lunes, 26 de agosto de 2013

Sin noticias de Gurb

Esto que os voy a contar, vais a creer que me lo he inventado, pero es cierto total.
Tengo la costumbre de releer al azar hojas de libros que ya he leído. Abro un libro, o ahora que tengo muchos en versión digital abro un fichero, y leo las páginas que tengo delante. A veces hace tanto tiempo que leí el libro en cuestión que lo que leo me suena a chino mandarín antiguo y otras veces resulta que recuerdo perfectamente ese pasaje. Costumbres tontas sin importancia. Tampoco es algo que haga todos los días, pero de vez en cuando me da por ahí.
Bueno, pues hoy me ha dado por abrir por la página 63 de mi versión en pdf de “Sin noticias de Gurb” de Eduardo Mendoza y lo que releo es:

Ceno solo en el restaurante chino de la esquina. Puesto que soy el único comensal, el dueño del establecimiento se sienta a mi mesa y me da conversación. Se llama Pilarín Kao (lo bautizó un misionero desaprensivo) y es natural de Kiang-Si. De niño emigró a San Francisco, pero se equivocó de barco y llegó a Barcelona. Como no ha aprendido el alfabeto latino, todavía no se ha percatado de su error, ni yo hago nada por sacarle de él. Se ha casado y tiene cuatro hijos: Pilarín (el primogénito), Chiang, Wong y Sergi. Trabaja de sol a sol, de lunes a sábado. El domingo es su día de asueto y lo dedica a buscar el Golden Gate (en vano) en compañía de toda su familia. Me dice que su ilusión es volver a China; que para eso trabaja y ahorra. Me pregunta a qué me dedico yo. Para no liarle, le digo que soy cantante de boleros. Ah, a él le gustan mucho los boleros, dice, porque le recuerdan a Kiang-Si, su añorada patria. Me invita a una copita de aguardiente chino, que él mismo fabrica destilando lo que la clientela se deja en los platos. Es un líquido de color marrón, algo espeso, de sabor indefinible, pero muy aromático.
                                               *****
Aparte de hacerme reír como siempre, me sorprendo porque desde que volví del viaje encuentro referencias a San Francisco por todas partes. Ya se que eso suele pasar, igual que cuando estás embarazada solo ves embarazadas, cuando te compras un coche, solo ves ese coche, porque focalizas tu atención en lo que te interesa. Pero de todas formas ¡¿qué probabilidades había de que Eduardo Mendoza mencionara a San Francisco y el Golden Gate?!, por Dios, no lo recordaba en absoluto.

Leyendo lo que acabo de escribir… (algo que no debería hacer nunca para evitar vergüenza no ajena), bueno, tal vez he exagerado en la primera frase y no es algo tan alucinante. Pero a mí me lo ha parecido.

6 comentarios:

  1. Pues la verdad que es una coincidencia alucinante!
    Aunque a mi nunca me ha dado por releer fragmentos de libros ya leidos, qué costumbre tan curiosa.
    Un beso

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  2. A mí tampoco me da por leer páginas sueltas. Me cuesta hasta releer un libro ya leído...
    Pero coincido contigo en que resulta la mar de extraño que hayas caído en ese fragmento.
    Ah, y también las no embarazadas vemos embarazadas por todas partes!! Ja ja
    Un abrazo

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  3. Jajaja, pues si es curioso si. Me encanta ese libro, y he disfrutado releyendo este párrafo, que bueno!

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  4. Sí es curioso... Supongo que será porque nosotros tenemos el radar más predispuesto a según qué señales pero no deja de ser bastante llamativo. Un besote!!!

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  5. Yo alguna vez también lo hago. Me ha gustado leer ese fragmento de Gurb que leí hace como 20 años

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