Sábado por la mañana, reina la paz en esta casa. Cada uno estamos a nuestras cosas, en un ambiente relajado, perezoso, que es el habitual las mañanas de los sábados de verano.
Me he dado cuenta de lo poco que frecuento mi blog últimamente, así que me he vuelto a meter en la cama, con el miniportatil encima, rodeada de almohadones, a escribir unas líneas. Me encanta escribir y leer en la cama, mi cuarto tiene una ventana enorme desde la que veo el tejado del edificio del al lado y el cielo.
¿Qué podría yo contaros?... mmm....
- El embarazo sigue su curso y por ahora todo en orden a mis 23 semanitas de gestación. El nivel paranoide de los primeros meses ha bajado bastante. Esos patadones internos me relajan mucho. Ya nos han confirmado que es una niña, para regozijo de mi hija y pequeña frustración del niño. Aunque como él no es de los que se dejan amilanar por un pequeño contratiempo enseguida ha recapitulado y ha dicho que bueno que vale, que las niñas pequeñas también son muy simpáticas. Sobre las mayores no se ha pronunciado y no he querido preguntar. También ha dicho que ojalá sea tan lista y tan ágil como L., y que cante tan bien como yo y la niña ha matizado pero que no tenga mi mal perder, que ufff, menudo mal perder tengo yo... Los demás no somos conscientes de su mal perder, se ve que el calvario lo lleva por dentro. Sí es muy competitiva, eso es cierto.
- El niño lleva un verano un poco alterado. Sigue siendo simpático y cariñoso como es él, ya sabéis que no suelo quejarme de mis hijos, porque en general creo que he tenido mucha suerte y aún con sus defectos, es más todo lo bueno que tienen. Sin embargo en el último mes el niño está rebelde. Nunca ha sido especialmente obediente, pero al menos te soltaba un vale, mami, guapa, ahora voy, y llamadme simple, pero a mi me dejaba más contenta que la retahíla de quejas a las que me somete ahora. Tiene solo nueve años, ¡¡no puede ser rollo adolescente!!. Claro, que él tiene su propia versión de los hechos que le va contando a mi madre y mi hermana, y es que yo estoy muy pesada, que como tengo lo que él llama el "germen del nido" (algo ha oído del síndrome del nido de las embarazadas), le hago recoger su cuarto todos los días. Sacrilegio. Recoger el cuarto todos los días. Acabáramos.
- La niña ha cumplido once años. Está más guapa que nunca, muy alta, delgada y rubia. Se me cae la baba mirándola, y a la vez siento una pena infinita por la niñita que era hasta hace poco. Para compensar por el hermano, ella está encantadora, cariñosa, obediente... Tiene sus momentos de genio, pero son pocos.
Y no hay mucho más que contar. Mis días transcurren entre mañanas de oficina, tardes de piscina, mucha lectura y mucho calor. El día quince nos vamos al frescor gallego, a descansar, comer bien y disfrutar del precioso entorno de Rías Bajas. Pero todavía queda un empujón para eso...