lunes, 21 de diciembre de 2015

FELIZ NAVIDAD

La primera pista de que me estaba haciendo mayor la tuve este año en mi cumpleaños. Ha sido el primer año en el que en ese día no he sido del todo feliz. Todavía no lo paso mal, pero por primera vez comprendí a los que no les gusta cumplir años y me comí mis palabras de: pero si cumplir años es la mejor opción porque la otra es estar muerto.
La segunda pista es la poca euforia con la que estoy en estas fechas prenavideñas. Para haber sido ser una fan de la navidad, estoy muy sosa. Tampoco es que haya pasado del diez al cero, pero estoy como en un seis sobre diez, en lo que a emoción se refiere.
Me ha dado rabia gastar mis pocas horas libres en ir a comprar regalos para todo kiski (por no hablar de gastar mi recién cobrada nómina). Me ha dado perezón decorar la casa, ver la iluminación del centro y pensar en el menú navideño. Lo he hecho todo pero muy en estado: meh.
Este año repetimos lo de los últimos años, de lo que ya he escrito aquí y aquí: noche buena en mi casa, navidad en casa de mis padres y fin de año en canarias con la familia de mi marido. Son gallegos, pero hace tiempo que cambiamos la lluvia y el temporal, por el cálido clima canario. Todo un acierto.
De la parte canaria de las navidades sigo siendo MUY fan. Me encantan las islas canarias, siempre que he ido lo he pasado fenomenal. Una de mis mejores amigas de la carrera es de Gran Canarias y fui varios veranos, recorriendo varias islas con ella. Me encanta el clima, el carácter tranquilo de la gente, sus playas y las papas con mojo. Vamos, que tengo corazón canario encerrado en un cuerpo madrileño. Así que si no consigo ponerme las pilas en los pocos días que nos quedan, al menos se que me quedará canarias.
En cualquier caso, venía hoy por aquí, no a contaros que me estoy volviendo una rancia, sino a desearos una FELIZ NAVIDAD. Que seáis muy felices y que tengáis un maravilloso año nuevo.
 
 

viernes, 4 de diciembre de 2015

La benjamina cumple un año


Este Lunes mi pequeña cumplirá un año, el mismo día que su hermano cumple once. Tempus fugit.
 
Todo lo mal que lo pasé en el embarazo, entre miedos y dolores varios, lo he pasado de bien en este añito que está por cumplirse.
 
Nació llorando a grito pelao pero en cuanto me la pusieron encima dejó de llorar y se me quedó mirando con esos ojos grandes y almendrados tan preciosos. Ver a tu hijo por primera vez es el momento más emocionante del mundo. Podría revivir mil veces los nacimientos de mis tres hijos y no me cansaría.
 
Los primeros meses ganó el óscar a la bebé más buena del mundo. Su vida consistió en dormir, comer, sonrr y observarlo todo con mirada plácida.
 
A partir de los seis meses empezó a dormir menos durante el día, a moverse más, comenzó el gateo y la vida loca.
 
El verano con ella fue divertidísimo. Disfruté de mis meses de excedencia alargando el tiempo de playa y pasando el verano tranquila con mis tres hijos. Mucha piscina, muchas risas, inicio del destete e introducción de los purés. Le compré un bikini de dos piezas solo para poder reírnos cada vez que se lo ponía. Ahora veo sus fotos con su bikini gateando por el césped o intentando comer arena de la playa, con esos muslitos con roscas y me da morriña.
 
En los últimos meses ha cambiado mucho, es más niñita que bebé. Camina desde los once meses, tiene interés por todo, hace entonaciones de voz y mueve las manos como si fuera una siciliana intentando expresarse. Esos andares bamboleantes que tiene son de morir de amor.
 
A raíz de incorporarme yo a trabajar se ha despegado un poco de mí. Hasta ese momento, aunque sus hermanos o su padre le parecieran muy graciosos, ella siempre prefería mis brazos y mis mimos. Ahora ya se divide entre todos casi por igual. Está más abierta al mundo y a las personas, ha dejado de observarlo todo desde mis brazos para entrar directa a la zona cero.
 
Da besos, bueno, más bien su versión de un beso, que es acercar su cara y resoplarte en el moflete. Simplemente con pedirle un beso o señalar en la cara diciendo: ‘besito’, ya lo hace, para delicia nuestra. No besa a cualquiera, claro. Solo a los más cercanos a ella.
En este año de vida solo ha estado mala unos días, un costipadillo leve, y se curó sola sin tomar medicinas. Otra de las ventajas de que esté en casa y no vaya a guardería.
 
Baila en cuanto oye música. Se sujeta a algo y mueve el culete para un lado y para otro.
 
Come fenomenal. De hecho come tan bien que a veces he llegado a pensar que no le funcionan las papilas gustativas, porque todo le parece bien. Todo tipo de verduras, purés, frutas, pescado… TODO lo que la he dado le ha parecido correcto. Sus hermanos comían bien pero tenían sus líneas rojas. Al niño no le gustaba el pescado, a la niña no le gustaba la papilla de frutas. Sin embargo a la pequeña todo le va. Le doy purés, para asegurarme de que se alimenta bien. Pero además, le dejo que coja de nuestros platos lo que le apetezca. De comida de mayores sus favoritos son los espárragos trigueros, el pavo, las lentejas y el pan.
 
La encantan los balones, los juegos de piezas y de todos los peluches tiene, uno blanco enorme que es su favorito.
 
Sus dos hermanos están loquitos con ella, siempre cariñosos y protectores. En realidad estamos todos locos con ella. Se ha ganado un hueco enorme en nuestros corazones y en nuestra vida. ¡Te queremos, pequeña!.
 

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Eleonor & Park, de Rainbow Rowel


Ya sabéis mi debilidad por la literatura juvenil, así que al terminar dos libros del recientemente fallecido Mankell, he pasado a leer “Eleonor & Park”. Además de la buena crítica de Ro, también sabía que el libro fue elegido por Amazon como uno de los diez mejores libros de 2003.
 


El libro cuenta la historia de amor de dos chavales de dieciséis años.

Es un libro bonito porque trata de ese primer amor, ingenuo y nuevo. De música y cómics que unen a dos personas que aparentemente no tienen nada en común más allá de una ruta de autobús, una edad, y un instituto.




Pero también es un libro triste, porque es realista. La historia y los personajes son creíbles, aunque no hayas vivido en Omaha en 1986, ni hayas tenido un padrastro bebedor y cuatro hermanos mal cuidados; todo lo que se cuenta resulta creíble. Y eso siempre da un punto triste a la historia. Se necesita mucha ficción para que la vida no resulte a veces una decepcionante mierda.

En la vida real el primer amor no suele durar, la vida muchas veces, por una circunstancia u otra te separa de tus seres queridos. Y a veces tienes que elegir de forma egoísta salvarte tú, cuando no vas a poder salvar a los tuyos. Eso es así de triste y de real.

Al principio del libro empaticé más con ella, tan pelirroja, grande y valiente. El me resultaba más ajeno. Pero me fue ganando con su música de los Smith, U2, Sex pistols, Misfit… sus comics, camisetas negras y un corazón enorme. Al final del libro estoy con él a muerte, mientras que ella y su realista comportamiento me resulta un poco cansina.

Es un libro que recomiendo, se lee casi del tirón y a mí me ha gustado.

Una costumbre que tengo es buscar información sobre los escritores que leo. Veo en la wiki que Rainbow Rowel (con ese nombre estaba predestinada a la literatura juvenil) nació en el 73 pero es en el 2011 cuando publica por primera vez. Tuve que investigar un poco más para enterarme de qué había hecho todos esos años hasta que publicó por primera vez. Trabajó como periodista. No sé cuál sería el detonante para que con 38 años decidiera lanzarse a escribir en serio, porque leí en alguna entrevista en inglés, que para ella escribir era un hobby por lo que no se planteaba cosas como por ejemplo buscar ayuda para cuidar a sus hijos y que ella pudiera escribir. Pero por el ritmo que lleva parece que ha llegado para quedarse:

2011 - Attachments
2013 - Eleanor & Park (*)
2013 - Fangirl (*)
2014 - Landline
2014 - My True Love Gave to Me
2015 - Carry On

 (*) elegidas por el New York Times entre la mejor ficción juvenil del año
 

lunes, 16 de noviembre de 2015

El reencuentro de antiguas alumnas

En la última entrada, a demás de lloriquear y quejarme de mi ruina física y mental, os contaba que estaba pensando no ir al reencuentro de antiguas alumnas de mi colegio.
La verdad es que estaba agotada pero a la vez tenía ganas de ir, y finalmente ganaron las ganas. La cabra tira al monte y yo siempre he sido de apuntarme a un bombardeo. A pesar de que me he vuelto infinitamente más sosa de lo quera, pero quien tuvo retuvo.
Salí de Madrid a las 9:30 de la ma ñana rumbo a CiudadX que es donde viví desde los siete hasta los diecisiete años. Luego me fui a hacer COU y a estudiar la carrera a Madrid, pero mis padres siguieron viviendo en CiudadX hasta que yo tenía veinticinco años, así que hasta esa edad seguí yendo con relativa frecuencia, luego ya como mucho una vez al año por ver a mis amigas. Excepto a estas amigas que he mantenido desde la infancia, a la gran mayoría del las compañeras del colegio donde estudié hasta octavo de EGB no las había vuelto a ver. Al fin y al cabo es una ciudad a la que me une poco ya, al no tener familia allí.
Al colegio no había vuelto desde que me fui en octavo. Es curioso cómo son de engañosos nuestros recuerdos. Lo recordaba todo mucho más grande. Mi colegio era y sigue siendo muy bonito. Un edificio antiguo, de techos altos, con un gran patio, huerta, edificio de las internas, iglesia, salón de actos… Tiene mucho terreno porque está a las afueras de la ciudad. Nada que ver con el colegio de mis hijos en pleno centro de la capital, donde el espacio es un bien escaso.
El colegio es tal y como lo recordaba, además está flamante. Se nota que para las monjas es su casa, y lo tienen que brilla. Pintan y hacen reformillas todos los veranos, y está todo muy cuidado.
En cuanto al reencuentro con las compañeras, ¡fue muy emocionante!. Había algunas a las que reconocí nada más verlas, las mismas caras, las mismas miradas, aunque el resto del envase haya cambiado lógicamente.
Una cosa curiosa es que las cuatro ni ñas más gorditas de mi promoción son hoy en día unas mujeres delgadísimas y estilosas, me encantó verlas luciendo tipazo. Mientras que varias de las que antaño fuimos un espagueti, estamos ahora entraditas en carnes, ejem, qué le vamos a hacer.
Otro dato curioso es que varias amigas contaron cosas de cuando yo era pequeña y ¡resulta que por lo que contaban era muy parecida a mi hijo!. Hace nada os decía que mi hijo y yo no nos parecemos, ¿os acordáis?. Pues bien, mi hijo no se parece a mi yo de ahora, pero si es cierto todo lo que contaron, se parece a mi yo niña. Me describían como una niña muy alegre, risueña, con muchísima fantasía, que escribía cuentos y los regalaba. Una compañera me dijo que tenía algún cuento mío guardado y que tenía una imaginación desbordante. Al oírlas contarlo me vienen algunos recuerdos olvidados… pero en cualquier caso, no es como yo me habría descrito ni mucho menos. Así que parece ser que mi hija mayor se parece a mi yo-adulto y mi hijo se parece a mi yo-niña. Qué curioso.
Recorrimos todo el colegio, entramos en las clases y nos hicimos fotos sentadas en los pupitres, nos daban ataques de risa recordando batallitas de cuando reinó Carolo. Así pasamos la ma ñana, vagando por el colegio como vacas sin cencerro. Luego salimos a comer por ahí, de tapas y cervecitas, salimos del túnel del tiempo que supuso esa mañana en el cole, para volver al mundanal ruido. Las mismas risas, pero en otro contexto más actual.
En el lado menos bonito del día, dos chicas de mi promoción tienen problemas mentales, no vinieron al evento, pero lo contaron las que siguen tratando con ellas. Una tiene esquizofrenia y la otra psicosis, están muy medicadas y controladas. Me cuesta imaginar a las niñas que yo recuerdo felices, con ese tipo de problemas. Ha habido más desgracias, aunque no fue el día de hablar de ellas, pero en algún momento del día salieron brevemente a relucir. Como es el caso de otra de mis amigas de entonces, que perdió a su hijo mayor a los dos meses de nacer por muerte súbita del lactante, y otra ha tenido a su hija mayor con leucemia de la que gracias a Dios ya se ha recuperado. A veces la vida es muy puta.
Por otra parte, una de las compañeras a las que más ilusión me hizo ver, era una niña con la que iba muchas veces sentada en el autobús. Era muy tímida y hoy en día es una mujer hecha y derecha, súper mona vestida, con unos taconazos y con mucha seguridad en sí misma. Vive en Francia y tiene cuatro hijos. ¡Ole por M y su evoluci ón vital!.
También estaba la niña más mala de mi curso. Era más mala que un dolor, yo tuve suerte de que nunca le dio por meterse conmigo, porque como le diera por alguien lo llevaba clarinete. Que criatura más chunga. Recuerdo que una vez, tendríamos unos diez años, me invitó a jugar a su casa un sábado. Cuál fue mi sorpresa cuando me deja sola en su cuarto unos minutos y aparece con un botellín de cerveza y un cigarro. Casi me caigo redonda del shock. ¡Que éramos unas canijas, joder!. Yo iba con la idea de jugar a las muñecas. La madre en el salón tan tolonda y nosotras en el cuarto, yo al borde del infarto y la coleguita fumando (con la ventana abierta, eso sí) y bebiéndose su botellín. Obviamente no volví a ir a su casa. Menuda experiencia.
Bien, pues hoy en día sigue siendo guapa pero con la misma cara de mala. No me dio tiempo a hablar casi con ella, solo sé que sigue viviendo en CiudadX, que no estudió y que no ha tenido hijos. Era de familia de dinero de allí, así que no creo que tenga problemas del tipo material.
Varias de mis compañeras están divorciadas, un caso curioso es el de una de ellas, que era de las más populares de entonces. Cuando estuve hablando con ella, me mandó recuerdos de JMR que fue muy amigo mío en el colegio donde hice BUP. Me contó que tras el divorcio estuvo un par de años sola y que ahora era pareja de JMR. Yo tengo la imagen de los dos, como eran entonces y no me pegan nada. El era un chaval muy inteligente, raro, muy original, con nulo éxito con el sexo opuesto. Ella era estudiosa, guapa, con novio desde los 13 años (no siempre el mismo, pero dejaba uno y al día siguiente estaba con otro). Vamos, que si al JMR con el que pasaba tanto tiempo hablando, le cuentan a los quince años que iba a acabar con SFH, no se lo habría creído ni de coña. Las vueltas que da la vida.
Al final del día volví a mi casa con los pies doloridos, cansada, pero muy contenta. Sigo como en un estado de medio nostalgia feliz. Me alegro de haberme animado a ir. Es verdad que aunque hubiera sido un rollo, prefiero arrepentirme de lo que he hecho que de lo que no he hecho.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Balance de la vuelta al trabajo

Hoy hace un mes y once días que volví a trabajar.

Me ha salido el herpes en el labio, y vivo con sueño y hambre constante. Visto con ropa mucho más incómoda aunque se supone que más bonita. Y llevo peor vida se mire como se mire. La principal ventaja es que ya he cobrado la nómina, la echaba de menos.

En el trabajo tengo días de no parar y otros, como hoy, que son más tranquilos. No tengo claro cuáles prefiero. En los que no paro, me canso mentalmente, pero no pienso, no me siento gilipoyas por estar haciendo un trabajo que me trae al repairo mientras tengo a mi hija pequeña en casa al cuidado de otra persona. Los días más tranquilos parece que van a ser mejor, porque va todo más relajado, pero a cambio le doy mucho al coco, me entran dudas trascendentales sobre el sentido de la vida en general y la mía en particular. Del tipo: ¿habría sido más feliz yéndome a vivir a un pueblo donde la vivienda sea barata y pudiéramos vivir con el sueldo de marido? ¿por qué no hemos tenido más hijos? ¿me aporta la ciudad más de lo que me quita?... Una mierda. Luego en frio creo que sí he hecho las cosas lo mejor posible y es más lo bueno que tengo que lo que me falta. Pero ya se por mis dos hijos mayores, que hasta que la enana no vaya al colegio con casi tres años, cada vez que se me vaya la pinza voy a estar dándole vueltas a estas cuestiones.

En el pasado mes de octubre, coincidiendo con mi vuelta al trabajo tras casi un año liberada, mi marido ha tenido cuatro viajes: Salvador, Oporto, Valencia y Vigo.

Cuando él falta en casa se nota mucho. Aparte de por temas afectivos/llámaloX, por motivos de logística doméstica. El se encarga de llevarles al colegio por la mañana y si no está, tiene que llevarles la chica, con la bebé todavía dormida porque la nena es trasnochadora pero no madruga (no sabe nada la tía). Las tardes noches son mucho peores para mi porque me toca el completo de: baños, cenas, recoger, preparar comida del día siguiente, ropa del día siguiente, atender a la enana si se despierta de madrugada. Son tareas que nos repartimos y que se nota mucho cuando me tocan todas a mi tras una jornada laboral. Porque si yo no trabajara fuera me encantaría del pack doméstico con sumo gusto, pero lo de sumar tareas como que no lo llevo bien.

Tampoco han estado en Madrid mis padres. Al final aunque estuvieran tampoco me iba a servir de mucho, porque yo no soy de pedir ayuda y no les voy a hacer venir a las ocho de la mañana a llevar niños al cole ni a las ocho de la tarde a ayudarme con las cenas. Pero bueno, el hecho de que estén aquí da otra tranquilidad aunque solo sea un efecto psicológico. Da igual, ellos no han vuelto del sur hasta este fin de semana. Ni salió de ellos volver antes, ni yo se lo pedí. Quedamos en tablas.

Resultado de todo esto aquí relatado: herpes en el labio y agotamiento máximo.
El lustre y alegría de vivir con la que aterricé en la oficina el uno de octubre ya es historia. Estoy cochambre total. Deterioro físico y mental.

Este fin de semana es el encuentro por los veinticinco años que dejamos el colegio y estoy pensando no ir. Con el conjuntito tan mono que me he comprado y las ganas de ver a compañeras, algunas de las cuales hace los veinticinco años que no las veo, y sin embargo me veo sin fuerzas. No es en Madrid, moverme todo el finde con la familia no me lo planteo. Así que haría ida y vuelta en el día, y sinceramente, no se si tengo energía ahora mismo para ese trajín y todo el jijijaja que acompañará al evento y yo con el labio dolorido… No se lo que haré pero todo pinta a que no voy a ir.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

El Niño y yo


El otro día os contaba cómo quiero a mi hija mayor y podría deducirse por el resto de cosas que cuento, que es por lo que se parece a mí. Sin embargo hoy vengo a contaros de mi relación con mi hijo y lo mucho que le quiero por lo poco que nos parecemos.
Siempre hay excusa para querer a un hijo.

El Niño es hablador, huye de los espacios en silencio. No le gusta estar solo, es de estar en familia. Incluso si va a leer o a dibujar o a realizar cualquier actividad individual en la que no necesitas para nada al resto de la familia, él busca acercarse hacia donde estemos el resto.
El lunes fue día no lectivo y yo me lo cogí de vacaciones para estar con ellos. Hubo un rato que salimos él y yo solos a dar un paseo aprovechando que la pequeña dormía y la mayor tenía que estudiar. No paró de hablar en todo el camino. Pero ni un segundo. La misma habilidad que tiene él para hablar tengo yo para desconectar, así que ni tan mal. Cuando no hay nada en concreto de lo que hablar, me cuenta el libro que está leyendo. Ahora está emocionado con la saga de Crónicas de la Torre, recurre a ella cada vez que no tenemos nada que decirnos. Y me la cuenta con todo lujo de detalle. Personajes con nombres y apellidos, tramas de segundo, tercer y cuarto nivel detalladas como si fueran la principal. Un mareo. Pero a la vez me inspira ternura cuando le veo tan afanado contándomelo y yo sin hacerle ni caso, pensando en mis cosas, o en nada, o en lo guapo que es.

Yo era muy estudiosa a él no le gusta estudiar. Se ha hartado a buscar truquitos para intentar sacar primaria sin rascarla y por suerte, parece que sus diez años de edad, por fin ha claudicado y ha asumido que le toca estudiar y punto. No va a haber truco posible para fingir que sabe hacer raíces cuadradas si no las sabe hacer. Me cuesta entender esta forma de pensar de mi hijo. Yo hago miles de cosas que no me gustan pero que hago, casi se podría decir que con algo de gusto y mucho de resignación, simplemente porque son mi obligación.

No le gusta ver películas que no sean muy dirigidas a público infantil. Con él habría sido imposible ir a ver Marte, por ejemplo. Le gusta la fantasía y aventuras, pero no de mayores, sino infantil o juvenil muy pueril.

Le encanta jugar con los legos, con clics, y con muñecos enanitos con los que inventa miles de fantasías, a mi parecer un poco infantiles. Es el que mejor juega con la bebé, con mucha diferencia. El entra en sintonía total con ella, se pone a su nivel, entra en la misma longitud de onda o lo que sea, el caso es el que el resto flipamos con la enana, la achuchamos, la queremos, pero no somos capaces de jugar con ella como él.

Le gusta mucho la música, ha estudiado piano varios años y este año está en el coro del colegio.

Es más familiar que de amigos. Tiene unos pocos amigos que mantiene desde infantil, pero no necesita incrementar el grupo. De hecho, es invitado a más cumpleaños que niños a los que él invita. Me da la sensación de que cae mejor de lo que se merece por el poco caso que hace a la mayoría de sus compañeros. La Niña mayor y yo somos sociables (yo cada vez menos, también os digo), buscamos al grupo y lo que nos aportan los demás.

Es muy divertido, le encanta reírse con ganas, hacer el ganso, sacar punta a situaciones surrealista, y contagia fácilmente esa alegría. Tal vez ahí radique parte de su éxito.

No es deportista pero da gusto verle nadar. Es increíble cómo se mueve en el agua desde bien pequeño. Aprendió a nadar pronto y nada con mucho estilo. Fue un par de años de un equipo de natación de Madrid y según su entrenador era muy bueno. La pena es que le tuvimos que sacar del equipo porque los entrenamientos eran por la tarde, y no le daba tiempo a hacer los deberes. Me da rabia solo de acordarme, porque a mi hijo le viene mucho mejor pasar la tarde nadando y participar en campeonatos, que estar repitiendo lo que ha estado haciendo en el colegio hasta las cinco de la tarde. En su formación como persona es mucho más enriquecedor lo que le aporta el deporte, tanto física como mentalmente.

Hay miles de cosas en mi hijo que no comprendo, no soy capaz de ponerme en su lugar porque mi forma de pensar y de actuar son radicalmente opuestas, y sin embargo ( ¿o precisamente por ello?) le quiero muchísimo.

martes, 3 de noviembre de 2015

Marte, la película


El otro día dejamos a los chicos con la bebé felices en casa y nos fuimos la Niña mayor y una servidora al cine a ver Marte.
Nos gustó mucho.

En principio me cuesta mucho ponerme en la piel de los astronautas. Sinceramente no se qué carajo se les ha perdido allí arriba, así que cuando ya hablan de lo trascendente de lo que hacen, me pierdo. Pero doy por hecho que es porque yo soy una persona muy mundana y frívola que no sabe ver más allá. Igual dentro de miles de años, cuando la humanidad se haya cargado el planeta tierra y tengamos que vivir en otros planetas y/o universos, se pondrá de manifiesto lo útiles de esas vocaciones espaciales y lo piltrafa de mi forma de pensar.
El caso, una es lo que es y da para lo que da.

Como iba diciendo, a pesar de que sintonizo entre poco y nada con el espíritu de un astronauta, la película consigue hacerme vivir las alegrías y desgracias de mi tocayo Matt con total empatía.
Es una película optimista. Lo que en realidad es un dramón nivel quedarte abandonado en Marte con casi nulas probabilidades de sobrevivir hasta que vuelvan a por ti, se convierte en una experiencia de lucha y supervivencia.

Fascinante la forma en la que el protagonista consigue salir adelante utilizando la ciencia.
Cosas que ocurren lentamente, porque son más de cuatrocientos días los que pasa el amigo Matt en el planeta rojo, la película sabe contarlas de forma amena, dinámica, con los chascarrillos musicales discotequeros para darle su punto de gracia al drama.

Tiene momentos tristes, claro, pero duran poco porque en general la atmósfera es alegre y optimista. Muy recomendable para pasar una tarde agradable.

Soy siempre más partidaria de ir al cine que ver las películas en casa, además de porque en el cine veo la película del tirón, sin interrupciones, me como una bolsa de Maltesers y la pantalla grande ayuda a meterte mucho más en la historia. Está bien, la bolsa de Maltesers también me la podría comer en casa pero lo cierto es que solo me acuerdo de comprarla cuando voy al cine. Pero todo lo demás, en mi caso al menos, solo puede ocurrir en una sala de cine en condiciones. En este caso en concreto, la película requiere pantalla grande. Las escenas espaciales no son lo mismo en tv, os pongáis como os pongáis. 

martes, 27 de octubre de 2015

Mi hija mayor y yo

Siempre he tenido amigos con los que podías estar cómoda estando en silencio. No soy una persona especialmente habladora y lo que desde luego que no soy es de hablar por hablar.

Tampoco es que sea tímida, simplemente no tengo necesidad de rellenar espacios de silencio hablando de cualquier cosa. Puedo estar en el ascensor, en el portal, en una sala de espera o en un taxi, sin decir palabra y sin sentirme incómoda. Hay muchas personas que necesitan rellenar esos silencios con peroratas sobre el tiempo o cualquier asunto, sin ir más lejos el máster-class en eso es mi marido. No es mi caso.

Por eso me encanta que con mi hija mayor pueda estar riendo, hablando, comentando y cuando ya no hay nada más que decir, nos quedemos cómodamente en silencio.
 Soy afortunada, porque hay un montón de cosas que me unen a mi hija mayor y esa es una de ellas. A sus doce años descubro que cada vez tenemos más cosas en común. Nos gusta la ciencia ficción juvenil, este verano hemos leído y comentado sagas de este género, ella lleva meses muy enganchada con Laura Gallego. En ese terreno ella se va haciendo mayor y yo mantengo parte de mi personalidad juvenil intacta a pesar de estar ya talludita. Nos encanta ir juntas al cine, este fin de semana hemos ido solas a ver Marte, que por cierto, nos ha gustado mucho. También nos gusta salir a dar un paseo por el barrio las dos solas. Vamos charlando a ratos y en silencio cuando nos cansamos de hablar. A veces caminamos un pelín separadas, a veces vamos agarradas del brazo. Hasta hace un par de años íbamos de la mano pero últimamente ella siempre se suelta y me dice: “mamá quita, que vamos ridículas”. En fin.
Ella es muy cariñosa de fondo, pero las formas las tiene un pelín ariscas. No bordes, cuidao. Pero casi. El otro día estaba hablando con el Niño y le pregunté si ve a L. en el cole ahora que está uno en primaria y otro en secundaria. Y me dice, “sí la veo pero poco, también ten en cuenta que yo cuando la veo la pregunto ‘qué tal Luchi’, y ella me dice, ‘bien, pírate’, tampoco da para mucho más”. Me hizo reír porque ella es así. Sin acritud pero que te pires.
Si ve que su hermano tiene algún problema se va a desvivir por ayudarle, pero ya pasan bastante tiempo juntos como para que hasta en el patio él se una a su pandilla. El Niño por su parte habría estado encantado de ir a la sombra de la hermana cómodamente, con uno o dos amigos que mantiene desde infantil y punto. Ella no. Ella quiere tener su espacio, sus amigos, al margen de lo que ya tiene en casa. En realidad la entiendo perfectamente.
Es muy estudiosa y responsable, exactamente como he sido yo como estudiante. Se exige mucho, es competitiva con ella misma, intenta batirse a sí misma.
También hay muchas cosas en las que somos muy diferentes. Ella cose, teje, es buena con las manualidades y pinta muy bien. Yo soy nula en todas esas capacidades. Pero aparte de esos detalles, hay muchas más cosas en las que somos muy afines y nos entendemos muy bien, que en las que no tenemos nada que ver.
Y eso me encanta.

jueves, 15 de octubre de 2015

Sobre mis hijos: la pequeña viene pisando fuerte

Menuda tarde me está dando la pequeña. La acabo de meter en la cuna de viaje que tengo en la mitad del salón, dando a la estancia el toque fashion y minimalista que a mi me gusta..., y me he puesto a escribir.
La tía me mira y me hace pucheros, concretamente un puchero que ha aprendido a hacer a base de perfeccionar su técnica que consiste en poner morritos y sacar y meter el labio de abajo dando mucha pena al que la mira.

A parte de por mi comodidad, la he metido ahí porque peligra su integridad física.

No exagero. En la última hora ha estado en bucle haciendo todo lo más peligroso que está a su alcance. Véase: abrir y cerrar la puerta baja del mueble del salón hasta que se ha pillado un dedo. Retrepar a un sofá hasta llegar a una luz regulable, encender, tocar la bombilla y llorar porque estaba caliente. Repetir esta misma operación en intervalos de dos minutos. Tumbarse y meter los brazos debajo del sofá buscando pelusas que comerse. Gatear por el pasillo a una velocidad que me obliga a trotar para seguirla. Abrir la puerta corredera de la cocina, acercarse a la nevera, ponerse de pie y tirar todos los imanes a los que alcanza. Volver al mueble del salón, ver el acceso a la puertecita bajera bloqueado y tirar todos los dvds que estaban sin hacer mal a nadie.
Yo como si fuera parva, además de quitarla de lo peligroso, la razono por qué no puede hacerlo. Y ella me mira con una sonrisa de oreja a oreja, babas colgando por la barbilla y da palmitas. Mi hija mayor al ver la escena ha dicho: "Pobrecilla, a veces me da pena que sea tan tontita y no se entere de nada". Tal cual. A ver, que para diez meses que tiene la nena anda más que sobrada de coco, pero si entramos a comparar en valor absoluto de inteligencia, ahí es donde pincha de pleno.

Qué cosa más torpeda de criatura. Interés loco por todo y ningún conocimiento de la existencia de peligros. Se cree inmortal y como tal se comparta y vive.

Acaba de aparecer el Niño que ya ha terminado los deberes. Hago un inciso para poneros al corriente de su vida académica, de la que en los malos tiempos llegué a abrir hasta una etiqueta. El chaval sigue contentísimo con su nueva profesora, muy motivado, ni un día pregunta dudas, hace los deberes solo y por ahora solo ha traído dos notas pero eran notazas.
A lo que iba, el Niño ha sacado a la loquilla de la cuna, para regocijo de ésta. Es increíble como es capaz de ponerse a su nivel con diez añazos que les separan. Juegan como dos cachorrillos, revolcándose por el suelo, lanzándose contra peluches grandes... Es curioso. No pensé que el Niño fuera a poder "jugar" tan pronto con la hermana, pero sí, esto que hacen ahora mismo, puede llamarse jugar.

En fin, os dejo, que voy a vigilarla no se vaya a despistar el cachorro mayor.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Mi opinión sobre las actividades extraescolares


Estoy teniendo un día un tanto extraño ya que por motivos varios, me he tenido que coger el día libre y una vez terminada la obligación, resulta que la nena está durmiendo muchísimo.

He pasado a leer mis blogs favoritos y esta entrada de Ro sobre las extraescolares me da pie a escribiros cómo llevamos este tema en casa.

En principio soy partidaria de elegir las extraescolares que le interesen al niño, que no las elijan los padres, y que sean compatibles con tener tiempo libre. Esa es la teoría, pero luego la realidad se impone y resulta que tienes una hija que quiere hacer muchísimas y un hijo que no querría hacer casi ninguna. Así que a la Niña mayor la tengo que dejar sin hacer cosas que querría y al Niño le obligo a hacer alguna para que no se amodorre.

A las circunstancias de los chiquillos en cuestión, se unen las circunstancias de horarios escolares  y laborales. Por nuestros horarios de trabajo, mis hijos siempre se han quedado a comedor y su horario de clases es de 9 a 12:30, y de 15 a 17 horas. Como veis tienen un desierto en el bloque central del día, que miles de academias y escuelas han sabido aprovechar en nuestro cole. La oferta de extraescolares es de asustar. Pueden hacer de todo en ese rato enorme que les sobra al mediodía después de comer. Desde esgrima, chino, ajedrez pasando por el violín.

El Niño hace judo, le gusta pero realmente fue medio dirigido. Le dijimos que tenía que hacer algo del deporte que ofrecen en el colegio al mediodía y él eligió judo. También es del coro del colegio, esa es su actividad favorita, le encanta la música y cantar. De esta manera tiene cuatro mediodías ocupado, el viernes libre. Además el sábado por la mañana va a clase de tenis. Es mi actividad favorita a la que llevan yendo desde los cinco años. Nos obliga a estar la mañana del sábado al aire libre haciendo una actividad que les encanta. Marido, ahora la enana, y yo, paseamos por el club, y ellos juegan.

La Niña mayor querría hacer de todo, el día que reparten las hojas de extraescolares para ella es un día de máxima emoción y estrés. Después de mucho negociar y recortar sus expectativas, finalmente hace gimnasia rítmica, piano y entrena en el equipo de baloncesto del colegio. Además de ir a clases de tenis los sábados por la mañana. Hasta el año pasado también hacía judo, pero este año la dimos a elegir solo tres actividades en el cole y éstas fueron sus finalistas.

En el tema de extraescolares creo que es difícil hablar en general – como en casi todo en la vida -. Depende de los niños, de los padres y de las circunstancias de ambos.

En mi opinión hay que intentar que sean actividades que les gusten, que mantengan en el tiempo (mis hijos llevan haciendo prácticamente lo mismo, con pequeños cambios, desde hace años) y que se ajusten a horarios familiares y escolares. Importante que no les quite tiempo de hacer deberes y de tener tiempo libre.

Al Niño le encantaría seguir yendo al equipo de natación pero tuvimos que quitarle porque era por las tardes, y cuando sale del colegio, ya solo tiene tiempo de merendar, hacer deberes y poco más. En nuestra casa se cena a las ocho y se acuestan a las nueve, así que da para poco la tarde. Pero aprovechamos todo ese tiempo que tienen medio perdido al mediodía en el colegio.

Lo que no me gusta es el enfoque de actividades aparca niños e impuestas por los padres en base a frustraciones de su propia vida. En plan, me chiflaría tocar el violín, como yo no tuve oportunidad voy a apuntar a mis retoños así los niños me supliquen que no quieren ir.

Quitando esos casos puntuales, creo que la mala prensa que tiene en muchos casos el que los niños hagan actividades no está justificada.

Y hablo del tema en primera persona y con conocimiento de causa, porque yo fui una niña que hice muchas actividades, lo cual cuando yo era pequeña no era tan habitual hoy en día, y muchas veces me decían lo de “pero bonitaaaa, dile a tu mamá que no vas a tener tiempo de jugaaarrrr”. Léase con tonito pedagógico molestón.

En mi caso, tenía pocos deberes para hacer en casa, casi siempre los traía hechos del colegio, y para mí era mucho más divertido pasar las tardes en mis clases. Desde los ocho años hasta los diecisiete – dejé estas extraescolares cuando me fui de casa para estudiar COU – estuve haciendo solfeo, piano, inglés y karate. Terminé solfeo y coral en el conservatorio y llegué hasta cuarto de piano. En inglés me examinaba por libre en la Escuela Oficial de Idiomas y en karate llegué a cinturón marrón. Con esto quiero decir que eran unas clases que me tomaba relativamente en serio, y aun así, eran diversión. Era aprender, pero también era estar con amigos, conocer gente nueva, nuevos profesores, ir y venir andando a casa, acompañar a una amiga a la suya para que al llegar ella me acompañase a mí… En fin, que mis tardes eran más divertidas y enriquecedoras que si me hubiera quedado en casa haciendo deberes, jugando y viendo la tele.

Además siempre tuve tiempo de jugar y de leer. El tiempo de un niño se puede estirar muchísimo.

El problema hoy en día es la cantidad de deberes que les mandan y los horarios del infierno de los padres. Eso condiciona que no puedan hacer cosas que querrían por estar en casa repitiendo una y otra vez lo que deberían traer hecho del colegio. Y en muchos casos por culpa de horarios extensos de los padres, tienen que hacer actividades que a los niños no les interesa en absoluto.
Esa es mi opinión y vivencia personal. ¿Cómo lo veis vosotros?.

domingo, 11 de octubre de 2015

Trilogía animal de Katherine Pancol


Hace mucho que no escribo sobre mis lecturas, no porque no esté leyendo mucho, sino porque me encanta ser así de anárquica con el blog. Mi objetivo aquí es escribir solo de lo que me apetece y no sabéis el gusto que da, especialmente porque en el resto de parcelas de mi vida soy repipimente organizada. El blog quedaría más bonito si tuviera parcelas temáticas fijas, pero me vais a permitir que pase palabra.
El caso, vengo a hablaros hoy de la trilogía de Katherine Pancol : "Los ojos amarillos de los cocodrilos",  "El vals lento de las tortugas" y "Las ardillas de Central Park están tristes los lunes".

Son unos libros un tanto desconcertantes para mí. Combinan partes, casi diría que costumbristas, con detalladas descripciones de los personajes, de lo que cocinan, de lo que sienten y lo que hacen; con otras partes totalmente surrealistas que recuerdan al realismo mágico. Ocurren cosas tan normales y aburridas como la vida misma, junto con sucesos increíbles que te hacen dudar de si has cambiado de libro (spoiler: uno de los personajes es un bebé superdotado que es la reencarnación de Einstein. Con un par. Fin del spoiler). Por momentos parece que estás leyendo un cuento clásico pero ambientado en el momento actual: tenemos a la madre mala como una bruja y a la hija buena y cándida, por ejemplo.

Con el primer libro me costó un poco engancharme con la historia, seguramente por estos giros de género que da el libro. Pero al final sí podría decir que me enganchó y me gustó.
El segundo libro es de los tres el que con más gusto he leído. También es cierto que lo leí en la playa, de vacaciones, donde todo lo que hagas es más placentero.

El tercer libro me ha cansado más que gustado. A pesar de que me parece que la escritora es buena, que tiene partes tanto en forma como en contenido que son geniales, pero al final estaba bastante aburrida de los personajes y de la trama.  

He leído y oído críticas de lo más dispares. Por una parte se trata de un best seller, así que está claro que mayoritariamente gusta al público. Por otra parte, se leen reseñas espeluznantes sobre lo aburrido y petardo del libro. Claro, que en cada una de estas reseñas abundan comentaristas alabando las bondades de sus libros. Vuelvo al inicio: para mi es desconcertante. No soy capaz de resumir en una sola palabra si me ha gustado o no, ya que a ratos sí a ratos no.

Lo mejor de los tres libros es lo trabajados que están los personajes, están descritos con tanto detalle que se te hacen creíbles a pesar de las locuras y tonterías que puedan ocurrir. Siempre me gusta googlear al autor del libro que esté leyendo. Leí una entrevista a Pancol y en esta pregunta queda aclarado el tema de los personajes:

- ¿Cuál es su método de trabajo, cómo escribe?
- Escribo en pequeños cuadernos, donde voy tomando notas que pego en la pared y voy uniendo unos con otros hasta conformar los personajes. Cuando me pongo a escribir, no tengo una idea preconcebida, la historia va surgiendo sola. Antes paso mucho tiempo con los personajes, les conozco muy bien y les creo a partir de puzles de muchas personas. Con trocitos muy pequeños que vienen de diversos sitios, de pronto te aparece un personaje fantástico. Con un personaje real, estaría limitada, aunque tengo espías en todos lados, desde Miami a Cuba. Necesito la realidad, la uso como clavos con los que voy enrollando la tela.”


Por lo que cuenta, los personajes son el origen de la historia y los que van dirigiendo la trama, y eso se nota cuando lees sus libros. Se nota para bien y para mal.

En fin, que no se si recomendaros sus libros, tomad vosotros la decisión, porque me temo que hay las mismas probabilidades de que os gusten, que de que os parezcan un peñazo épico.

miércoles, 7 de octubre de 2015

He vuelto a trabajar

Dentro de que no creo en la conciliación perfecta ni creeré hasta que no exista la clonación como opción vital, parece que la cosa va funcionando razonablemente bien. Yo vivo mucho peor, eso también. Cuando estoy en la oficina no me encargo de mi familia y cuando estoy con mi familia no me encargo de mi trabajo. Lo normal. Lo que viene siendo la conciliación realista, porque cuando estás en un sitio no puedes estar en otro a la vez.

Dicho esto, algunas cosillas sobre mi vuelta...
... Me levanto entre treinta minutos y una hora antes de lo habitual en los últimos meses, pero pesa como si lo hiciera tres horas antes.
Salgo de casa corriendo sin haber visto a mis hijos a los que dejo durmiendo. Bueno, en realidad el primer día se despertó el Niño que salió a despedirme con los ojos pegados para decirme:
- Mamá, no llores, ¿eh?
- ¡Por quién me tomas hijo!, por supuesto que no voy a llorar - contesté muy seria mientras por dentro hacía buaaaaaaaa -.

El primer día de oficina me esperaban en rojo dos mil novecientos siete emails sin leer. Se dice pronto. Mira que activé el ausente de oficina y todo el que tenía relación laboral conmigo sabía que estaba de baja maternal y excedencia. Aún así, dos mil novecientos siete emails recibidos durante mi ausencia.

También ese primer día de vuelta al curro me esperaban muchas frases hechas y comentarios absurdos sobre la bondad de volver a trabajar. Sobre si es bueno para la madre no entro porque es cuestión de gustos. Y ya se sabe que para gustos los colores. Para mi no es bueno, pero para muchas mujeres sí lo será. Varias compañeras me contaban que ellas estaban deseando volver para tener una obligación diaria, arreglarse, tratar con adultos, etc. Yo no necesito una obligación laboral para salir y relacionarme, pero entiendo que haya otras personas que sí lo necesiten. Lo que ni entiendo ni comparto, es un comentario de una jefa de la empresa (aclaro que no es mi jefa), que atentos a la vuelta de tuerca que plantea:
- blablablabla... y también es bueno para la bebé que vuelvas a trabajar
- ¿para la bebé? ¿en qué es bueno para ella que yo no me ocupe de ella cuando lo hago con gusto? - entendería que no sería bueno para ella si yo lo hiciera amargada -
- pues porque así la bebé ya percibe que tú tienes otras obligaciones y que eres una mujer productiva.

TOCATE LOS WEBS... Para niños de cierta edad entiendo que haya personas que vean un efecto educacional positivo en que la madre trabaje fuera de casa. Aún así es opinable, pero lo puedo entender. Sin embargo, un bebé de nueve meses no entra en este tipo de razonamientos, es todo mucho más primario. Quiere el consuelo y el cuidado que le da una madre/padre/persona_cercana, y es incapaz de entender lo educativo (o no) que tenga que esa persona trabaje fuera de casa. Mi madre estuvo diez años de excedencia cuando mis hermanos y yo éramos pequeños, y luego volvió a recuperar su puesto de profesora con oposición. No recuerdo que fuera más educativo para mi la segunda parte que la primera. También me parece un mensaje muy positivo tener una madre siempre disponible, que se encarga de mil cosas de la casa y de la familia. Pero bueno, como decía, ese aspecto educativo lo veo totalmente subjetivo y opinable y puedo entender las dos posturas.

En cualquier caso, volviendo al relato de mi vuelta al trabajo: ahora paso horas sentada frente al ordenador recluida en una oficina y privada de mi libertad. Suena exagerado pero para mí es exactamente lo que ocurre. Estamos tan acostumbrados a que eso sea lo normal que no le ponemos nombre. Yo ya no decido a qué hora desayuno, si salgo a dar un paseo, a qué hora llamo por teléfono a mi madre y con quién me siento. Me siento dónde y con quién me dice la empresa, tomo un café rápido en los veinte minutos estipulados y no hago llamadas personales (por cierto, es lo peor tener una compañera que no entienda esa norma).

Con todo y con eso, tengo suerte, mis compañeros son majetes, el trabajo es ameno y vuelvo a tener nómina, que realmente es lo único que he echado de menos de trabajar. Bendita nómina.

La pequeña me recibió el primer día con unas emociones que me hacen pensar que me daba por perdida. Tras casi diez meses cosidas a pespunte, al pasar siete horas y media sin mi, debió pensar que algo grave me había ocurrido. Según M pasó más de la mitad de la mañana durmiendo y cuando despertó estuvo jugando tranquila. Así sería, porque ella es muy una bebé práctica y primero intentaría solucionarlo durmiendo y luego se resignaría a que yo no estaba. Pero cuando me vio no lanzó fuegos artificiales porque no tenía a mano. Hizo palmitas, gritos de emoción, me chupó y me mordió. Fiesta loca.

En fin, que todos mis males sean volver a trabajar tras una excedencia muy bien disfrutada.

A pesar de alguna nota dramática que no he podido evitar volcar en esta entrada, no me está costando tanto como me costó con mi hija mayor, a la que dejé en guardería con cuatro meses, ni como con el segundo. Duele, pero no tanto como dolió. Se ve que la experiencia también cuenta para estos casos. Me quedo con la duda de cómo sería la vuelta al trabajo con un cuarto hijo.

(***) Edito la entrada porque veo por los comentarios que me he debido de explicar muy mal con lo del cuarto hijo. No me lo planteo como algo factible, sino que como bien se explica en este video que me dejó el otro día Sugus: http://www.alaya.es/2015/10/02/educar-con-humor-carles-capdevilla/
 con los hijos todo es relativo. Con el primero esterilizas el chupete a cada rato, con el último casi que ni lo lavas (exagerando). Con mi hija mayor mi vuelta al trabajo fue un drama nivel máximo y con la tercera está siendo algo bastante llevadero. ¿Con el cuarto hijo sería todavía más fácil?, con la duda me quedo.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Sobre mis hijos: se hacen mayores

Me refiero a los dos mayores, claro está, que con sus diez años el Niño y doce años recién cumplidos la Niña, están dando un gran cambio. La pequeña sigue siendo una bebota loquita de nueve meses.

El Niño sigue teniendo momentos de morirse de risa, pero cada vez acompañados de un trasfondo de mayor sensatez. Este año le han cambiado de profesores. Por una historia rocambolesca de las que solo pasan en el colegio de mis hijos, este año que no tocaba cambio de nada, les han hecho uno parcial. Sigue el mismo grupo de alumnos pero con dos profesores distintos. La tutora de mi hijo del año pasado era cariñosa con ellos y mi hijo la apreciaba. Pero mandaba toneladas de deberes. Ningún niño de la clase bajó de dos horas diarias dedicadas a los deberes y por más quejas que transmitimos los padres, el método no cambió. Lleva cuarenta años siguiendo la misma forma de enseñar así que le debía de dar la risa al vernos con intención de hacerla cambiar.
La nueva tutora de mi hijo es una profesora joven con la que él está encantado.
La nueva profe es buenísima mamá. Se nota que es buena porque es guapísima. Por ejemplo A. tenía cara de loca y cuando la conocías te dabas cuenta de que era una loca.
- No se yo si eso tiene mucha base...
- Yo sí que lo se. Es buenísima. Además no se hace la misteriosa como le gustaba tanto hacerse a M. (M. era su tutora el año pasado). Esta no es nada misteriosa, es buena y guapa, no me ha podido tocar una profe mejor.

A ver, el Niño simplifica mucho. Pero seguro que en esa belleza que él ve, hay más de rasgos bondadosos y cariñosos, que de concurso de mises.

El otro día estaba hablando con la hermana de cuando sean mayores y se casen y tengan hijos y le dice:
- Tú hermana, tienes más dudas de cómo será con quien te cases, porque chicos hay de mil formas distintas. Mientras que yo no tengo tantas dudas porque de chicas realmente solo hay de dos tipos: plastas pero majas, y muy duras pero simpáticas.

Tratados de psicología femenina, toneladas de literatura sobre la variedad de mujeres existentes, para que él venga a meternos a todas en dos sacos. Obviamente yo no he querido preguntar a cual de los DOS UNICOS grupos de mujeres pertenezco. Tiene bemoles la cosa, ¿eh?, pensándolo mejor me estoy arrepintiendo del párrafo en el que decía que está madurando. En fin.

La Niña mayor está feliz con su paso a primero de la ESO. Motivadísima con todo, emocionada y contenta. Ya ha empezado con los entrenamientos de baloncesto y en breves empezará la gimnasia rítmica y las clases de piano. Ella está deseando estar a tope con todo.
Además ha empezado a tejer - ¿¡Tejer??!!! - una bufanda para su hermana. Yo alucino con esas habilidades e intereses extraños que tiene mi hija. Yo he sido muy buena estudiante y su padre ha sido y es muy deportista. Pero lo de las habilidades manuales nos supera a ambos. También le encanta peinar, el otro día nos dijo que estudiará física pero que si no encuentra trabajo igual durante un tiempo se hace peluquera.
La chavala adorna su larga cabellera con trenzas vikingas y recogidos que impresionan. Ha encontrado videos en la red de cómo hacer peinados y la cosa ya se ha ido de madre nivel Sissí emperatriz. Ya nos ha dicho que ya tiene pensado cómo va a peinar a la hermana para la Primera Comunión. Os recuerdo que la hermana en cuestión tiene nueve meses. Así que si eso no es planificación y anticipación que venga Dios y lo vea.

La Niña pequeña sigue igual de cabra loca. Gatea como una Fitipaldi, se agarra a muebles y sofás para ponerse de pie, pretende dar pasos sin sujetarse y se cae de culo sobre su pañal, encuentra una pelusa a una milla a la redonda y se la come, muerde zapatos y cualquier cosa que pille menos sus mordedores... Y todo esto con una sonrisa de oreja a oreja y grititos de emoción. Cuando la cojo se achucha fuerte y me chupa, que debe de ser su forma de besar. Es una bebé sana y feliz, que come y duerme bien, pero que no para quieta un segundo.

Y hasta aquí mi repaso de hoy sobre mis tres vástagos. Un beso

viernes, 18 de septiembre de 2015

Cómo cambia la vida cuando menos te lo esperas

Hoy la pequeña está durmiendo más de lo normal. Yo me levanté a desayunar con los mayores antes de que se fueran al cole y volví a la cama pensando que era cuestión de minutos que se despertara la Bella Durmiente, pero no, ahí sigue plácidamente. Y a mi me ha dado por pensar en lo mucho que ha cambiado mi vida en el último año y medio.

Hace un poco más de año y medio no pensaba tener un tercer hijo, ni estar de excedencia tras la baja maternal. A estas horas llevaría hora y media trabajando, habría dormido mal, con un sueño ligero por la falta de cansancio físico y el agotamiento mental, me habría echado a la calle sin desayunar a subirme en el metro para llegar a fichar a tiempo a las ocho de la mañana.

Ahora tengo a mi hija mayor empezando la ESO, yendo a entrenar a baloncesto tres tardes a la semana, volviendo del cole sola a casa porque tiene horarios bastante incompatibles con el Niño que sigue en primaria y con la bebé.

Hace año y medio me sentía en mucha peor forma física que ahora. A pesar del embarazo, parto, lactancia y crianza, me siento mucho mejor física y mentalmente de lo que estaba. Cuando no me despierta la bebé duermo profundamente, cosa que hacía tiempo que no me pasaba. Desayuno con hambre, en pijama, sin prisa. Doy dos largos paseos como mínimo al día. Persigo el gateo loco de mi bebé, acompaño a los mayores a comprar material escolar, y por un motivo u otro, me muevo mucho durante todo el día.
Como y ceno antes de que me entre el hambre atroz devorador. Y todo ello ayuda a que me sienta mucho mejor.

Muchas de estas cosas no van a ser posibles cuando vuelva a trabajar en quince días, pero me pregunto si seré capaz de mantener algunos de los buenos hábitos adquiridos. Ahora parece fácil, pero cuando suene el despertador y sienta la prisa mezclada con el sueño en mis venas, no seré capaz de desayunar. Cuando vuelva a casa a las cuatro de la tarde, me resultará difícil no devorar cualquier cosa. El cansancio mental del trabajo intenso no te da la tranquilidad para tomar las mejores decisiones para tu cuerpo.

No me da pereza ni miedo volver al trabajo por el trabajo en sí mismo. Se que en poco tiempo estaré al día porque soy buena trabajando. Y esto no lo digo como una chulería, lo digo porque es así, y tampoco tiene un mérito especial. Primero porque he tenido suerte con el tipo de empresa en el que trabajo y el tipo de jefes que tengo. Segundo porque trabajo de forma muy intensa, muy concentrada en lo que hago. No dejo de sorprenderme la actividad frenética en redes sociales de algunas personas durante su jornada laboral. Ahora que yo estaba en casa he alucinado con algunas personas que no paran de tuitear, de subir fotos a instagram, de comentar en blogs etc. cuando están en la oficina.

Yo cuando estoy en el trabajo estoy atenta al trabajo y lo normal es que eso de buenos resultados.

Así que lo que me da pereza y miedo de volver al trabajo es principalmente dejar a la pequeña al cargo de otra persona, seguido del destrozo físico al que seguramente volveré en cuanto mi biorritmo deje de ser el actual.

Echaré de menos no ver a mi bebé despertarse y darle su desayuno. Y también echaré de menos que hacer recados no sea misión imposible, comer antes de desfallecer, pasear y tener tiempo para mil cosas que antes me parecían inaccesibles.

Iba a terminar la entrada aquí, pero al releerme me he dado cuenta de que no puedo dejar de mencionar que estos últimos diez meses han sido maravillosos en gran parte gracias a que he contado con ayuda en casa. Nada sería tan genial si además de criar tuviera que fregar, planchar y limpiar el polvo. He sido muy afortunada por podérmelo permitir y por tener una pirámide de prioridades en las que prefiero no comer y no cambiar de ropa, pero que alguien me ayude con la casa. Yo me encargo de los niños con gusto incluso cuando están pesados, con mocos y latosos. Pero con las tareas de la casa es otro cantar, así que desde aquí de nuevo mi agradecimiento a M, que no me lee, pero que gracias a ella soy mucho mejor madre de lo que sería si tuviera que hacer yo lo que hace ella.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

En los últimos días...

He recibido el catálogo de IKEA. Atrás quedaron los años en los que lo esperaba anhelante y leerlo metida en la cama contaba como una de las cosas más apetecibles del domingo. Obviando el hecho de que ahora mismo con un bebé terremoto en casa lo de meterme en la cama a leer una revista me parece ciencia ficción, lo cierto es que el catálogo no me ha gustado. Había leído en tuiter que era top top. Y no. Me he hecho mayor y minimalista así de golpe y porrazo.

Ahora mismo mi casa está abigarrada, pero abigarrada nivel: no hay un espacio libre en el que posar la mirada para relajar la vista. Allá donde mires te encuentras: la cuna de viaje, el cambiador, las piezas de plástico, la silla de paseo, un bibe a medio tomar, un sonajero, las piezas blandas, un paquete de toallitas húmedas, una mantita, el humidificador... (y lo dejo para no agobiaros pero veo más cositas desde donde estoy sentada). Mi sueño sería una casa sin nada. Paredes blancas lisas, muebles claritos sin adornos, solo libros, suelos de madera sin piezas blandas ni duras puestas a traición para que te tropieces.

Quiero minimalismo en mi vida y lo quiero ya.

El catálogo de IKEA es el anti-minimalismo por definición. Todo muy funcional y con mil soluciones de almacenaje, no te digo yo que no, que de hecho las tengo en casa que somos clientes. Pero eso no es lo que yo deseo ahora. Soñar es gratis y yo sueño con una casa despejada que no necesita las soluciones de almacenaje.

Ya la portada con un padre con barba y pinta de no haberse duchado, poniendo un zumo al niño descalzo, con dos mil plantas detrás de ellos, te deja como.... WTF. ¿Quién puñetas pone dos mil plantas en la cocina?. Con hojas que se caen, arena que se sale al regar, y el espacio que ocupan. ¡Y calza a ese niño alma de cántaro que luego se costipa, que el suelo de la cocina está siempre frio!.

Pero el pánico máximo lo he alcanzado al llegar a la página de dormitorios en el que muestran lo que debe ser el sueño de los que colechan, ergo, mi peor pesadilla. El cuarto en cuestión muestra una cama de matrimonio, con la cuna del bebé a la izquierda y dos camas pequeñas a la derecha. Los cinco miembros de la familia en la misma habitación. Con dos cojones. No puedo imaginar peor forma de dormir - que me perdonen los colechantes que me leen -. Yo si pudiera dormía sola en un cuarto amplio bien ventilado en cama de matrimonio para mi sola.

Dormir con el marido roncador y con la bebé, ya es una prueba de superación personal a la que me enfrento cada día. Si a eso le añades a los dos mayores, con sus ruiditos, pesadillas, movimientos nocturnos... abro la ventana y me tiro. Mi sueño es más frágil que una figurita de Yadró. No podemos someterle a pruebas de estrés de este tipo. Ni siquiera imaginarlas porque me espeluzno.

Por lo demás, seguro que acabaremos volviendo a comprar a IKEA porque mis sueños minimalistas distan mucho de ser mi presente. Arg.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Cansancio del rico

Desde mi última entrada ha pasado más de un mes. Mi desaparición se debe a múltiples causas: hiperactividad estival y una bebé muy demandante encabezan la lista.

La primera quincena de agosto lo pasamos estupendamente en Rías Bajas, Galicia. Como todos los veranos vamos y lo cuento, no voy a repetirme. Si alguien tiene curiosidad buscad entradas de agosto de los años pasados. En resumen: mucho verde, mar, frescor, buena comida, familia y amigos.

Después volvimos a Madrid el tiempo justo de hacer las maletas y marcharnos a Praga a la boda de mi hermano. Se ha casado con una checa encantadora que vive y trabaja en España desde hace años. Se lo ha pensado lo suyo, que ya va para las 41 castañas, pero al final parece que ha acertado con la chica. Yo iba con un poco de pereza a la boda, sinceramente. Tanto trajín de avión, hotel, boda, turismo, con una bebé espídica (que es en lo que se ha convertido el angelito que yo tenía), daba cuando menos, cierto reparo.

Al final las cosas salieron bastante bien. Fue un palizaco, eso también, pero lo pasamos de maravilla.
La boda fue en un palacio a las afueras, la ceremonia en el jardín y la cena y baile en unos salones preciosos del palacio. Mis hijos iban reguapísimos, a mi se me caía la baba.
Los días de turismo fueron los más cansadillos, porque mi pequeña necesita que la pongamos a gatear y a explorar a cada rato.
Me he dado cuenta de que yo no podría hacer una guía de Praga con niños, ni en realidad de ninguna ciudad de las que hemos visitado con niños, y son muchas. Porque nosotros hacemos turismo normal, simplemente adaptándonos a sus horarios. Es decir, no se empieza a la jornada hasta que no han dormido lo suficiente, paramos cada vez que necesitan un descanso, comemos cuando tienen hambre, y volvemos al hotel pronto para que duerman sus horas. Pero hacemos el turismo normal típico de cada sitio, no vamos a sitios de niños. En este caso: puente Carlos, el castillo, el reloj, y mucho patear de aquí para allá. Praga es preciosa pero me se sobraban varios miles de turistas.

Para rematar el verano, esta última semana hemos estado en la Costa del Sol con mis padres. Marido de Rodriguez en casa, que con esto de mi excedencia y aprovechar al máximo de playa para mis niños, le está cogiendo el gusto a estar solito en casa...
Ha estado bien por una parte: playa, los niños encantados con los abuelos, etc. Pero por otra parte diría que me ha sobrado esta semana de maternidad sin el padre de las criaturas. A estas alturas del verano el despendole de mis hijos ya es considerable, ya hemos tenido suficiente playa y helados como para valorarlo como cuando hacemos este mismo plan en junio y todo te parece maravilloso.

La pequeña cumple hoy nueve meses y está hecha un terremoto auténtico. Atrás quedaron los meses en los que era la santidad en forma de bebé, en los que solo comía, dormía y sonreía. Desde los seis meses gatea al más puro estilo Fitipaldi y desde los siete tiene obsesión con caminar. Se agarra a todo para ponerse de pie y la muy insensata pretende dar pasos sola. De locos. Todo se lo lleva a la boca, todo lo chupa, a todo quiere llegar. Pa´pegarse un tiro.
Sigue durmiendo muy bien y come de maravilla. Además su carácter sigue siendo bueno, llora poco, sonríe mucho y es muy amorosa. Eso y lo guapa que es, es lo que la salva. Pero podía bajar un poquito el ritmo.

Los hermanos siguen loquitos con ella, aunque ya no se la rifan ni hacen turnos para cogerla. Qué jodíos. Ahora que es cuando más les necesito en cuanto me descuido están cada uno en su cuarto "super ocupados". En realidad les entiendo, porque como la enana no para y es tan inconsciente, agota a cualquiera.

Ayer en el club había un chavalillo un poco mayor que el Niño, con un hermano de tres años y les oigo que dicen:
- yo también tengo una hermana,  pero más pequeña, de ocho meses
- ¡madre mía! - exclama el otro con cara de pánico - si este con tres años da lata lo tuyo tiene que ser mucho peor macho, te compadezco
- ya, es un poco pesada, pero bueno, el peso gordo lo lleva mi madre. Y es tan graciosa que compensa.

Menos mal que al menos reconocen el curre que tengo.

La Niña mayor es la que más me ayuda, la verdad. Siempre ha sido buena, pero este verano ha estado de matrícula de honor. Creo que en este blog no le doy el peso que tiene realmente en mi vida, porque de cara a las anecdotillas, da mucho más juego el Niño con sus ocurrencias. Pero que conste en acta que mi Niña mayor vale su peso en oro. Es buena, lista, guapa y con una empatía que ya la querrían muchos adultos para sí. No sin razón en el cole la llamaban la salvadora de los pringaos. Este verano habría sido mucho más duro sin ella.

                                                       Foto de mis dos hijas en la playa


En cualquier caso el cómputo general del verano ha sido muy bueno. Muy cansado esto de estar al cargo de mis tres hijos todo el tiempo. Pero muy divertido también, una gozada no tener que estar llevándoles de campamento en campamento, contando los días de vacaciones, volviendo de viaje un domingo a las 10 de la noche para al día siguiente a las 8 de la mañana estar en la oficina. Todo el ritmo de vida ha sido mejor, más natural, casi diría que más sano, que cuando trabajo y vamos con todo a matacaballo.
Pero también ha sido cansado. Aunque sea cansancio del rico, del que voy a echar mucho de menos en tres semanas, que es cuando empiezo a trabajar. Solo pensarlo me da dolor de tripa, así que mejor no lo pienso y dejo la entrada en este punto.

Un beso


jueves, 30 de julio de 2015

Del revés

Esta semana he ido con mis dos hijos mayores al cine a ver Del revés.


Había oído y leído muchas cosas buenas de la película, con lo cual inevitablemente elevas tus expectativas hasta el infinito y más allá. Y claro, aunque esté muy bien, no deja de ser una película de dibujos.

En cualquier caso me ha gustado, no me parece la obra maestra que decían algunos, pero sí tiene muchas cosas que me han gustado:

- Es original. Esto es un gran punto a su favor, porque estoy harta de revisiones de la misma idea repetidas hasta el infitino. La película trata sobre cómo los sentimientos afectan en nuestra vida. La protagonista es una niña de once años, vemos desde que nace como Alegría, Tristeza, Miedo, Ira y Asco, representados por unos muñecotes que ocupan la central de su cerebro, influyen en su vida. Todo cambia cuando Riley se cambia de ciudad y la Tristeza intenta invadir un poco todo...Lo dejo aquí por ahora, igual luego me animo a spoilear pero ahora voy a seguir con la lista de cosas positivas de la peli.

- Es divertida: tiene unos puntazos buenísimos. Cómo opera el cerebro del padre en contraposición al de la madre, cómo reaccionan los sentimientos de distintos personajes, etc. Tiene momentos muy buenos en los que te ríes con ganas.

- Gusta a mayores y pequeños. Al menos a nosotros nos gustó a los tres y fuimos porque varios amigos nos la recomendaron y les pasó lo mismo, que les gustó a padres e hijos. Puede que a muy pequeños no, porque no la entiendan, no estoy segura.

Allá voy con el spoiler de la película, o más bien con mi interpretación de la misma, porque no se si realmente se puede spoilear una película de este tipo... El caso: ocurre que la niña se va haciendo menos niña coincidiendo con un cambio de residencia familiar. Inciso: mira que cambian de ciudad los americanos, rara es la peli en la que la familia no cambie de ciudad en plan pirarse a 1000 km de donde vivían y ni se despeinan. Fin del inciso. A ella el cambio de ciudad, colegios, casa, amigos... la impacta, pero intenta tirar de la Alegría y no permite a Tristeza que toquetee libremente sus nuevos sentimientos y recuerdos. Esto hace que se líe una buena en la Central de los sentimientos y Alegría y Tristeza acaben perdidas por los almacenes de recuerdos. La niña queda totalmente bloqueada durante un tiempo. Dejando aparte las batallitas que ocurren en la peli, me gustó esa idea. Creo que nos pasa muchas veces que no queremos dejar a la Tristeza el hueco que necesita. Yo misma soy mucho de reír y poco de llorar. Yo me desahogo riendo mucho, sacando el lado cómico de las miserias de la vida, pero me cuesta dejarme invadir por la tristeza. Y es cierto que a veces es necesario. Solo a veces, ¿eh?, que no se vengan arriba los llorones que por cualquier motivo montan un drama porque eso NO. En el punto medio, señores, el punto medio. Ni siempre jaja ni siempre buaaaaa. Hay que reír cuando toca y llorar cuando no queda más remedio.

Al final todo se soluciona, y la niña consigue hacer conciliar todos sus sentimientos, de manera que sus recuerdos ya no son bolas de un único color con un único sentimiento, sino que consigue mezclar recuerdos en los que hay varios sentimientos conviviendo.
Y eso es hacerse mayor... Eso y empezar a dormir mal, pero eso es un tema que no tratan en la película. Igual un día le dedico un post: lo peor de hacerse mayor es no volver a dormir profundamente. Bueno, igual no es lo peor, pero sí está en el top de las peores cosas.

Si habéis ido a ver la peli y queréis dar vuestra opinión, ¡adelante!.

miércoles, 29 de julio de 2015

Premio blogger o excusa para publicar algo

Mis días transcurren veloces entre cuidar de mis tres retoños, pasar calor y tardes de piscina. Así que aunque os leo desde el móvil, escribo poco.
Ahora mismo que tengo un rato porque la enana duerme y los dos mayores leen, no se me ocurre nada para escribir, pero me he acordado de un premio que tengo pendiente desde mayo (ya me vale).

Ali Eb me lo pasó en esta entrada, gracias hermosa. Hay que contestar cinco preguntas, que me dan la excusa para enrollarme un poco:

- Una cosa que cambiarías de tu situación actual.
Si tengo que elegir una sola cosa para cambiar tengo claro cuál sería: no tener que volver al trabajo el 1 de octubre. Me encantaría poder estar cuidando yo personalmente de mi pequeña hasta que empiece a ir al cole. Esos dos años más con ella me harían muy feliz y me quitarían de muchos quebraderos de cabeza que seguro tendré cuando tenga que volver al trabajo y ella se quede en casa al cuidado de M.
Ya me pasó con los dos mayores, así que por mucho que los años me hayan hecho más tranquila y sensata (ejem), se que voy a sufrir.

Tengo un buen trabajo, con buen sueldo y buen horario, así que no renunciaré a él para estar con mi pequeña estos dos años.
No tengo valor para hacerlo, porque se que estaría cometiendo un error. Cuando quisiera volver a trabajar, porque se que ese día llegaría, no iba a encontrar algo ni medianamente parecido. Así que si una lotería no lo resuelve antes, el uno de octubre sería un día negro para mi.

Si me dieran a elegir otras cosas para cambiar, a mucha distancia de esta primera pondría: adelgazar y tener mejor carácter.

- ¿Qué no perdonarías nunca?
Lamentablemente hay muchas cosas que no perdonaría nunca. Aprovecho para confesar que uno de mis mayores defectos es que soy muy rencorosa. Fatal, lo se, pero es como soy.
En un super alarde de superación personal, puedo llegar a perdonar pero nunca a olvidar.
Tengo la suerte de que la vida me trata bien y he dado con un buen marido, buenos amigos y buena familia. Pero en las pocas ocasiones en que alguien me ha fallado, no lo he perdonado casi nunca.

- Tu disfraz perfecto, ¿cual sería?
Ninguno. No soy de disfrazarme. Tengo mi infancia muy bien resuelta y en ella me disfracé mucho. De pequeña salía vestida de flamenca un día sí y otro también. Mi madre era muy consentidora para eso, y de ello dan muestras las cien mil fotos mías disfrazada en el parque, en mi casa y en mil momentos y lugares donde no venía a cuento mi look.

- ¿Crees en el amor para toda la vida o es un cuento de hadas?
Creo en el amor para toda la vida, que es un amor que evoluciona. No es el mismo amor el del primer mes de relación que el de cuando llevas veinte años, y menos mal. Mi cuerpo no aguantaría esa ebullición del principio.
Yo llevo trece años casada, estuvimos de aniversario hace pocos días, y previamente fuimos novios durante ocho años. Discutimos, tenemos distintas opiniones sobre muchas cosas, pero nos seguimos queriendo y espero que así siga toda la vida.

- Una canción que sea importante en tu vida.
No puedo elegir solo una. La música tiene un papel importante en mi vida, así que son demasiadas y de estilos de lo más dispares. Igual de importantes han sido en distintos momentos una de AC DC que una canción de los Miserables.

Y esto es todo por hoy. Besos y sed felices

martes, 21 de julio de 2015

Aventuras y desventuras del Chico Centella, de Bill Bryson


Durante las vacaciones, de las que ya os he hablado en la última entrada, he leído "Aventuras y desventuras del Chico Centella", de Bill Bryson. Una lectura altamente recomendable.

Creo que fue a Amaya Ascunce a la que leí algún tuit sobre el libro. Al menos, me he estado acordando de ella mientras lo leía entre risas, como si fuera de ella la referencia, pero vete tu a saber, porque la memoria últimamente me juega malas pasadas, y no sería del todo imposible que le haya atribuido algo no ocurrido.

En cualquier caso, el libro es todo un acierto. Yo siempre quedo muy agradecida a todo libro o persona que me haga reír, y éste lo ha hecho con ganas.
Trata de la infancia del propio Bill Bryson en la américa de los años cincuenta. Mezcla datos objetivos ocurridos en esa época, con sus recuerdos, anécdotas surrealistas y una descripción buenísima de la inocencia e ingenuidad con la que se entregaron al consumismo sus compatriotas. He leído varios libros de estilos absolutamente distintos sobre esos años y no se qué tendrán que me resultan fascinantes.

Bill Bryson ha vivido, y de hecho vive actualmente, en Inglaterra. Creo que esa distancia con su país natal es la que le permite hablar con cariño y nostalgia, pero a la vez de forma crítica, de la sociedad americana. De hecho hay ciertas partes de la historia americana de esos años - racismo, guerra fría, caza de brujas - en los que hay más de crítica y sarcasmo, que de cariño y nostalgia, aunque todo está contado en el mismo tono alegre y ameno.

A pesar de que el contexto en que ocurre la historia tiene un gran peso en la historia, no deja de ser un libro sobre su infancia, basándose en sus recuerdos, siempre selectivos. Y un buen libro sobre la infancia es un tesoro. Esos años increíbles en los que pasa de todo sin pasar de nada, dan para mucho, especialmente si eres un chaval con mucha imaginación y con una familia bastante peculiar, como parece que era el caso de Bryson.

Voy a copiar algunos párrafos del libro, que es la mejor manera de que os hagáis una idea del mismo:

"no necesitábamos cinturones de seguridad, ni airbags, ni detectores de humos, ni agua embotellada, ni la maniobra de Heimlich. No hacían falta envases a pruebas de niños para los medicamentos. No nos hacían falta cascos para montar en bici, ni rodilleras o coderas para patinar. Sabíamos, sin que hiciese falta un recordatorio por escrito, que la lejía no era un refresco, y que si acercabas una cerilla a un bote de gasolina lo normal era que ardiese.”

"Buddy fue mi mejor amigo durante aquella primera época de mi vida. Estábamos extremadamente unidos. Es la única persona cuyo ano he contemplado atentamente (el único que he mirado, punto) solo para saber qué aspecto tenía uno (rojizo, prieto y ligeramente fruncido, según recuerdo con una claridad algo preocupante)."

"Fueses adonde fueses, había siempre seiscientos niños, excepto allí donde confluían dos o más barrios (el campo, por ejemplo), y entonces había que contarlos por millares. Recuerdo que una vez participé en un partido de hockey sobre hielo en el lago de Greenwood Park con otros cuatro mil niños, cada uno armado con su palo, y que duró al menos tres cuartos de hora antes de que nos diésemos cuenta de que no teníamos disco."

Es una selección de párrafos bastante aleatoria, simplemente para que veáis el tono y estilo de la historia. Si quisiera dejaros aquellas partes con las que más he reído tendría que copiar capítulos enteros. Una mención especial, aunque sea de pasada y solo entendáis los que ya habéis leído el libro, al momento en el que el padre de un amigo se tira de cabeza en el lago. Solo de recordarlo lloro de risa. Lo mismo ocurre con la historia de la anciana a la que cobra el periódico.