viernes, 15 de enero de 2016

Bajo la misma estrella y la muerte


He leído, más bien devorado, “Bajo la misma estrella” de John Green.

Es un libro precioso. Tiene humor del que a mí me gusta, natural, como sin intentar hacer gracia. Trata con naturalidad y realismo el amor juvenil, las relaciones familiares, el cáncer, la vida y la muerte. Las tonterías con las que nos obsesionamos, lo temporal y absurdo de lo que hacemos. Todo contado de una forma bonita, sencilla, hermosa, sin sobrar ni una palabra, ni un párrafo. Es para leerlo entero y disfrutarlo.

En la primera parte hubo momentos de carcajada. En el final lloré, porque amigos, los chavales tienen cáncer, y aunque no hay dramatismos ni pena forzada de esa empalagosa de tele 5, pero sí hay pena.

Los protagonistas tienen la gran putada de tener cáncer, pero también tienen la suerte de conocerse, de ser listos, ocurrentes, tener buenos padres y saber pasárselo bien a pesar de las circunstancias. Yo enamorada de los dos desde el primer capítulo.

Un libro muy recomendable que me ha hecho pensar en la muerte.

Todos vamos a morir. Parece obvio, pero no lo pensamos ni somos conscientes realmente de ello. Supongo que es la propia supervivencia de la especie la que te hace vivir tu vida como si fuera algo relevante y eterno, cuando no es ni lo uno ni lo otro.

Nunca he tenido depresión ni una vida especialmente difícil, pero recuerdo de muy joven el sentimiento de pensar que si me moría no me importaría. Era un pensamiento con trampa, principalmente porque no tenía pensado morirme. Esa sensación cambió radicalmente el día que me convertí en madre, a partir de ese momento me da pánico pensar que me pudiera pasar algo y qué sería de mis hijos si yo falto. Supongo que me otorgo más importancia en sus vidas de la que tengo. Pero no puedo evitar sentirme una pieza clave para ellos, quiero estar ahí, adelantarme a lo que pueda pasarles, mandarles a la cama antes de que tengan sueño y poner el termómetro si les noto con fiebre. Quiero ser yo misma la que me encargue de todo eso.

Como soy una jodida afortunada, no tuve relación con la muerte de una forma trágica hasta mis 35 años. Hasta esa edad solo habían muerto mis dos abuelos, ya mayores, ley de vida.

Pero a mis 35 años murió de forma inesperada la hermana de mi marido y amiga mía, de 34 años de edad, con una bebé de 4 meses, y que había estado sentada en mi sofá charlando amigablemente 48 horas antes. Aquello marcó un antes y un después. Cuando llamó mi suegra a casa, estaba yo sola, los niños y el padre estaban en la biblioteca, así que fui la que recibió sus llantos de niña pequeña, diciendo cosas que yo no conseguía entender.

De hecho tardé un buen rato, ya una vez colgué el teléfono en asimilar la noticia. Entonces el aire dejó de llegar a mis pulmones con facilidad, empecé a sudar. Era febrero y tuve que salir en camiseta a la terraza porque me cocía y no podía respirar. Podemos decir que primero fue la negación y después fue el pánico.

Luego me eché corriendo a la calle para que mi marido no recibiera la noticia por teléfono en plena calle con mis dos hijos al lado. Para variar no había oído el móvil, así que les traje a casa, mandé a los niños a jugar al cuarto y se lo dije. El reaccionó mejor que yo. Siempre ha sido más sabio para las cosas importantes de la vida.

Vinieron mis padres a casa y marido y yo nos fuimos al aeropuerto a coger un vuelo que nos llevara con el resto de la familia.

Fue un fin de semana horrible. Cuando te pasa algo así hay un sufrimiento físico. Es la diferencia a cuando empatizas con el dolor ajeno. Cuando lo estás viviendo en primera persona no es solo mental y emocional, te duele la tripa, te pica la cabeza, te sudan las manos. Es todo físico y muy real. Además, a la pena y la incredulidad se le suma el hecho de que la vida sigue. Tienes que seguir comiendo, duchándote, ves gente riendo, ves chicas rubias parecidas a tu cuñada con bebés en brazos… En esa época fui consciente de verdad de lo que era la muerte, y es una puta mierda.

16 comentarios:

  1. Yo también lo leí gracias a mi sobrina que me lo prestó y también lo devoré. Es maravilloso y te hace pensar mucho.
    Realmente la muerte es una mierda. Yo perdí a mis suegros en un accidente y tu historia me revelve las tripas y es tal cual como lo cuentas. Hace unos días perdí a mi papá y realmente es una puta mierda.
    Mejor pensemos en lo lindo de la vida.
    Besos

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  2. La muerte de una persona joven es difícil de justificar. No hay por dónde entenderla. Es una cabronada.
    Besos.

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  3. Mi hermano murió cuando yo no había cumplido 18 años, así que por desgracia sé muy bien de lo que hablas.
    Al margen de la muerte de los demás, yo también tengo pánico a la mía por mis hijos, y creo que es al revés de lo que dices, no nos damos cuenta de la falta que les hacemos. Aunque no hagamos muchas cosas bien, somos su "normalidad", las que les organizamos su vida. A mí se me rompe el alma de pensar que tuvieran que pasar sin mí, y no ya pensando en si alguien me sustituiría (si nos pasara algo a los dos), sino en quién podrían confiar, a quién le pedirían el uniforme limpio, a quién le darían las notas de la academia...
    Esto me ha recordado un libro, Nunca digas nunca. Juvenil, recomendación de Ro. De este que hablas yo he visto la peli, pero no lo leí.

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    1. Tu crees?, yo me siento imprescindible pero luego lo pienso con frialdad y seguramente si yo falto mi ausencia se compensaría con otras presencias. Quiero decir, no es lo que me sale del corazón pero es justo decir que no somos imprescindibles.

      La película no la he visto, pero el libro lo recomiendo, es precioso.
      Me apuntó el que dices, Ro es mi fuente para libros juveniles, siempre me fió de sus recomendaciones.

      Un beso

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  4. Yo nunca he pasado por una muerte de estas inesperadas. De momento, toda la gente que ha fallecido a mi alrededor ha sido por la edad y, aunque no significa que no duela, es algo para lo que estás más preparado. Si bien es cierto que, como dice mi madre, para morirse lo único que hace falta es estar vivo, hay muertes que uno no se explica y cuesta mucho más asimilar. Un besote!!!

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  5. Buff, vaya tema. Efectivamente, la muerte es algo duro, muy duro. Sabemos que nos moriremos (y los demás también), pero nos resistimos a aceptarlo (normal). Eso sí, la muerte de alguien joven es dificilísimo de aceptar.

    Los que creemos en que después de esta vida hay algo más, nos ayuda a sobrellevar ese trance. Solo nos ayuda, porque nos cuesta igual que a los demás.

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  6. Conozco el libro y la película porque mi hija adolescente es fan incondicial de la película y luego, de John Green.
    Pienso como tú que, como madres, no tenemos derecho a morirnos. Nuestros hijos nos necesitan y me pasa como al resto que, al pensar que pudiera pasarme algo, se me hace un nudo en el estómago pensando qué sería de ellos.
    La muerte es un asco y cuando es alguien joven y con toda la vida por delante, mucho más. Es terrible.
    Besotes grandes.

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  7. Yo solo digo lo mismo, una y otra vez, por nada del mundo quiero morir después que ninguno de mis hijos, si para eso me tuviera que morir ahora mismo, que así sea.
    La muerte me da poco miedo si viene a por mi, no, claro que no quiero morirme pero es ley de vida, pero verla tan cerca como yo la vi con mi Sol, no, no quiero, no puedo...

    Lou

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  8. A veces la muerte es una puta mierda, sí.
    También creo que cambia la forma de ver o vivir la muerte después de la maternidad. Y pienso como tú: no creo que nadie seamos indispensables: ni las madres. Sé que mi hija estaría bien sin mí, pero no puedo imaginar que alguien aparte de mí pudiera hacer esto y aquello que yo hago con ella como lo hago, y eso me hace querer vivir, en un "querer" diferente que tal vez tiene un poco de aprehensión.
    A mí la muerte así, que te impide respirar bien, me llegó hace dos años, con la muerte de un tío. Recuerdo que le grité a mi mamá por teléfono: "¿Por qué me dices eso?" Creo que fue: "¿Qué te pasa? ¿Por qué me dices eso?" Una cosa tonta. Al día siguiente era el último día del año, y la vida siguió, y parece tan injusto en esos momentos, que la vida siga.

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  9. No he leído el libro, pero me has dejado con las ganas, así que me haré con él.
    Sé bien cómo se vive una tragedia así. A mí me pilló con 28 años, vivían hasta mis abuelos, la única muerte que había vivido era la de mis bisabuelas, imagínate. No olvidaré la frase de una de mis abuelas "no puede ser, es antinatural que yo esté aquí llorando a mi nieto" ...
    Besines

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  10. Qué horrible lo de tu cuñada...

    Yo tenía una amiga con la que acababa de colgar el teléfono, me dijo que venía de enviarme una carta, le dio un infarto y se quedó en el sitio. La carta me llegó el día de su entierro y de mi cumpleaños...

    Besos

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  11. Me has dejado con ganas de leerme el libro, o mas bien como dices tu, devorarlo.
    Siento mucho la perdida de tu cuñada. Las perdidas siempre son horribles. Besos, te sigo.

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  12. Cuando te enfrentas a una muerte cercana, es una mierda... y, aunque cada experiencia es un mundo, yo creo que nadie olvida pequeños detalles absurdos sobre esa vivencia, por más que pasen los años...
    Aunque me acojona la muerte más de lo que me gustaría, creo que la propia es la que menos se sufre... yo no quiero irme, pero sufriría menos que cuando mueran mis "imprescindibles".
    Besitos!!

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