viernes, 26 de agosto de 2016

Breve anécdota. Padre, madre y abuela ante un mismo hecho


Basado en hecho reales de la vida de una servidora.

Tres formas distintas de enfrentarse a un mismo hecho: llevar a los hijos a la estación del AVE.

Antecedentes: los hijos de 11 y 13 a ños respectivamente, van a pasar una semana con los abuelos que están en Málaga, por lo que van a ir y volver solos en el tren. Esto mismo ocurrió el año pasado, por lo que podemos comparar la operación por parte de la madre, por parte del padre y la vuelta en la que es la abuelita la que se encarga.

- La forma de mi marido: deja a los niños en el control de billetes, les da dos besos y hasta luego Lucas. Manifiesta una gran sorpresa ante mi pregunta de si les dejó sentados en sus asientos y comprobó que el tren salió a su hora con ellos dentro.

- Mi forma: pido en Atención al cliente una autorización para que me dejen acompañarles hasta el andén y no me voy hasta que no veo que el tren se pone en marcha con ellos dentro. Mando wasap a la abuela confirmando salida y pidiendo confirmación de la recepción de las criaturas.

- La forma de mi madre: pide una autorización para que la dejen acompañarles hasta el andén y me manda wasap en el que literalmente dice: “He esperado hasta que arrancase el ave de los ni ños y tomara velocidad”. Más tarde me llama para aclararme que es importante asegurarse de que el tren ha cogido velocidad y no queda nadie en el andén.

Eso de esperar a que el tren tome velocidad para marcharte es muy grande y muy de dramaabuela. Y digo yo, ¿es por si los niños se bajan al ver que el tren no va muy rápido?. Las puertas no se abrirían así que tendrían que tirarse por una ventana, pero oye, toda comprobación es poca para una abuela.
Si ya me cuesta hacerle entender a mi marido que debería esperar a dejarles sentados en sus asientos y con el tren en marcha, a ver cómo le explico yo a él el concepto abuelil de “esperar a que tome velocidad el tren”. 
Las madres podemos ser muy plastas pero lo de las abuelitas es más allá del arcoíris.

viernes, 19 de agosto de 2016

Día laborable de vacaciones

Hoy es uno de esos gustosos días laborables en el que yo tengo vacaciones.

Marido trabaja y todo sigue su ritmo normal, con la diferencia sustancial de que yo no me pego un madrugón infernal para pasarme un montón de horas sentada frente al ordenador en la oficina.

Levantarme sin prisa, quedarme un rato en pijama, desayunar con calma, estar con mis hijos, salir a hacer la compra, llevar a la peque al parque... Esas pequeñas delicias.

Me encantan días así sueltos sin hacer nada especial, ni salir de vacaciones, ni tener ningún plan previsto.

Ya hemos vuelto del parque, mi pequeña juguetea a mi al rededor, en cuanto escriba esta entrada tan naif, la daré de comer y se echará su siesta. Yo comeré tranquila, a una hora decente, no tarde ni cansada como cuando salgo de trabajar a las tres, y luego veré una película o leeré a Jo Nesbo hasta que la pequeña se despierte.

Debo ser muy simple, porque días así me hacen súper feliz. Todo el mundo opina que me hartaría de una vida en la que todos mis días fueran tan simples. Lo dudo, aunque nunca se sabe. Yo creo que ya he tenido suficiente "emoción" en mi vida, en cualquier caso, pasar 37 horas semanales en la oficina no lo considero yo precisamente emocionante. Aunque es cierto que te relacionas con adultos, tienes momentos de motivación, de aprender, de conseguir resultados... Bah, no me convence. Como decía, ya he tenido una vida plena en ese sentido, y ahora lo que me apetece es días tranquilos disfrutando de mi tiempo, de mis hijos, de leer, de ver series, de que me sobre tiempo...

En cualquier caso, como solo son días sueltos los que tengo este pequeño lujo, me puedo plantear disfrutarlos sin más. Y el lunes volver a la oficina, agradecida de tener un trabajo, básicamente por el sueldo, pero ¡oye, es algo importante!.

Besos y feliz fin de semana

sábado, 13 de agosto de 2016

Madrid en agosto

Madrid en agosto es una delicia. Al menos todo lo delicia que puede ser Madrid.

Para un madrileño el lujo es la ausencia de gente. El resto del año hay muchos planes frustrados por las masas, más bien hordas humanas, allá donde vayas. Restaurantes de moda abarrotados, el mercadillo navideño en el que no hay quien pise, el metro en hora punta en el que casi no cabes... Por lo hablar del tráfico y de los problemas para aparcar.

En agosto todo cambia.
Esta semana hemos salido a cenar con amigos y hemos elegido en el mismo día el restaurante de moda al que queríamos ir. Sin problema de reservas y sin pasar la noche en un local ruidoso y abarrotado. Hemos ido todos los días a la piscina y hemos podido elegir árbol al que ponernos a la sombra y nos hemos bañado prácticamente solos. Además cada tarde-noche, hemos aparcado en la puerta de casa. Tenemos previsto ir con los niños a ver el sing-along en Canal, que tiene pinta de divertido, si en lugar de agosto estuviéramos en Abril, por decir otro mes al azar, estaríamos con la cosa de ¿habrá entradas? hay que planificarlo y sacarlas con tiempo o no tendremos para el día que queramos. Ahora creo que podremos sacarlas incluso el mismo día que vayamos a bailar Dirty Dancing ooouuuuyeeeahhhh.

El problema es que no siempre es posible quedarte en Madrid en agosto y coger las vacaciones otro mes. Para empezar hay muchos trabajos en los que las vacaciones obligadas son en este mes, incluso empresas ligadas a la fabricación cierran. Además los padres con hijos pequeños tenemos el problema de que guarderías y campamentos urbanos, cierran en su mayoría en agosto.

Este año nosotros no tenemos ese problema porque tenemos a santa M. al cuidado de los tres lechones mientras nosotros trabajamos. Pero ha habido años que nos hemos tenido que coger al menos parte de las vacaciones en agosto.

El caso es que estoy disfrutando mucho este mes en mi ciudad, sería mejor todavía si no tuviera que trabajar, pero no se puede tener todo... Besos

lunes, 8 de agosto de 2016

Novela negra nórdica para el verano

En las últimas semanas he leído dos libros de los que podemos enmarcar en el género de novela negra nórdica.

"El domador de Leones" es el noveno y último libro de la escritora Camilla Lackberg, de la serie Serie Fjällbacka, de la que sorprendentemente me he leído todos los libros.

Digo sorprendentemente porque tengo una relación amor-odio con la escritora. Suelo leerla en verano, en playa o piscina, y alguna vez he escrito sobre sus libros de forma entre neutra y negativa. Por una parte me atraen sus novelas porque enganchan y son tan retorcidas que resultan casi morbosas. Por otra parte me parece que estoy leyendo un culebrón venezolano ambientado en IKEA. Tenemos descripciones casi costumbristas de la vida en un pueblo sueco y del día a día de una mujer actual madre de tres hijos, mezclado con historias para no dormir. No es ya el tema crimen en sí, que es de cajón que vas a tener si lees novela negra o policíaca. Es lo retorcido de los personajes. Hay malos tratos, perversiones sexuales, asesinatos múltiples, abandono de hijos, severos problemas psiquiátricos… ¡de todo lo peor del ser humano!, pero en un pueblecito pequeño y en el entorno más cercano de la protagonista. Es decir, su madre, su hermana, sus vecinos, tienen historias rocambolescas, es como si nadie excepto los dos protagonistas están en su sano juicio.

Eso por una parte engancha, porque está tan alejado de la vida normal, que tiene su punto. Pero por otra parte acaba dejando una sensación de irrealidad un poco confusa.

El otro libro del mismo género es "Una mujer en tu camino", el quinto de la saga del Inspector Sajer, de Karim Fossum. En este caso se trata de libros bien escritos y ambientados, con crímenes en contextos creíbles. El protagonista está tan bien dibujado que parece que le estás viendo. Y hasta las situaciones más extrañas son traídas a la historia de manera muy realista. A la escritora se la conoce, de forma muy merecida en mi opinión, como "la reina noruega del crimen". Esta saga que os comento la empezó en 1995 y el quinto está escrito en el año 2000. Además el protagonista es un hombre maduro y viudo. Así que en teoría debería empatizar más con la mujer del 2015 protagonista de Lackberg, sin embargo, me resulta más fácil hacerlo con el inspector Sajer. Creo que eso dice mucho de la capacidad como escritora de Karim Fossum.

En cualquier caso, puedo recomendar ambos libros, por entretenidos y amenos. No sé si os pasa a vosotros, pero a mí en verano me apetece mucho leer novela de este tipo. Además siempre me quedo con ganas de hacer un viaje por países nórdicos, preferentemente en verano, eso sí, porque en invierno se pelan de frio.

P.D.: Llevo meses con el blog en paupérrima actividad y es llegar agosto que no pasa por aquí nadie, y me apetece escribir una entrada diaria. De verdad que no hay quien me entienda...

jueves, 4 de agosto de 2016

Vacaciones con dos pre adolescentes y una bebé

la pequeña de paseo  por la playa

Ya han terminado mis vacaciones de verano. Tres semanas que han pasado volando pero que he disfrutado muchísimo.

La primera mitad estuvimos en el sur, en un pueblecito pegado a la frontera portuguesa y concretamente en una urbanización a la que llevamos yendo muchos años. Es muy cómodo porque está en primera línea de playa y además, mis dos hijos mayores tienen allí amigos que van cada verano. Somos los únicos madrileños en un radio de varios kilómetros ya que desde Madrid hay mucho destino costero mejor comunicado y más cercano. Todo esto para contaros que cuando llegamos nos rodearon amigos de mis hijos gritando: “¡¡los madrileños, han llegado los madrileños!!”. Nuestra llegada es algo así como cuando llegó el oso panda al zoo de Madrid.
El caso es que a los dos mayores no les vimos prácticamente el pelo, porque se pasaban el día con su pandilla. A ver, exagero, sí les veía pero de lejos. La urbanización es cerrada y con muchas zonas comunes, así que no tiene peligro y se lo pasan genial. A la playa iban con nosotros, pero tardaban cero segundos en localizar algún amigo alrededor con el que irse a jugar o a saltar olas.
Después de cenar volvían a salir al jardín con los amigos, momento en el que se han dado situaciones surrealistas, como uno de los días en el que les dije que a las 11 en casa y me contestó el Niño apesadumbrado: “me estás hundiendo la vida”.
En fin. Las madres somos así. Muy de hundir la vida porque queremos que nuestros retoños se duerman a una hora razonable. La verdad es que están los dos bastante tontitos. Tienen momentos geniales en los que vuelven a ser los de siempre, pero ya no es como antes, que siempre daba gusto estar con ellos y te partías de risa. Supongo que esto es la pre-adolescencia o adolescencia en estado puro, pero me aburre soberanamente.
Por otra parte la que sí está disfrutable a tope es la pequeña, se ha portado genial porque es más buena que un pan. Le ha encantado la playa, se ha bañado, ha comido arena, ha jugado con las olas… Una delicia verla. Ha estado feliz y graciosa a rabiar.

De Andalucía nos fuimos directos al sur de Galicia, a Rías Bajas, atravesando Portugal.
En Galicia ya sabemos lo que nos espera, pero también lo disfrutamos mucho. Familia, comida buenísima, agua de mar helada, paisajes preciosos y mucho descanso.
Lo hemos pasado muy bien, como siempre que vamos a Galicia. Aunque de los cinco, yo soy la que menos disfruto. La pequeña ha alucinado con los gatos y los perros en casa de los abuelos paternos. Los dos mayores se lo pasan genial con los primos, hacen vela, y reciben muchos mimos abueliles. Para mi marido es volver a su tierra, así que el disfrute lo lleva a nivel de necesidad de ir. Os hacéis a la idea de que lo mío no está al nivel del resto. De hecho me encanta Galicia, pero tampoco me importaría saltármelo algún verano para poder ir a otro destino, que anda que no hay sitios maravillosos en España… Pero nada, con conseguir tener la mitad de las vacaciones en un destino en el que poder meter un pie en el agua de mar sin riesgo de congelación, me doy con un canto en los dientes.


Os cuento además que estamos en semana de cumpleaños. El domingo fue el mío y mañana el de mi hija mayor, que cumple trece años. Lo digo y no me lo creo. ¿Cómo es posible que cumpla ya trece años?. Se me pone la piel de gallina. Hace nada era mi bebé, hace menos que nada era mi niña pequeña que se acurrucaba conmigo en el sofá en el que cabíamos las dos estupendamente.  Ahora mide lo mismo que yo y soy una mujer alta. Es una señorita con ideas propias y mucho carácter. A veces me quedo mirándola y me sorprendo, como si no fuera mi hija, como si de un día para otro, se ha convertido en una mujer desconocida.
No voy a rememorar su nacimiento porque creo que ya lo he hecho otros años, es lo que tiene llevar ya más de cuatro años de blog, que como no tenga cuidado me repito, porque al final la vida es cíclica y vuelves a los cumpleaños, a los mismos sentimientos removidos y a los mismos eventos anuales.
Para mi cumpleaños, mi hijo tuvo su momento de gloria cuando me dijo que mi regalo era que me daba 10 euros de sus ahorros y que me bajara a comprar algo. Mira que le conozco y aún así sigue sorprendiéndome. Lo peor es que el tío orgulloso de su idea, no entendía lo de “se trata de tener un detalle y que tú hayas pensado en mí y te hayas molestado en comprar o hacer con tus manos un regalo”. “¡Pero qué mejor detalle que éste, si tú te conoces mejor y vas a acertar más que yo con lo que compres!!!”.