miércoles, 23 de septiembre de 2015

Sobre mis hijos: se hacen mayores

Me refiero a los dos mayores, claro está, que con sus diez años el Niño y doce años recién cumplidos la Niña, están dando un gran cambio. La pequeña sigue siendo una bebota loquita de nueve meses.

El Niño sigue teniendo momentos de morirse de risa, pero cada vez acompañados de un trasfondo de mayor sensatez. Este año le han cambiado de profesores. Por una historia rocambolesca de las que solo pasan en el colegio de mis hijos, este año que no tocaba cambio de nada, les han hecho uno parcial. Sigue el mismo grupo de alumnos pero con dos profesores distintos. La tutora de mi hijo del año pasado era cariñosa con ellos y mi hijo la apreciaba. Pero mandaba toneladas de deberes. Ningún niño de la clase bajó de dos horas diarias dedicadas a los deberes y por más quejas que transmitimos los padres, el método no cambió. Lleva cuarenta años siguiendo la misma forma de enseñar así que le debía de dar la risa al vernos con intención de hacerla cambiar.
La nueva tutora de mi hijo es una profesora joven con la que él está encantado.
La nueva profe es buenísima mamá. Se nota que es buena porque es guapísima. Por ejemplo A. tenía cara de loca y cuando la conocías te dabas cuenta de que era una loca.
- No se yo si eso tiene mucha base...
- Yo sí que lo se. Es buenísima. Además no se hace la misteriosa como le gustaba tanto hacerse a M. (M. era su tutora el año pasado). Esta no es nada misteriosa, es buena y guapa, no me ha podido tocar una profe mejor.

A ver, el Niño simplifica mucho. Pero seguro que en esa belleza que él ve, hay más de rasgos bondadosos y cariñosos, que de concurso de mises.

El otro día estaba hablando con la hermana de cuando sean mayores y se casen y tengan hijos y le dice:
- Tú hermana, tienes más dudas de cómo será con quien te cases, porque chicos hay de mil formas distintas. Mientras que yo no tengo tantas dudas porque de chicas realmente solo hay de dos tipos: plastas pero majas, y muy duras pero simpáticas.

Tratados de psicología femenina, toneladas de literatura sobre la variedad de mujeres existentes, para que él venga a meternos a todas en dos sacos. Obviamente yo no he querido preguntar a cual de los DOS UNICOS grupos de mujeres pertenezco. Tiene bemoles la cosa, ¿eh?, pensándolo mejor me estoy arrepintiendo del párrafo en el que decía que está madurando. En fin.

La Niña mayor está feliz con su paso a primero de la ESO. Motivadísima con todo, emocionada y contenta. Ya ha empezado con los entrenamientos de baloncesto y en breves empezará la gimnasia rítmica y las clases de piano. Ella está deseando estar a tope con todo.
Además ha empezado a tejer - ¿¡Tejer??!!! - una bufanda para su hermana. Yo alucino con esas habilidades e intereses extraños que tiene mi hija. Yo he sido muy buena estudiante y su padre ha sido y es muy deportista. Pero lo de las habilidades manuales nos supera a ambos. También le encanta peinar, el otro día nos dijo que estudiará física pero que si no encuentra trabajo igual durante un tiempo se hace peluquera.
La chavala adorna su larga cabellera con trenzas vikingas y recogidos que impresionan. Ha encontrado videos en la red de cómo hacer peinados y la cosa ya se ha ido de madre nivel Sissí emperatriz. Ya nos ha dicho que ya tiene pensado cómo va a peinar a la hermana para la Primera Comunión. Os recuerdo que la hermana en cuestión tiene nueve meses. Así que si eso no es planificación y anticipación que venga Dios y lo vea.

La Niña pequeña sigue igual de cabra loca. Gatea como una Fitipaldi, se agarra a muebles y sofás para ponerse de pie, pretende dar pasos sin sujetarse y se cae de culo sobre su pañal, encuentra una pelusa a una milla a la redonda y se la come, muerde zapatos y cualquier cosa que pille menos sus mordedores... Y todo esto con una sonrisa de oreja a oreja y grititos de emoción. Cuando la cojo se achucha fuerte y me chupa, que debe de ser su forma de besar. Es una bebé sana y feliz, que come y duerme bien, pero que no para quieta un segundo.

Y hasta aquí mi repaso de hoy sobre mis tres vástagos. Un beso

viernes, 18 de septiembre de 2015

Cómo cambia la vida cuando menos te lo esperas

Hoy la pequeña está durmiendo más de lo normal. Yo me levanté a desayunar con los mayores antes de que se fueran al cole y volví a la cama pensando que era cuestión de minutos que se despertara la Bella Durmiente, pero no, ahí sigue plácidamente. Y a mi me ha dado por pensar en lo mucho que ha cambiado mi vida en el último año y medio.

Hace un poco más de año y medio no pensaba tener un tercer hijo, ni estar de excedencia tras la baja maternal. A estas horas llevaría hora y media trabajando, habría dormido mal, con un sueño ligero por la falta de cansancio físico y el agotamiento mental, me habría echado a la calle sin desayunar a subirme en el metro para llegar a fichar a tiempo a las ocho de la mañana.

Ahora tengo a mi hija mayor empezando la ESO, yendo a entrenar a baloncesto tres tardes a la semana, volviendo del cole sola a casa porque tiene horarios bastante incompatibles con el Niño que sigue en primaria y con la bebé.

Hace año y medio me sentía en mucha peor forma física que ahora. A pesar del embarazo, parto, lactancia y crianza, me siento mucho mejor física y mentalmente de lo que estaba. Cuando no me despierta la bebé duermo profundamente, cosa que hacía tiempo que no me pasaba. Desayuno con hambre, en pijama, sin prisa. Doy dos largos paseos como mínimo al día. Persigo el gateo loco de mi bebé, acompaño a los mayores a comprar material escolar, y por un motivo u otro, me muevo mucho durante todo el día.
Como y ceno antes de que me entre el hambre atroz devorador. Y todo ello ayuda a que me sienta mucho mejor.

Muchas de estas cosas no van a ser posibles cuando vuelva a trabajar en quince días, pero me pregunto si seré capaz de mantener algunos de los buenos hábitos adquiridos. Ahora parece fácil, pero cuando suene el despertador y sienta la prisa mezclada con el sueño en mis venas, no seré capaz de desayunar. Cuando vuelva a casa a las cuatro de la tarde, me resultará difícil no devorar cualquier cosa. El cansancio mental del trabajo intenso no te da la tranquilidad para tomar las mejores decisiones para tu cuerpo.

No me da pereza ni miedo volver al trabajo por el trabajo en sí mismo. Se que en poco tiempo estaré al día porque soy buena trabajando. Y esto no lo digo como una chulería, lo digo porque es así, y tampoco tiene un mérito especial. Primero porque he tenido suerte con el tipo de empresa en el que trabajo y el tipo de jefes que tengo. Segundo porque trabajo de forma muy intensa, muy concentrada en lo que hago. No dejo de sorprenderme la actividad frenética en redes sociales de algunas personas durante su jornada laboral. Ahora que yo estaba en casa he alucinado con algunas personas que no paran de tuitear, de subir fotos a instagram, de comentar en blogs etc. cuando están en la oficina.

Yo cuando estoy en el trabajo estoy atenta al trabajo y lo normal es que eso de buenos resultados.

Así que lo que me da pereza y miedo de volver al trabajo es principalmente dejar a la pequeña al cargo de otra persona, seguido del destrozo físico al que seguramente volveré en cuanto mi biorritmo deje de ser el actual.

Echaré de menos no ver a mi bebé despertarse y darle su desayuno. Y también echaré de menos que hacer recados no sea misión imposible, comer antes de desfallecer, pasear y tener tiempo para mil cosas que antes me parecían inaccesibles.

Iba a terminar la entrada aquí, pero al releerme me he dado cuenta de que no puedo dejar de mencionar que estos últimos diez meses han sido maravillosos en gran parte gracias a que he contado con ayuda en casa. Nada sería tan genial si además de criar tuviera que fregar, planchar y limpiar el polvo. He sido muy afortunada por podérmelo permitir y por tener una pirámide de prioridades en las que prefiero no comer y no cambiar de ropa, pero que alguien me ayude con la casa. Yo me encargo de los niños con gusto incluso cuando están pesados, con mocos y latosos. Pero con las tareas de la casa es otro cantar, así que desde aquí de nuevo mi agradecimiento a M, que no me lee, pero que gracias a ella soy mucho mejor madre de lo que sería si tuviera que hacer yo lo que hace ella.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

En los últimos días...

He recibido el catálogo de IKEA. Atrás quedaron los años en los que lo esperaba anhelante y leerlo metida en la cama contaba como una de las cosas más apetecibles del domingo. Obviando el hecho de que ahora mismo con un bebé terremoto en casa lo de meterme en la cama a leer una revista me parece ciencia ficción, lo cierto es que el catálogo no me ha gustado. Había leído en tuiter que era top top. Y no. Me he hecho mayor y minimalista así de golpe y porrazo.

Ahora mismo mi casa está abigarrada, pero abigarrada nivel: no hay un espacio libre en el que posar la mirada para relajar la vista. Allá donde mires te encuentras: la cuna de viaje, el cambiador, las piezas de plástico, la silla de paseo, un bibe a medio tomar, un sonajero, las piezas blandas, un paquete de toallitas húmedas, una mantita, el humidificador... (y lo dejo para no agobiaros pero veo más cositas desde donde estoy sentada). Mi sueño sería una casa sin nada. Paredes blancas lisas, muebles claritos sin adornos, solo libros, suelos de madera sin piezas blandas ni duras puestas a traición para que te tropieces.

Quiero minimalismo en mi vida y lo quiero ya.

El catálogo de IKEA es el anti-minimalismo por definición. Todo muy funcional y con mil soluciones de almacenaje, no te digo yo que no, que de hecho las tengo en casa que somos clientes. Pero eso no es lo que yo deseo ahora. Soñar es gratis y yo sueño con una casa despejada que no necesita las soluciones de almacenaje.

Ya la portada con un padre con barba y pinta de no haberse duchado, poniendo un zumo al niño descalzo, con dos mil plantas detrás de ellos, te deja como.... WTF. ¿Quién puñetas pone dos mil plantas en la cocina?. Con hojas que se caen, arena que se sale al regar, y el espacio que ocupan. ¡Y calza a ese niño alma de cántaro que luego se costipa, que el suelo de la cocina está siempre frio!.

Pero el pánico máximo lo he alcanzado al llegar a la página de dormitorios en el que muestran lo que debe ser el sueño de los que colechan, ergo, mi peor pesadilla. El cuarto en cuestión muestra una cama de matrimonio, con la cuna del bebé a la izquierda y dos camas pequeñas a la derecha. Los cinco miembros de la familia en la misma habitación. Con dos cojones. No puedo imaginar peor forma de dormir - que me perdonen los colechantes que me leen -. Yo si pudiera dormía sola en un cuarto amplio bien ventilado en cama de matrimonio para mi sola.

Dormir con el marido roncador y con la bebé, ya es una prueba de superación personal a la que me enfrento cada día. Si a eso le añades a los dos mayores, con sus ruiditos, pesadillas, movimientos nocturnos... abro la ventana y me tiro. Mi sueño es más frágil que una figurita de Yadró. No podemos someterle a pruebas de estrés de este tipo. Ni siquiera imaginarlas porque me espeluzno.

Por lo demás, seguro que acabaremos volviendo a comprar a IKEA porque mis sueños minimalistas distan mucho de ser mi presente. Arg.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Cansancio del rico

Desde mi última entrada ha pasado más de un mes. Mi desaparición se debe a múltiples causas: hiperactividad estival y una bebé muy demandante encabezan la lista.

La primera quincena de agosto lo pasamos estupendamente en Rías Bajas, Galicia. Como todos los veranos vamos y lo cuento, no voy a repetirme. Si alguien tiene curiosidad buscad entradas de agosto de los años pasados. En resumen: mucho verde, mar, frescor, buena comida, familia y amigos.

Después volvimos a Madrid el tiempo justo de hacer las maletas y marcharnos a Praga a la boda de mi hermano. Se ha casado con una checa encantadora que vive y trabaja en España desde hace años. Se lo ha pensado lo suyo, que ya va para las 41 castañas, pero al final parece que ha acertado con la chica. Yo iba con un poco de pereza a la boda, sinceramente. Tanto trajín de avión, hotel, boda, turismo, con una bebé espídica (que es en lo que se ha convertido el angelito que yo tenía), daba cuando menos, cierto reparo.

Al final las cosas salieron bastante bien. Fue un palizaco, eso también, pero lo pasamos de maravilla.
La boda fue en un palacio a las afueras, la ceremonia en el jardín y la cena y baile en unos salones preciosos del palacio. Mis hijos iban reguapísimos, a mi se me caía la baba.
Los días de turismo fueron los más cansadillos, porque mi pequeña necesita que la pongamos a gatear y a explorar a cada rato.
Me he dado cuenta de que yo no podría hacer una guía de Praga con niños, ni en realidad de ninguna ciudad de las que hemos visitado con niños, y son muchas. Porque nosotros hacemos turismo normal, simplemente adaptándonos a sus horarios. Es decir, no se empieza a la jornada hasta que no han dormido lo suficiente, paramos cada vez que necesitan un descanso, comemos cuando tienen hambre, y volvemos al hotel pronto para que duerman sus horas. Pero hacemos el turismo normal típico de cada sitio, no vamos a sitios de niños. En este caso: puente Carlos, el castillo, el reloj, y mucho patear de aquí para allá. Praga es preciosa pero me se sobraban varios miles de turistas.

Para rematar el verano, esta última semana hemos estado en la Costa del Sol con mis padres. Marido de Rodriguez en casa, que con esto de mi excedencia y aprovechar al máximo de playa para mis niños, le está cogiendo el gusto a estar solito en casa...
Ha estado bien por una parte: playa, los niños encantados con los abuelos, etc. Pero por otra parte diría que me ha sobrado esta semana de maternidad sin el padre de las criaturas. A estas alturas del verano el despendole de mis hijos ya es considerable, ya hemos tenido suficiente playa y helados como para valorarlo como cuando hacemos este mismo plan en junio y todo te parece maravilloso.

La pequeña cumple hoy nueve meses y está hecha un terremoto auténtico. Atrás quedaron los meses en los que era la santidad en forma de bebé, en los que solo comía, dormía y sonreía. Desde los seis meses gatea al más puro estilo Fitipaldi y desde los siete tiene obsesión con caminar. Se agarra a todo para ponerse de pie y la muy insensata pretende dar pasos sola. De locos. Todo se lo lleva a la boca, todo lo chupa, a todo quiere llegar. Pa´pegarse un tiro.
Sigue durmiendo muy bien y come de maravilla. Además su carácter sigue siendo bueno, llora poco, sonríe mucho y es muy amorosa. Eso y lo guapa que es, es lo que la salva. Pero podía bajar un poquito el ritmo.

Los hermanos siguen loquitos con ella, aunque ya no se la rifan ni hacen turnos para cogerla. Qué jodíos. Ahora que es cuando más les necesito en cuanto me descuido están cada uno en su cuarto "super ocupados". En realidad les entiendo, porque como la enana no para y es tan inconsciente, agota a cualquiera.

Ayer en el club había un chavalillo un poco mayor que el Niño, con un hermano de tres años y les oigo que dicen:
- yo también tengo una hermana,  pero más pequeña, de ocho meses
- ¡madre mía! - exclama el otro con cara de pánico - si este con tres años da lata lo tuyo tiene que ser mucho peor macho, te compadezco
- ya, es un poco pesada, pero bueno, el peso gordo lo lleva mi madre. Y es tan graciosa que compensa.

Menos mal que al menos reconocen el curre que tengo.

La Niña mayor es la que más me ayuda, la verdad. Siempre ha sido buena, pero este verano ha estado de matrícula de honor. Creo que en este blog no le doy el peso que tiene realmente en mi vida, porque de cara a las anecdotillas, da mucho más juego el Niño con sus ocurrencias. Pero que conste en acta que mi Niña mayor vale su peso en oro. Es buena, lista, guapa y con una empatía que ya la querrían muchos adultos para sí. No sin razón en el cole la llamaban la salvadora de los pringaos. Este verano habría sido mucho más duro sin ella.

                                                       Foto de mis dos hijas en la playa


En cualquier caso el cómputo general del verano ha sido muy bueno. Muy cansado esto de estar al cargo de mis tres hijos todo el tiempo. Pero muy divertido también, una gozada no tener que estar llevándoles de campamento en campamento, contando los días de vacaciones, volviendo de viaje un domingo a las 10 de la noche para al día siguiente a las 8 de la mañana estar en la oficina. Todo el ritmo de vida ha sido mejor, más natural, casi diría que más sano, que cuando trabajo y vamos con todo a matacaballo.
Pero también ha sido cansado. Aunque sea cansancio del rico, del que voy a echar mucho de menos en tres semanas, que es cuando empiezo a trabajar. Solo pensarlo me da dolor de tripa, así que mejor no lo pienso y dejo la entrada en este punto.

Un beso