En la última entrada, a demás de lloriquear y quejarme de mi ruina física y mental, os contaba que estaba pensando no ir al reencuentro de antiguas alumnas de mi colegio.
La verdad es que estaba agotada pero a la vez tenía ganas de ir, y finalmente ganaron las ganas. La cabra tira al monte y yo siempre he sido de apuntarme a un bombardeo. A pesar de que me he vuelto infinitamente más sosa de lo quera, pero quien tuvo retuvo.
Salí de Madrid a las 9:30 de la ma ñana rumbo a CiudadX que es donde viví desde los siete hasta los diecisiete años. Luego me fui a hacer COU y a estudiar la carrera a Madrid, pero mis padres siguieron viviendo en CiudadX hasta que yo tenía veinticinco años, así que hasta esa edad seguí yendo con relativa frecuencia, luego ya como mucho una vez al año por ver a mis amigas. Excepto a estas amigas que he mantenido desde la infancia, a la gran mayoría del las compañeras del colegio donde estudié hasta octavo de EGB no las había vuelto a ver. Al fin y al cabo es una ciudad a la que me une poco ya, al no tener familia allí.
Al colegio no había vuelto desde que me fui en octavo. Es curioso cómo son de engañosos nuestros recuerdos. Lo recordaba todo mucho más grande. Mi colegio era y sigue siendo muy bonito. Un edificio antiguo, de techos altos, con un gran patio, huerta, edificio de las internas, iglesia, salón de actos… Tiene mucho terreno porque está a las afueras de la ciudad. Nada que ver con el colegio de mis hijos en pleno centro de la capital, donde el espacio es un bien escaso.
El colegio es tal y como lo recordaba, además está flamante. Se nota que para las monjas es su casa, y lo tienen que brilla. Pintan y hacen reformillas todos los veranos, y está todo muy cuidado.
En cuanto al reencuentro con las compañeras, ¡fue muy emocionante!. Había algunas a las que reconocí nada más verlas, las mismas caras, las mismas miradas, aunque el resto del envase haya cambiado lógicamente.
Una cosa curiosa es que las cuatro ni ñas más gorditas de mi promoción son hoy en día unas mujeres delgadísimas y estilosas, me encantó verlas luciendo tipazo. Mientras que varias de las que antaño fuimos un espagueti, estamos ahora entraditas en carnes, ejem, qué le vamos a hacer.
Otro dato curioso es que varias amigas contaron cosas de cuando yo era pequeña y ¡resulta que por lo que contaban era muy parecida a mi hijo!. Hace nada os decía que mi hijo y yo no nos parecemos, ¿os acordáis?. Pues bien, mi hijo no se parece a mi yo de ahora, pero si es cierto todo lo que contaron, se parece a mi yo niña. Me describían como una niña muy alegre, risueña, con muchísima fantasía, que escribía cuentos y los regalaba. Una compañera me dijo que tenía algún cuento mío guardado y que tenía una imaginación desbordante. Al oírlas contarlo me vienen algunos recuerdos olvidados… pero en cualquier caso, no es como yo me habría descrito ni mucho menos. Así que parece ser que mi hija mayor se parece a mi yo-adulto y mi hijo se parece a mi yo-niña. Qué curioso.
Recorrimos todo el colegio, entramos en las clases y nos hicimos fotos sentadas en los pupitres, nos daban ataques de risa recordando batallitas de cuando reinó Carolo. Así pasamos la ma ñana, vagando por el colegio como vacas sin cencerro. Luego salimos a comer por ahí, de tapas y cervecitas, salimos del túnel del tiempo que supuso esa mañana en el cole, para volver al mundanal ruido. Las mismas risas, pero en otro contexto más actual.
En el lado menos bonito del día, dos chicas de mi promoción tienen problemas mentales, no vinieron al evento, pero lo contaron las que siguen tratando con ellas. Una tiene esquizofrenia y la otra psicosis, están muy medicadas y controladas. Me cuesta imaginar a las niñas que yo recuerdo felices, con ese tipo de problemas. Ha habido más desgracias, aunque no fue el día de hablar de ellas, pero en algún momento del día salieron brevemente a relucir. Como es el caso de otra de mis amigas de entonces, que perdió a su hijo mayor a los dos meses de nacer por muerte súbita del lactante, y otra ha tenido a su hija mayor con leucemia de la que gracias a Dios ya se ha recuperado. A veces la vida es muy puta.
Por otra parte, una de las compañeras a las que más ilusión me hizo ver, era una niña con la que iba muchas veces sentada en el autobús. Era muy tímida y hoy en día es una mujer hecha y derecha, súper mona vestida, con unos taconazos y con mucha seguridad en sí misma. Vive en Francia y tiene cuatro hijos. ¡Ole por M y su evoluci ón vital!.
También estaba la niña más mala de mi curso. Era más mala que un dolor, yo tuve suerte de que nunca le dio por meterse conmigo, porque como le diera por alguien lo llevaba clarinete. Que criatura más chunga. Recuerdo que una vez, tendríamos unos diez años, me invitó a jugar a su casa un sábado. Cuál fue mi sorpresa cuando me deja sola en su cuarto unos minutos y aparece con un botellín de cerveza y un cigarro. Casi me caigo redonda del shock. ¡Que éramos unas canijas, joder!. Yo iba con la idea de jugar a las muñecas. La madre en el salón tan tolonda y nosotras en el cuarto, yo al borde del infarto y la coleguita fumando (con la ventana abierta, eso sí) y bebiéndose su botellín. Obviamente no volví a ir a su casa. Menuda experiencia.
Bien, pues hoy en día sigue siendo guapa pero con la misma cara de mala. No me dio tiempo a hablar casi con ella, solo sé que sigue viviendo en CiudadX, que no estudió y que no ha tenido hijos. Era de familia de dinero de allí, así que no creo que tenga problemas del tipo material.
Varias de mis compañeras están divorciadas, un caso curioso es el de una de ellas, que era de las más populares de entonces. Cuando estuve hablando con ella, me mandó recuerdos de JMR que fue muy amigo mío en el colegio donde hice BUP. Me contó que tras el divorcio estuvo un par de años sola y que ahora era pareja de JMR. Yo tengo la imagen de los dos, como eran entonces y no me pegan nada. El era un chaval muy inteligente, raro, muy original, con nulo éxito con el sexo opuesto. Ella era estudiosa, guapa, con novio desde los 13 años (no siempre el mismo, pero dejaba uno y al día siguiente estaba con otro). Vamos, que si al JMR con el que pasaba tanto tiempo hablando, le cuentan a los quince años que iba a acabar con SFH, no se lo habría creído ni de coña. Las vueltas que da la vida.
Al final del día volví a mi casa con los pies doloridos, cansada, pero muy contenta. Sigo como en un estado de medio nostalgia feliz. Me alegro de haberme animado a ir. Es verdad que aunque hubiera sido un rollo, prefiero arrepentirme de lo que he hecho que de lo que no he hecho.