me fui en octavo. Es curioso cómo son de engañosos nuestros recuerdos. Lo recordaba todo mucho más grande. Mi colegio era y sigue siendo muy bonito. Un edificio antiguo, de techos altos, con un gran patio, huerta, edificio de las internas, iglesia, salón de actos… Tiene mucho terreno porque está a las afueras de la ciudad. Nada que ver con el colegio de mis hijos en pleno centro de la capital, donde el espacio es un bien escaso.
El colegio es tal y como lo recordaba, además está flamante. Se nota que para las monjas es su casa, y lo tienen que brilla. Pintan y hacen reformillas todos los veranos, y está todo muy cuidado.
En cuanto al reencuentro con las compañeras, ¡fue muy emocionante!. Había algunas a las que reconocí nada más verlas, las mismas caras, las mismas miradas, aunque el resto del envase haya cambiado lógicamente.
Una cosa curiosa es que las cuatro ni ñas más gorditas de mi promoción son hoy en día unas mujeres delgadísimas y estilosas, me encantó verlas luciendo tipazo. Mientras que varias de las que antaño fuimos un espagueti, estamos ahora entraditas en carnes, ejem, qué le vamos a hacer.
Otro dato curioso es que varias amigas contaron cosas de cuando yo era pequeña y ¡resulta que por lo que contaban era muy parecida a mi hijo!. Hace nada os decía que mi hijo y yo no nos parecemos, ¿os acordáis?. Pues bien, mi hijo no se parece a mi yo de ahora, pero si es cierto todo lo que contaron, se parece a mi yo niña. Me describían como una niña muy alegre, risueña, con muchísima fantasía, que escribía cuentos y los regalaba. Una compañera me dijo que tenía algún cuento mío guardado y que tenía una imaginación desbordante. Al oírlas contarlo me vienen algunos recuerdos olvidados… pero en cualquier caso, no es como yo me habría descrito ni mucho menos. Así que parece ser que mi hija mayor se parece a mi yo-adulto y mi hijo se parece a mi yo-niña. Qué curioso.
Recorrimos todo el colegio, entramos en las clases y nos hicimos fotos sentadas en los pupitres, nos daban ataques de risa recordando batallitas de cuando reinó Carolo. Así pasamos la ma ñana, vagando por el colegio como vacas sin cencerro. Luego salimos a comer por ahí, de tapas y cervecitas, salimos del túnel del tiempo que supuso esa mañana en el cole, para volver al mundanal ruido. Las mismas risas, pero en otro contexto más actual.
En el lado menos bonito del día, dos chicas de mi promoción tienen problemas mentales, no vinieron al evento, pero lo contaron las que siguen tratando con ellas. Una tiene esquizofrenia y la otra psicosis, están muy medicadas y controladas. Me cuesta imaginar a las niñas que yo recuerdo felices, con ese tipo de problemas. Ha habido más desgracias, aunque no fue el día de hablar de ellas, pero en algún momento del día salieron brevemente a relucir. Como es el caso de otra de mis amigas de entonces, que perdió a su hijo mayor a los dos meses de nacer por muerte súbita del lactante, y otra ha tenido a su hija mayor con leucemia de la que gracias a Dios ya se ha recuperado. A veces la vida es muy puta.
Por otra parte, una de las compañeras a las que más ilusión me hizo ver, era una niña con la que iba muchas veces sentada en el autobús. Era muy tímida y hoy en día es una mujer hecha y derecha, súper mona vestida, con unos taconazos y con mucha seguridad en sí misma. Vive en Francia y tiene cuatro hijos. ¡Ole por M y su evoluci ón vital!.
También estaba la niña más mala de mi curso. Era más mala que un dolor, yo tuve suerte de que nunca le dio por meterse conmigo, porque como le diera por alguien lo llevaba clarinete. Que criatura más chunga. Recuerdo que una vez, tendríamos unos diez años, me invitó a jugar a su casa un sábado. Cuál fue mi sorpresa cuando me deja sola en su cuarto unos minutos y aparece con un botellín de cerveza y un cigarro. Casi me caigo redonda del shock. ¡Que éramos unas canijas, joder!. Yo iba con la idea de jugar a las muñecas. La madre en el salón tan tolonda y nosotras en el cuarto, yo al borde del infarto y la coleguita fumando (con la ventana abierta, eso sí) y bebiéndose su botellín. Obviamente no volví a ir a su casa. Menuda experiencia.
Bien, pues hoy en día sigue siendo guapa pero con la misma cara de mala. No me dio tiempo a hablar casi con ella, solo sé que sigue viviendo en CiudadX, que no estudió y que no ha tenido hijos. Era de familia de dinero de allí, así que no creo que tenga problemas del tipo material.
Varias de mis compañeras están divorciadas, un caso curioso es el de una de ellas, que era de las más populares de entonces. Cuando estuve hablando con ella, me mandó recuerdos de JMR que fue muy amigo mío en el colegio donde hice BUP. Me contó que tras el divorcio estuvo un par de años sola y que ahora era pareja de JMR. Yo tengo la imagen de los dos, como eran entonces y no me pegan nada. El era un chaval muy inteligente, raro, muy original, con nulo éxito con el sexo opuesto. Ella era estudiosa, guapa, con novio desde los 13 años (no siempre el mismo, pero dejaba uno y al día siguiente estaba con otro). Vamos, que si al JMR con el que pasaba tanto tiempo hablando, le cuentan a los quince años que iba a acabar con SFH, no se lo habría creído ni de coña. Las vueltas que da la vida.
Al final del día volví a mi casa con los pies doloridos, cansada, pero muy contenta. Sigo como en un estado de medio nostalgia feliz. Me alegro de haberme animado a ir. Es verdad que aunque hubiera sido un rollo, prefiero arrepentirme de lo que he hecho que de lo que no he hecho.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Balance de la vuelta al trabajo

Hoy hace un mes y once días que volví a trabajar.

Me ha salido el herpes en el labio, y vivo con sueño y hambre constante. Visto con ropa mucho más incómoda aunque se supone que más bonita. Y llevo peor vida se mire como se mire. La principal ventaja es que ya he cobrado la nómina, la echaba de menos.

En el trabajo tengo días de no parar y otros, como hoy, que son más tranquilos. No tengo claro cuáles prefiero. En los que no paro, me canso mentalmente, pero no pienso, no me siento gilipoyas por estar haciendo un trabajo que me trae al repairo mientras tengo a mi hija pequeña en casa al cuidado de otra persona. Los días más tranquilos parece que van a ser mejor, porque va todo más relajado, pero a cambio le doy mucho al coco, me entran dudas trascendentales sobre el sentido de la vida en general y la mía en particular. Del tipo: ¿habría sido más feliz yéndome a vivir a un pueblo donde la vivienda sea barata y pudiéramos vivir con el sueldo de marido? ¿por qué no hemos tenido más hijos? ¿me aporta la ciudad más de lo que me quita?... Una mierda. Luego en frio creo que sí he hecho las cosas lo mejor posible y es más lo bueno que tengo que lo que me falta. Pero ya se por mis dos hijos mayores, que hasta que la enana no vaya al colegio con casi tres años, cada vez que se me vaya la pinza voy a estar dándole vueltas a estas cuestiones.

En el pasado mes de octubre, coincidiendo con mi vuelta al trabajo tras casi un año liberada, mi marido ha tenido cuatro viajes: Salvador, Oporto, Valencia y Vigo.

Cuando él falta en casa se nota mucho. Aparte de por temas afectivos/llámaloX, por motivos de logística doméstica. El se encarga de llevarles al colegio por la mañana y si no está, tiene que llevarles la chica, con la bebé todavía dormida porque la nena es trasnochadora pero no madruga (no sabe nada la tía). Las tardes noches son mucho peores para mi porque me toca el completo de: baños, cenas, recoger, preparar comida del día siguiente, ropa del día siguiente, atender a la enana si se despierta de madrugada. Son tareas que nos repartimos y que se nota mucho cuando me tocan todas a mi tras una jornada laboral. Porque si yo no trabajara fuera me encantaría del pack doméstico con sumo gusto, pero lo de sumar tareas como que no lo llevo bien.

Tampoco han estado en Madrid mis padres. Al final aunque estuvieran tampoco me iba a servir de mucho, porque yo no soy de pedir ayuda y no les voy a hacer venir a las ocho de la mañana a llevar niños al cole ni a las ocho de la tarde a ayudarme con las cenas. Pero bueno, el hecho de que estén aquí da otra tranquilidad aunque solo sea un efecto psicológico. Da igual, ellos no han vuelto del sur hasta este fin de semana. Ni salió de ellos volver antes, ni yo se lo pedí. Quedamos en tablas.

Resultado de todo esto aquí relatado: herpes en el labio y agotamiento máximo.
El lustre y alegría de vivir con la que aterricé en la oficina el uno de octubre ya es historia. Estoy cochambre total. Deterioro físico y mental.

Este fin de semana es el encuentro por los veinticinco años que dejamos el colegio y estoy pensando no ir. Con el conjuntito tan mono que me he comprado y las ganas de ver a compañeras, algunas de las cuales hace los veinticinco años que no las veo, y sin embargo me veo sin fuerzas. No es en Madrid, moverme todo el finde con la familia no me lo planteo. Así que haría ida y vuelta en el día, y sinceramente, no se si tengo energía ahora mismo para ese trajín y todo el jijijaja que acompañará al evento y yo con el labio dolorido… No se lo que haré pero todo pinta a que no voy a ir.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

El Niño y yo


El otro día os contaba cómo quiero a mi hija mayor y podría deducirse por el resto de cosas que cuento, que es por lo que se parece a mí. Sin embargo hoy vengo a contaros de mi relación con mi hijo y lo mucho que le quiero por lo poco que nos parecemos.
Siempre hay excusa para querer a un hijo.

El Niño es hablador, huye de los espacios en silencio. No le gusta estar solo, es de estar en familia. Incluso si va a leer o a dibujar o a realizar cualquier actividad individual en la que no necesitas para nada al resto de la familia, él busca acercarse hacia donde estemos el resto.
El lunes fue día no lectivo y yo me lo cogí de vacaciones para estar con ellos. Hubo un rato que salimos él y yo solos a dar un paseo aprovechando que la pequeña dormía y la mayor tenía que estudiar. No paró de hablar en todo el camino. Pero ni un segundo. La misma habilidad que tiene él para hablar tengo yo para desconectar, así que ni tan mal. Cuando no hay nada en concreto de lo que hablar, me cuenta el libro que está leyendo. Ahora está emocionado con la saga de Crónicas de la Torre, recurre a ella cada vez que no tenemos nada que decirnos. Y me la cuenta con todo lujo de detalle. Personajes con nombres y apellidos, tramas de segundo, tercer y cuarto nivel detalladas como si fueran la principal. Un mareo. Pero a la vez me inspira ternura cuando le veo tan afanado contándomelo y yo sin hacerle ni caso, pensando en mis cosas, o en nada, o en lo guapo que es.

Yo era muy estudiosa a él no le gusta estudiar. Se ha hartado a buscar truquitos para intentar sacar primaria sin rascarla y por suerte, parece que sus diez años de edad, por fin ha claudicado y ha asumido que le toca estudiar y punto. No va a haber truco posible para fingir que sabe hacer raíces cuadradas si no las sabe hacer. Me cuesta entender esta forma de pensar de mi hijo. Yo hago miles de cosas que no me gustan pero que hago, casi se podría decir que con algo de gusto y mucho de resignación, simplemente porque son mi obligación.

No le gusta ver películas que no sean muy dirigidas a público infantil. Con él habría sido imposible ir a ver Marte, por ejemplo. Le gusta la fantasía y aventuras, pero no de mayores, sino infantil o juvenil muy pueril.

Le encanta jugar con los legos, con clics, y con muñecos enanitos con los que inventa miles de fantasías, a mi parecer un poco infantiles. Es el que mejor juega con la bebé, con mucha diferencia. El entra en sintonía total con ella, se pone a su nivel, entra en la misma longitud de onda o lo que sea, el caso es el que el resto flipamos con la enana, la achuchamos, la queremos, pero no somos capaces de jugar con ella como él.

Le gusta mucho la música, ha estudiado piano varios años y este año está en el coro del colegio.

Es más familiar que de amigos. Tiene unos pocos amigos que mantiene desde infantil, pero no necesita incrementar el grupo. De hecho, es invitado a más cumpleaños que niños a los que él invita. Me da la sensación de que cae mejor de lo que se merece por el poco caso que hace a la mayoría de sus compañeros. La Niña mayor y yo somos sociables (yo cada vez menos, también os digo), buscamos al grupo y lo que nos aportan los demás.

Es muy divertido, le encanta reírse con ganas, hacer el ganso, sacar punta a situaciones surrealista, y contagia fácilmente esa alegría. Tal vez ahí radique parte de su éxito.

No es deportista pero da gusto verle nadar. Es increíble cómo se mueve en el agua desde bien pequeño. Aprendió a nadar pronto y nada con mucho estilo. Fue un par de años de un equipo de natación de Madrid y según su entrenador era muy bueno. La pena es que le tuvimos que sacar del equipo porque los entrenamientos eran por la tarde, y no le daba tiempo a hacer los deberes. Me da rabia solo de acordarme, porque a mi hijo le viene mucho mejor pasar la tarde nadando y participar en campeonatos, que estar repitiendo lo que ha estado haciendo en el colegio hasta las cinco de la tarde. En su formación como persona es mucho más enriquecedor lo que le aporta el deporte, tanto física como mentalmente.

Hay miles de cosas en mi hijo que no comprendo, no soy capaz de ponerme en su lugar porque mi forma de pensar y de actuar son radicalmente opuestas, y sin embargo ( ¿o precisamente por ello?) le quiero muchísimo.

martes, 3 de noviembre de 2015

Marte, la película


El otro día dejamos a los chicos con la bebé felices en casa y nos fuimos la Niña mayor y una servidora al cine a ver Marte.
Nos gustó mucho.

En principio me cuesta mucho ponerme en la piel de los astronautas. Sinceramente no se qué carajo se les ha perdido allí arriba, así que cuando ya hablan de lo trascendente de lo que hacen, me pierdo. Pero doy por hecho que es porque yo soy una persona muy mundana y frívola que no sabe ver más allá. Igual dentro de miles de años, cuando la humanidad se haya cargado el planeta tierra y tengamos que vivir en otros planetas y/o universos, se pondrá de manifiesto lo útiles de esas vocaciones espaciales y lo piltrafa de mi forma de pensar.
El caso, una es lo que es y da para lo que da.

Como iba diciendo, a pesar de que sintonizo entre poco y nada con el espíritu de un astronauta, la película consigue hacerme vivir las alegrías y desgracias de mi tocayo Matt con total empatía.
Es una película optimista. Lo que en realidad es un dramón nivel quedarte abandonado en Marte con casi nulas probabilidades de sobrevivir hasta que vuelvan a por ti, se convierte en una experiencia de lucha y supervivencia.

Fascinante la forma en la que el protagonista consigue salir adelante utilizando la ciencia.
Cosas que ocurren lentamente, porque son más de cuatrocientos días los que pasa el amigo Matt en el planeta rojo, la película sabe contarlas de forma amena, dinámica, con los chascarrillos musicales discotequeros para darle su punto de gracia al drama.

Tiene momentos tristes, claro, pero duran poco porque en general la atmósfera es alegre y optimista. Muy recomendable para pasar una tarde agradable.

Soy siempre más partidaria de ir al cine que ver las películas en casa, además de porque en el cine veo la película del tirón, sin interrupciones, me como una bolsa de Maltesers y la pantalla grande ayuda a meterte mucho más en la historia. Está bien, la bolsa de Maltesers también me la podría comer en casa pero lo cierto es que solo me acuerdo de comprarla cuando voy al cine. Pero todo lo demás, en mi caso al menos, solo puede ocurrir en una sala de cine en condiciones. En este caso en concreto, la película requiere pantalla grande. Las escenas espaciales no son lo mismo en tv, os pongáis como os pongáis.