martes, 21 de agosto de 2018

Poniéndome al día

Anoche mientras daba vueltas en la cama intentando conciliar el sueño, tuve por primera vez el pensamiento de hacer una entrada de despedida y cerrar el blog.
Nunca había entendido a la gente que lo hacía, porque el blog no pide pan, y ahí queda para escribir cuando te apetezca aunque sea una vez al año. Sin embargo anoche lo entendí.

Yo he querido mucho a éste mi pequeño blog, he hecho amigos, he conocido incluso cenado con varias personas a las que llegué a conocer por esta página, le he dedicado tiempo y cariño. Así que anoche sentí la responsabilidad de no dejarle morir de inanición. Si hoy en día no me apetece escribir aquí, tendría que cerrarlo. Pero no, aquí estoy y esto no es una despedida, porque voy a hacer otro intento de mantenerlo vivo.

En mi insomnio de anoche también pensé por qué me he unido sin decidirlo expresamente, a la corriente que te lleva a opciones más superficiales, rápidas, visuales y que generan más interacciones, como pueden ser instagram, los foros, twitter. Las razones son simplemente penosas, pero es la realidad, seguramente la mayoría no damos para más. La interacción rápida, el chute en vena, el no tener que esperar a que lleguen un puñado de comentarios, sino recibir inmediatamente "me gusta" o "me parto". A través del blog, las relaciones tenían más calidad, éramos menos pero bien avenidos. En los foros por ejemplo, me encuentro con miles de comentarios y reacciones a los míos, pero que en dos días están olvidados.

Aparte de no dar para más, también es cierto que hay causas más objetivas a ese tráfico desviado, como son que escribir aquí requiere ordenador, y en casa ya nunca tengo el ordenador encendido, siempre uso mi móvil.

En cualquier caso, yo pasaba a contaros cómo nos van las cosas, así que procedo:

- ya estuvimos de vacaciones, tres semanas divididas casi a la mitad entre el sur de España y Galicia. Lo pasamos de maravilla y me di cuenta de cuánto las necesitaba. Los adolescentes estuvieron de lo más entretenidos con sus pandillas de ambas puntas de España, y el poco tiempo que les veníamos, era para estar de buen rollo. Así que yo, que he despotricado del rollo del "tiempo de calidad", y sigo haciéndolo cuando se trata de bebes y niños pequeños que lo que requieren es tu tiempo, sin apellidos. En el caso de los adolescentes, creo que los fines de semana de este invierno que me he empeñado en hacer planes familiares todos juntos, han sido un fracaso. Prefiero que corra el aire, que estén haciendo sus cosas (obviamente planes lógicos y controlados por mi, como es estar en la playa a 30 metros de donde estoy yo pero con sus amigos, o jugando al padel en la urbanización, o viendo una peli en casa de una amiga, etc) a que estén odiándonos por tener que estar obligados de excursión familiar.

- la mayor, a la vuelta de las vacaciones familiares, ha estado tres semanas en Alemania, y ha sido una experiencia muy enriquecedora y divertida para ella. Estuvo con una familia muy maja, en una escuela a la que iba a clases por las mañanas, y de actividades deportivas y lúdicas por las tardes. Se lo ha pasado fenomenal, ha hecho muchos amigos, y además, ha aprendido mucho alemán. Lo mejor de todo es que incluso nos echó de menos. Así que ahora estamos mi adolescente mayor y yo, en pleno romance madre-hija, que ojalá dure mucho.

- el niño está ahora mismo en un campamento de inglés, pero en España. Me pidió que no le mandara fuera, que no le apetecía nada, y que además seguro que le tocaba una familia sucia y que tosiera haciendo mucho ruido. En fin, sus cosas, ¿a quién se le ocurre pensar en el tipo de tos de una familia?, a él. Pero bueno, le entendí, y con 13 años tampoco me parece que sea necesario forzar, así que llegamos a este consenso con el que está encantado. También está siendo toda una experiencia pasar varias semanas fuera de casa, y está haciendo muchos amigos. Lo de aprender inglés no tengo claro cómo lo llevará, aunque el chaval a veces sorprende para bien.

- la pequeñita de la casa está para comérsela. No solo es preciosa, que lo es, es que además tiene cada puntazo de llorar de risa. Os cuento alguno: el otro día estábamos recordando un día hace años que fuimos al parque de atracciones y mi mayor, que tendría 8 años, me hizo subir a unas sillas voladoras del demonio que están como a mil kilómetros del suelo. El caso es que las malditas sillas voladoras tienen la misma sujeción que tendrían de ser las míticas que están a un metro de altura. Es decir, prácticamente ninguna. Así que cuando eso empezó a tirar para arriba, yo empecé a perder años de vida, pensando que se me caía la niña, me caía yo, me desmayaba, y un sin fin de desgracias que acababan en muerte.
Como nos reíamos tanto recordándolo - aunque puta gracia que tuvo en su momento - a la pequeña le pareció una cosa divertidísima, y preguntó si ella también iba en las sillas porque no lo recordaba. "No hija, tú no venías porque no habías nacido". "¡¡Pues haber esperado a que yo naciera!!, ¿por qué fuisteis sin mí??!. Pobriña, estaba súper indignada y sin entender nuestras risas.
Ayer le pregunté si querría ir al cine a ver Los increíbles 2, y me dice toda resuelta: "si me compras palominas sí, pero si solo me vas a dar un plátano, mejor nos quedamos en casa".
Y como estas, mil ocurrencias más, que ocurren cada día y que no me da la vida para escribir y recordarlas siempre.

Y nada más por hoy. Que no dejéis vuestros blogs, ni de comentar en los blogs amigos, y que seáis muy felices