Como era de esperar la vuelta al trabajo ha sido penosita (he tenido que editar esta frase porque había colado tres tacos muy groseros que me dejaban en una posición muy poco elegante).
Una pincelada: llegar anoche con las maletas llenas y el corazón encogío, tener que preparar las mochilas del campamento de día que inician hoy mis hijos, llegar con mucho sueño a la oficina, donde te espera todo el trabajo de estos ocho días laborables ausente … no sigo para no haceros llorar, solo un detallito más: en esta semana de vuelta ya me han cascado una reunión en Barcelona, que implica más acumulación de trabajo y la paliza de la ida y vuelta en el día.
Llegados a este punto, creo que os voy a explicar con todo detalle por qué en el me presento dejé claro que no me gusta trabajar. El cómo he llegado a este punto, empieza así: pasé la etapa escolar con buenas notas y lo pasaba genial en el cole. La carrera la hice fuera del domicilio familiar, con lo cual, hubo bastante locura de yujuuu-vivo-sin-padres-hago-lo-que-quiero pero como un mes antes de los parciales me entraba lo que yo llamaba ´responsabilidad de última hora´ y me encerraba a estudiar como una auténtica animal (unas 14 horas diarias, lo juro) y al final me iba bien. Terminé la carrera, y mientras unos empezaron un máster, otros se fueron a trabajar a un burguer a Londres…, yo en plan agonía de “quiero trabajar ya!! ganar un sueldo y saber que la carrera ha servido para algo”, estuve enviando tropecientos cvs al día, hasta que en pocos meses, encontré trabajo. Por lista. A currar en consultoría como 12 horas al día. El caso es que me lo pasé bien, lo reconozco, éramos equipos de trabajo de gente de la misma edad, con ganas de reírnos a pesar del estrés. En ese mundo estuve 5 años, de los 23 a los 28, edad en la que el entonces novio desde hacía ocho años (ahora marido) y yo, decidimos casarnos y tener hijos. Tuve mucha suerte, y conseguí abandonar el mundo salvaje de la consultoría y pasarme a trabajar en una entidad financiera, con buen horario y buenas condiciones. Hasta ahí, todo bien, me gustaba y me motivaba trabajar.
Cuando nació mi linda L. todo pegó un vuelco salvaje, que ni yo misma me habría esperado. Es curioso la de situaciones de la vida, que no consigues emular solo pensando en ellas. Por mucho que lo recrees, luego llega de verdad, y es totalmente diferente a como lo imaginaste. Eso me pasó a mí con la maternidad.
Me encantó mi baja maternal – ya sé que a muchas mamás no les pasa, porque se agobian demasiado. Yo también tuve mis momentos puag pero aún así, disfruté muchísimo de mi pequeña, y absolutamente para NADA sentí necesidad de volver a la oficina. Toda mi dedicación y esmeros los quería yo para mi pequeña, y no para regalárselos a mi jefe y a la entidad para la que trabajaba (y sigo trabajando, por cierto). Diréis que soy muy simple, pero yo me realizo mucho más, por ejemplo, enseñando a comer fruta a mi hijos cuando eran bebés, que enseñando a manejar una aplicación de planificación comercial a la gente de oficinas bancarias. Entiendo y respeto profundamente a las mujeres que no lo viven así. También creo que depende mucho de que en qué momento te llegue la maternidad, si no hubiera trabajado antes de tener a mis hijos, fijo que estaba desesperada por probar el mundo laboral que me imaginaría a lo Melanie Griffith en la peli “Armas de mujer”.
Con todo este rollo quiero explicaros, que se abrió un gran abismo entre el mundo laboral y una servidora, al nacer mis hijos. Esa niña de buenas notas, que dejó paso a una mujer trabajadora, se había convertido en una mujer con vocación de mamá y punto. Explico todo esto, para que veáis que no siempre he renegado del trabajo, ni mucho menos. Después del nacimiento de S. me armé de valor y me cogí una excedencia que junto con la baja maternal, me permitió estar con ellos casi un año. Gloria bendita, oigan. Claro que también hubo algunas sombras, siempre las hay, pero compensaron con creces las partes positivas. Mis niños es que son muy agradecidos, y yo no lo debo hacer del todo mal (ejem), el caso es que no han tenido grandes problemas para dormir, se ponen muy pocas veces enfermos, han comido bastante bien … Se que muchas me estáis odiando, lo sé, pero es que así son las cosas, no puedo mentir en mi propio blog.
Sufrí mucho esos primeros años de dejar a los peques al cuidado de otras personas, que bajo mi humilde punto de vista, lo hacen peor que yo (repito, no puedo mentir, perdonarme la chulería please, conste que hay mil cosas que hago mal, ej.: soy la peor cocinera y peor copiloto de la historia, en serio, pero cuidar a mis hijos se me da bastante bien).
Y mientras yo en la oficina, que encima, no voy a trabajar en plan relax, no se hacerlo. Llego y me entrego como si fuera mi empresa, con lo cual te sientes mas necia todavía. Tantos esfuerzos y tanta energía, dedicadas a una actividad menor, cuando la importante la estas delegando en otras personas. Habría sido más feliz dejando de trabajar cuatro años, pero no me atreví por eso del buen trabajo seguro y estable (ahora me da la risa) y con buen horario. Nadie en mi entorno apoyó tampoco mis leves tentativas de dejar de trabajar esos añitos, para todo el mundo era una locura y me arrepentiría; aparte de que no volvería a encontrar algo similar.
El caso es que una vez que ya los tuve a los dos escolarizados, y superados los primeros años de adaptación y gaitas de ese estilo, volvió la calma en el trabajo, en cuanto a que no tengo a mis hijos en mente todo el día, sufriendo por no estar con ellos. Ya hace tiempo que se que están donde tienen que estar, y que allí son felices, aprenden, juegan,… lo que les toca, vaya. Pero justo en ese momento, que podría haber significado mi reconciliación con la vida laboral … ¡¡la crisis financiera!! Y yo trabajo en… una entidad financiera!!. Es muy deprimente tanto a nivel macro (los gestores de mierda que tienen nuestras entidades, llevándose la pasta en planes e indemnizaciones multimillonarias mientras dejan quebradas las entidades); como a nivel micro (el día a día es, ‘que dicen que va a haber un ERE’, fusiones, que esto no tiene futuro, hay que echar más horas, etc.). En este ambientazo laboral llevo desde 2009. Así que definitivamente no me gusta trabajar … De todas formas, me quejo aquí, por eso de que es mi blog, y con mi marido pero sin abusar. Porque con la que está cayendo, es poco serio quejarse de esto, así que ahí me van dos tortas virtuales (plas – plas) para todos los que leyéndome y llegando a estas alturas se han quedado con las ganas de dármelas y que espabile. En fin, necesitaba este desahogo, hay que tener en cuenta que estoy recién llegada de vacaciones, snif.
Otro día os cuento las vacaciones, que han sido muuuyyy buenas y además he estado apuntando frases divertidas de mis filios.
Mil besos y feliz semana!