lunes, 24 de junio de 2013

cine, novios, San Juan

Voy a hacer un tres en uno, comentando en esta entrada tres temas , cuya única conexión, es haberse dado los tres en el mismo fin de semana.
Cine
Este fin de semana he ido al cine dos veces, para compensar tantos meses de sequía cinéfila. El viernes fuimos los cuatro juntos a ver El hombre de acero.
El 80% de la sala eran grupos de hombres de entre 15 y 30 años, con sus camisetas de superman. Me quedo con la duda de cuántos de ellos llevaban además los calzoncillos del superhéroe, pero apuesto a que unos cuantos.
La peli nos gustó a los cuatro. Es lo que esperas que sea: acción, entretenimiento y diversión. Un comentario adicional que os hago: ay oma, cómo está este superman.
Novios
El Domingo mis hijos tenían un cumpleaños en la sierra, de dos hermanas mellizas que han sido las mejores amigas de mi hija desde que empezaron el cole en infantil. Una de ellas, para más datos, es la ex novia de mi hijo. Muy fuerte. Desde los 5 hasta los 7 años ha sido “novio” mi S. de la amiga de la hermana, al final ésta le dejó por un primo suyo. Una larga historia que no viene al caso, pero para que sepáis que mi torpedo ya ha probado el drama sentimental (dentro de lo drama y lo sentimental que pueden ser las cosas a los 7 años).
Al grano que me disperso, nos quedamos marido y yo todo el día solos, en plan novios sin cargas familiares. Así que aprovechamos a pasear cogidos de la mano, recorrer Madrid en la vespa, ir a comer a un asiático y al cine a ver: Un invierno en la playa. Me atraía el título porque me encanta pasear por la playa en invierno.
Fuimos a la sesión de las 4, y con nosotros dentro, la media de edad de los expectadores era de 85 años. Impresionante. Vimos la película en estéreo, porque las dos amigas octogenarias que teníamos a nuestro lado, se iban comentando las escenas y repetían las frases de los protagonistas.
La película me gustó, no es el peliculón del año pero tiene algunos ingredientes que la hacen apetecible: me gusta la casa en la playa, la familia de escritores, la naturalidad con las que se tratan temas duros como las adicciones en jóvenes o la ruptura de un matrimonio. Me gustó especialmente la banda sonora, que acompaña muy bien a las sensaciones que te transmite la historia. No se trata de una película espectacular, pero sí recomendable.
San Juan
En mi familia nunca se ha celebrado especialmente San Juan. Pero mi marido tiene una tradición heredada de su abuela, con la que tuvo la gran suerte de convivir mucho y de la que tiene muy buenos recuerdos. Consiste en preparar un cuenco de agua y flores, y lavarte con ella el día de San Juan, para que se lleve todo lo malo. Desde que le conozco, y ya sumamos la friolera de 19 años juntos, nunca ha perdonado la recolecta de flores y el siguiente lavado de cara. Así que este año una vez más… nos lavamos los cuatro con este preparado casero: 
Me parece una tradición bonita.
Nada más por hoy y seguramente hasta dentro de una semana, porque nos vamos a la playa hasta el domingo, ¡por fin!. Besos 

miércoles, 19 de junio de 2013

Junio

Lo mejor del mes de junio es que llega un día que se termina.
¡Ay este mes de junio… cuántas cosas podría yo contaros sobre él!...
-          Los niños están especialmente agotados y a la vez nerviosos con la perspectiva de las vacaciones.
-          Los mayores estamos especialmente agotados y a la vez nerviosos con la perspectiva de las vacaciones.
-          Festivales, teatros, competiciones. Todo un derroche de lucimiento de las criaturas, con sus atuendos imposibles. Mañana, sin ir más lejos, tienen el teatro fin de curso, mi hijo tiene que ir en pijama y la niña de hada. Bonita estampa va a ser la salida de casa así vestidos.
Además hemos tenido en estos 19 días que llevamos de mes, el festival de patinaje artístico de la niña, la competición de judo de ambos y la exhibición de piano. El nivel de babeo de los padres con tanto evento es de riesgo de deshidratación mortal.
El niño salió indignado del judo, porque según él le habían robado el oro, “le han echado la razón a Antonio porque el árbitro le conoce más”. Echar la razón, gran expresión del niño, echar la razón es mucho más displicente que dar la razón, es como dar la razón pero sin fundamento, solo la echan y punto.
La niña es más resignada y no se queja de los resultados, pero se exige tanto y lo quiere hacer tan bien, que termina agotadica con ojeras y todo.
-          El don de madrugar del niño se exacerba. Por más que bajo su persiana, una intuición le debe de llegar de que hay luz fuera y raudo y veloz se persona en mi cuarto a contarme con muchos mamá-mamá delante de cada frase para que le atienda, el sueño que ha tenido esa noche.
-          Cumpleaños todos los fines de semana, éste concretamente tienen uno el sábado y otro el domingo.
-          En el colegio no tienen clase por la tarde, ni algunas extraescolares. Esa rutina diaria familiar encajada al milímetro como la maquinaria fina más elaborada, se va a hacer puñetas en este mes.
-          Se inaugura la temporada piscinera, sin haber terminado la escolar. Las bolsas de piscina conviven con las mochilas escolares, libros, toallas, cuadernos y bañadores, por todas partes. Muy duro.
-          Marido tiene viaje de trabajo y se ausenta los días de más festivales/cumpleaños/actividades-varias-del-mes. Para mí que este lo hace aposta, joroñaquejoroña…
-          La alergia primaveral sigue ahí, para asegurarse de dejarte bien agotada, con sus estornudos y picores de ojos, por si con todo lo anterior no había sido suficiente.
Por mi parte voy a poner solución a este carajal, huyendo de Madrid tan pronto les den vacaciones en el colegio. ¡¡Playita rica, en una semanita nos vemos!!.

lunes, 17 de junio de 2013

Nadie sabe nada

Tras un fin de semana muy acuático-piscinero en el que he podido oír unas dos millones de veces llamadas del tipo “mamá mamá mira como hago voltereta para atrás, tornillo y voltereta para adelante” “mamá mamá mira como hago la bomba tsunami” y muchos más mamá+mamá+proeza acuática; ayer rematamos el finde yendo a ver el espectáculo de Goma Espuma de Nadie sabe nada. Muy grande.
Soy muy gomaespumista de corazón. Les debo grandes momentos de risas por la mañana, y dada la torrija mental con la que madrugo, eso tiene mucho mérito. Me levantaba y lo primero ponía la radio de mi cuarto, iba al baño y ponía la otra radio mientras me duchaba, y salía corriendo al coche a seguir riéndome con ellos. Me encantan. A mí Pablo Motos no me entró bien, porque quien sea que hubiera llegado a la radio a cubrir su vacío no tenía ningún futuro conmigo. Lo dicho, soy gomaespumista de pro.
Me encantó ese reencuentro de ayer, eran las mismas risas de siempre, el mismo surrealismo, la misma naturalidad. Se nota que se conocen tan bien que se van dando cancha el uno al otro en un no parar de reír.
Desde aquí hago un llamamiento (que no irá a ninguna parte): ¡¡¡¡Gomaespuma, volved a la radio!!!!, este país necesita reírse a carcajadas.
Ayer, entre el público, a dos asientos de los nuestros, estaba Cándida, a la que dieron unos minutejos de protagonismo. Supongo que esta explicación sobra, pero por si alguien no la conoce, Cándida era la asistenta en la casa de Guillermo Fesser, y han seguido unidos “profesionalmente” en funciones de lo más dispares que han pasado desde ayuda doméstica, a comentarista de cine en su programa. En la web de gomaespuma, en este enlace, hay un texto de Guillermo para Cándida, que refleja su relación:
http://gomaespuma.com/categoria/noticias/candida-80/

“La primera foto no está pero, de existir, sería en blanco y negro. Los recuerdos del encuentro son exclusivamente de ella; yo todavía no tenía memoria suficiente en el disco duro para almacenar  ese tipo de datos. Con cuatro años uno solamente anda pendiente de si ha regresado o no su padre del trabajo y de cuando le toca a mamá volver a repartir comida. Pero ella dice que lo tiene almacenado en 3D. Afirma que ocurrió nada más poner un pie en mi casa para ayudarle a mi madre en sus tareas hogareñas. No sé si aquél sería el día en que cosió en diagonal el dobladillo de las
cortinas del salón – desde entonces bautizadas como las increíbles cortinas menguantes – o sí correspondería con la mañana en que empapeló el cuarto de la plancha y en el empeño desapareció la puerta. Lo desconozco. El caso es que ella dice que yo, nada más verla, corrí a esconderme detrás del biombo. Aterrorizado ante la visión de su nariz, según me cuenta. Ignoro si es cierto el motivo pero, de serlo, la vida me ha pasado revista por tamaña afrenta regalándome también a mí luego con una porra portentosa. Eras muy vergonzoso, me insiste. Muy vergonzoso y, por lo visto, hubieron de sucederse varios de aquellos encuentros hasta que me decidí por fin a salir  de mi escondrijo. Desde entonces Cándida ha sido mi Mary Poppins particular. Mi hada madrina.
Por supuesto que nuestra relación ha estado siempre centrada en un acuerdo laboral que consistía en que yo desordenaba un apartamento y ella, previo pago, me lo volvía a poner de punta en blanco. Con algunos matices discutibles, como el hecho de recortarle los flecos con las tijeras del pescado a un kilim afgano y meterlo en la secadora para reconvertirlo en un mantelito para el ratón del ordenador, pero siempre de punta en blanco. Eso era así. Sin embargo, si pongo el cerebro en modo configurar para escanear las mejores diapositivas de nuestra relación, en ninguna de ellas aparece Cándida fregando.
Con ella he compartido momentos por tierra, mar y aire. En cárceles y en sets cinematográficos. Con risas y con lástimas. En Nueva York y en Martos. Ella me regaló mi primer bestseller editorial, “Cuando Dios aprieta ahoga pero bien”, cuyos beneficios compartidos le supusieron, contra todo pronóstico, un éxito muy negativo. El día de la presentación le quedaba tan sólo un diente en la encía de arriba y pocos más en la de abajo. Estaba a base de purés y zumos. Con los primeros beneficios editoriales se hizo una dentadura. Nada más colocársela supimos que mejoraría en las fotos pero que apenas se la entendía al hablar. ¿Problema? Que acabábamos de ficharla en el programa de M-80 y una locutora que no vocaliza resulta difícil de mantener en nómina en una radio, por mucho que tú le expliques su gran valía a Polanco. Pero pasó lo que tenía que pasar. En Castellón se acercó a una zapatería, le echó, según ella, cola de caballo a las muelas postizas y aquello quedó encajado de tal forma que no se volvió a escapar un silbido. Sus impecables críticas cinematográficas están ahí para corroborarlo.
    Luego me dio también las infinitas satisfacciones de la película, “Cándida”, que ningún productor – ni yo mismo – creímos que fuera capaz de sacar adelante. ¿Cómo habría de hacerlo? ¿Cómo aprenderse un papel protagonista sin saber leer y sin saber juntar en la escritura más que dos o tres letras? Hasta el rodaje ella siempre leía de oídas. Por poner un ejemplo ejemplizante, solía rememorar con frecuencia sus andanzas cuando elaboraba tortillas (como con patatas) en la Taberna de los Dos Gustos; un local que en realidad tenía un letrero que decía Bar Don Justo.  Se conoce que lo que escuchaba entre líneas es lo que se aplicaba a la interpretación de los neones. Solía oír campanas, cierto… pero en el cine las redobló del todo. Y de qué manera. 
      Gracias a Cándida la vida me ha abierto puertas a lugares que, sin ella, nunca hubiera visitado; a sensaciones convulsas que, sin ella, nunca hubiera experimentado; a saltos de pantalla profesionales que, sin ella, nunca me hubiera atrevido a afrontar. La veo ahora, con sus 80 recién cumplidos, y se me antoja igual a la Cándida que conocí hace tantos años. ¿Extraño? No sé. Al final van a tener razón los neurocientíficos cuando afirman que el ojo humano solamente recoge del rostro que observamos dos datos: los ojos y la boca. Que el resto de la cara se lo imagina. Lo reconstruye con información que tenemos almacenada en el cerebro. Pues debe de ser eso. Que, como los ojos negros de Cándida siempre echan chispas; como sus labios permanecen siempre en cuarto creciente; siempre con una sonrisa colgante; nos centramos en ello y hacemos desaparecer de nuestro registro las marcas del tiempo que parecen no pasar nunca por ella.
FELICIDADES CÁNDIDA.
Guillermo Fesser
"

jueves, 13 de junio de 2013

Amores

Hay muchos tipos de amor, y dentro de cada tipo, muchas evoluciones de ese amor.
Sin pensar mucho se me ocurren:
-          Primer amor
-          Amor verdadero

-          Amores perros

-          Amor platónico
-          El que crees que es amor y con el tiempo te das cuenta que era otra cosa.
-          Amor de madre… aquí quería yo llegar. El resto de amores están suficientemente documentados en cine, literatura y tradición oral, como para que cuando te topas con él, sepas a qué atenerte. No es esa mi experiencia con el amor de madre, que me pilló por sorpresa y no es como me lo esperaba.
Estamos hablando de un amor, que al menos en mi caso, es capaz de provocar calor en la zona del pecho y/o dolor de tripa.
Cuando todo está en paz, les miro cuando juegan, o cuando duermen, de pronto una llamarada de calor me llena el corazón. A mí al menos me pasa así, no estoy en plan poético, literalmente siento calor y algo como zozobra en el pecho.
Cuando están enfermos o algo no va del todo bien, el miedo que se apodera de mi tampoco tiene parangón. Nunca he sentido tanto miedo en mi vida como el miedo de ser madre. Es algo que no te esperas, que llega de golpe, sin avisar. Tienes a un bebé en brazos con fiebre alta, y ahí está, el miedo, te duele la tripa y sientes náuseas. Y una vez que empieza, ya las has liado, volverá cada vez que tus polluelos tengan algún problema. Es un miedo pegajoso e impotente.
Por otra parte el amor de madre que he experimentado en estos años ha sido el más constante que he conocido.
Los otros amores evolucionan más, sobre todo el de pareja, pasa de un amor apasionado a un amor más tranquilo y confortable, también con apasionamiento en momentos, pero en general hay muchos más matices que van variando en ese amor. Mi amor de madre casi no ha evolucionado en estos 8 y 9 años respectivamente. Es un amor constante, primitivo, ilógico.
 


martes, 11 de junio de 2013

Un año

¡¡El 7 de junio este blog cumplió un año!!
Me he dado cuenta de casualidad, leyendo una entrada que hacía referencia a que llevaba un poco más de un año con el blog, y me ha llevado a echar la cuenta del mío.
Soy despistada y poco detallista para estas cosas, lo normal en mí habría sido dejarlo pasar, pero ya que me he dado cuenta, lo he querido compartir con vosotros.
Mi balance es positivísimo. Voy a recopilar algunas ideas al respecto:
-          Me encanta tener un espacio donde escribir de lo que me apetezca. No siento ningún compromiso de escribir con una frecuencia determinada, ni de ningún tema concreto. Es un espacio de libertad sin obligaciones. Un lujo.
-          Estoy muy agradecida a mis seguidores y comentaristas. Me da una alegría tremenda leer vuestros comentarios, ir conociéndoos a través de ellos y pasando a visitaros a vuestros blogs.
-          No tengo troll, ni he tenido en todo un año un solo comentario negativo, o maleducado. Ya se que eso es porque se trata de un blog poco conocido y que levanta poca/nula polémica, pero yo estoy encantada de que sea así.
-          Pasado un año sigo sin haber desvirtualizado. En principio me da respeto y también pereza, para qué negarlo... Para una vez que me decidí a apuntarme a una quedada con unas pocas blogueras queridas, me surgió un viaje de trabajo y no pude ir. Sigue sin apetecerme una quedada masiva como la del sábado que organizaba madresfera. Soy una seta, ya os lo digo yo. Tengo poco tiempo libre, y demasiados amigos, familia, y actividades de ocio para ese escasísimo tiempo libre… Seguro que cuando por fin me lance me arrepentiré de no haberlo hecho antes.
-          No quiero aprender de SEO ni de usabilidad ni de diseño. Yo solo quiero escribir cuando me apetezca y de lo que me apetezca.
-          Me hace muchísima ilusión que me leáis.
-          Este año blogueando de mi vida, se ha pasado volando, espero seguir haciéndolo muchos más.

Muchas gracias por estar ahí

martes, 4 de junio de 2013

Lord of the Rings

Desde que mis afortunados y jubilados padres, se marcharon a tostarse al sol del sur de España, se terminaron las sesiones de cine los domingos por la tarde. Tengo la pestaña de cine abandonada desde entonces y en realidad sí vemos cine, pero en casa. Los fines de semana hacemos sesiones de cine de familia, clásicos de los 80, tipo: ET, Cocoon, La historia interminable… y en general toda peli apetecible apta para infantes.
Mis hijos acaban de dar un paso evolutivo en su filmoteca, y a lo largo de varios sábados hemos completado la saga del Señor de los Anillos. Creía que les iban a resultar películas largas, o incluso que les podría dar miedo, pero no ha sido así. Ya tienen una culturilla cinematográfica de la que estoy muy orgullosa. Les han encantado las tres y de hecho, uno de los regalos de comunión de la niña, ha sido el colgante de Arwen:
(si hay alguna friki como nosotras leyendo, lo compramos por internet)

Entiendo que las películas se puedan hacer largas, pero a mí me gustan mucho. Tienen de todo:
-          La música es maravillosa, escribo esto escuchando su banda sonora, ahora mismo el May it be de Enya
-          Los paisajes son grandiosos, dan aún más ganas de las que ya tengo de ir a Nueva Zelanda
-          Hay guapos y buenos:




-          Hay feos y malos: iba a poner la imagen de un orco, pero paso, que al lado de los dos guapazos de arriba, no voy a poner yo una cosa tan arggg.
-          Hobbits. Yo podría ser un hobbit, a pesar de mi elevada estatura y mi amor por los zapatos, noto dentro de mí un sentimiento hobbiteriano total que se acoplaría divinamente en una de estas casitas redondas en la comarca.

       Amantes de la comida, la cerveza, la alegría, la amistad, la naturaleza, la lealtad... Los elfos son divinos y elegantes, pero yo me veo más de esta guisa:

- Un personaje que me encanta es Gandalf.
Gandalf se sube a un caballo y no dice: “arre” o “corre veloz”, no, él dice: “Vamos Sombragris, muéstrales lo que es la premura”. Oh, me encanta esa frase. El día menos pensado se lo digo a mis hijos a la salida del colegio, cuando salimos a ritmo tortuga: “vamos niños, mostradme lo que es la premura”. No me digáis que no es genial.
Otra suya que me encanta es cuando está al borde de la muerte y sus compañeros dudan si quedarse a ayudarle arriesgando su vida, él les dice: “¡Corred, insensatos!”.
Y una gran verdad: “Muchos de los que viven merecen morir, y muchos de los que mueren merecen la vida”.