jueves, 7 de julio de 2016

Me voy de vacaciones

Paso a despedirme porque este mismo viernes nos vamos de vacaciones tres semanas. Aunque dada la pobre frecuencia con la que publico últimamente, igual ni notabais la ausencia.

Vamos a hacer un combinado sur-norte que es el que venimos repitiendo los últimos años, pero con la diferencia de que no pasamos por Madrid, curramos unas semanas, y hacemos maletas de nuevo. Sino que en esta ocasión salimos rumbo al sur, y de allí subimos directos por Portugal hasta Galicia. Gambitas-lacón_con_grelos en conexión directa.

Tengo mucha ansia de vacaciones. Este curso ha sido duro. Reincorporación laboral en octubre tras pasar casi un año en casa con mi pequeña. Acoplarme a nuevos horarios y rutinas. El hombro congelado y su tratamiento diario, he mejorado mucho desde que me tratan en la seguridad social, pero aún así, todavía queda. Y el hecho del que ya os hablaba hace poco, de que mi biorritmo sigue siendo el de una chavala de catorce años con cursos escolares de septiembre a junio y parón estival. El caso es que estoy deseando verme en la playa, comiendo coquinas, paseando sin mirar el reloj y bañándome en el mar con mis churumbeles. Llevo el ebook cargadito de libros a ver si le puedo dar buen uso.

En las últimas semanas he tenido ganas de escribir, pero no he encontrado el momento. Mi rutina desde junio ha sido: salgo a las tres de trabajar, voy corriendo a casa, preparo las bolsas de piscina y como tarde a las cuatro estamos rumbo al club que es donde mejor se está, porque hay mucho árbol, césped y piscina. A las 18:40 al coche de vuelta porque mi rehabilitación es a las 19 horas, suerte que el hospital nos pilla de camino a casa, así que yo me bajo y marido e hijos siguen rumbo a casa. Cuando llego tenemos el lío de las cenas, preparar lo del día siguiente, la enana que se desvela y no se quiere dormir… para cuando tengo todo terminado no está una para ponerse a escribir unas líneas.
Uno de los temas sobre el que escribí un post mentalmente antes de dormirme es el siguiente. Lo voy a resumir mucho porque ya no tengo la inspiración que me da la almohada. No aguanto la tendencia a no querer manifestarse claramente sobre algo, queriendo quedar bien con todas las posturas o las opciones elegidas por otros. Esto lo observo en muchos ámbitos, pero el otro día el detonante fue un comentario en un foro maternal. Era algo así como que igual de bueno para tu hijo es que le des leche materna o de fórmula, lo mejor es siempre lo que la madre elija. Hay que recordar que se pueden tener ideas claras y ser educado y respetuoso con las de los demás.

Sobra decir que la madre tiene la opción de elegir. Yo misma he dado leche de fórmula cuando me ha venido bien. Pero para el bebé, no es igual de buena una opción que la otra. Puede serlo para la madre, para la familia en su conjunto, y sobre todo es respetable. Pero ya está. No queramos ser más buenos que nadie dejando a todos contentos como si tuviéramos una inmadurez incapacitante que no nos permite llamar a las cosas por su nombre y asumirlas con serenidad. Ni malamadre ni santamadrehagasloquehagas.

Yo a mis hijos les he dado el pecho porque he querido y podido, pero con ninguno he durado más de ocho meses simplemente por las circunstancias y la falta de ganas de dar más tiempo. Pero no voy a decir que es igual de bueno que si hubiera dado un año, porque lo mejor es lo que decida la madre. No. Lo mejor según la OMS, pediatras y fuentes reconocidas de salud pública, es dar el pecho durante un año, los seis primeros meses en exclusiva. Si no lo haces porque no te viene bien, porque no te da la gana, porque no puedes, estupendo. Pero no hace falta dar la vuelta a los discursos para quedarnos todos tranquilos como si somos niños de jardín de infancia.

Hay cosas que objetivamente son mejores que otras, y luego nosotros podemos elegir.
La coletilla de que lo que elija una madre siempre es lo mejor, es de traca. Por desgracia hay muchos padres que no eligen lo mejor para sus hijos, de hecho, todos en algún momento no lo hacemos.
Cada vez veo todo más polarizado, en posturas que estigmatizan al que no comparte su punto de vista y ahora el todo vale. La extrema derecha, la extrema izquierda y la anarquía. Cuando lo bueno está siempre a mitad de camino, en la lógica y el sentido común, más que en radicalismos. Y de entre todos los radicalismos, creo que el “buenismo” es de los que peor me caen.

¡Igual simplemente es que necesito vacaciones urgentemente!.

Que disfruten ustedes de estas tres semanitas que yo lo intentaré arduamente por mi parte.

domingo, 3 de julio de 2016

La convivencia es fatal para el amor

Tengo una compañera que tras una relación de 18 años, lo ha dejado con su pareja y ha tardado un mes en estar con otro y dos meses en vivir juntos.

Este tipo de historias siempre me sorprenden. Especialmente en la parte de irse a vivir juntos.

La convivencia me parece lo peor para el amor. Si no fuera porque queríamos formar una familia, yo habría seguido viviendo sola en mi propio piso y con mi novio en el suyo y tan felices todos. Compartir dormitorio, baños y nevera es fatal para el romanticismo.

Y bueno, cuando es la primera convivencia uno va ignorante e ingenuo a la hoguera. Pero reincidir con tan poco margen de tiempo, me parece una temeridad.

Yo quiero mucho a mi marido, con el que llevo más de veinte años, entre noviazgo largo y matrimonio. Sin embargo hay días que le mataría, y siempre es por algo derivado de la convivencia. Y qué decir de mal dormir entre ronquidos soñando con taladradoras… eso entiendo que no es un problema en todas las convivencias, pero otros tendrán pegas que yo no tengo, porque como decía la portera Grego: “el que no la da del bazo, la da del espinazo”. Gran potera y gran filósofa, la Grego. Muchos años tuve a bien disfrutar de su sabiduría cuando estuvo de portera en casa de mis padres.

Volviendo al tema: espero que nos dure lo que tenemos toda la vida, pero si no fuera así, no metería a otro hombre en mi casa ni loca. Ni aunque fuera el amor de mi vida y mi hombre soñado. Es más, si lo fuera con más razón no le metería en mi casa para no estropear el invento.

Esta compañera en lugar de estar de tortolitos como se supone que tiene que ser el primer año de relación, saliendo a cenar, quedándose un día a dormir en casa del novio y que te resulte gracioso el follón que monta en la cocina para preparar unas tortitas… Se han metido a vivir juntos y a reformar la casa. Te cagas. Una reforma. Si la convivencia mata la reforma ya te sepulta.

Le oigo hablar con él y discutir porque le ha roto el espejo del armario que llevaba en perfecto estado quince años. ¿Y qué quieres, alma de cántaro?.

Compartir armario, otro horror solo comparable a compartir nevera. Yo calculo que tengo unos quince kilos de más por compartir nevera. Aquí el caballero tiene un cuerpo deportista que quema calorías sin piedad y se puede permitir unas cenas deliciosas. Mientras que el mío engorda solo con abrir la tapa del paté y prepararme a cortar el queso.

Con hijos de por medio es otro cantar. Además de que creo que para los hijos es mejor tener al padre y la madre, ya es una cuestión de supervivencia. Trabajando y con una vida ajetreada, es necesario que estemos ambos al pie del cañón. De hecho cuando marido se va de viaje le echo infinito de menos y reconozco que aparte de porque le eche de menos a él, es porque echo de menos su papel en la familia.

Antes de tener hijos, si estaba fuera le echaba de menos, pero también le veía sus ventajas a una separación corta que te permite valorar lo que tienes y a la vez estar a tu aire durante unos días.

En fin, que ustedes convivan bien.