Esto que os voy a contar, vais a creer que me lo he
inventado, pero es cierto total.
Tengo la costumbre de releer al azar hojas de libros que ya
he leído. Abro un libro, o ahora que tengo muchos en versión digital abro un
fichero, y leo las páginas que tengo delante. A veces hace tanto tiempo que leí
el libro en cuestión que lo que leo me suena a chino mandarín antiguo y otras
veces resulta que recuerdo perfectamente ese pasaje. Costumbres tontas sin
importancia. Tampoco es algo que haga todos los días, pero de vez en cuando me
da por ahí.
Bueno, pues hoy me ha dado por abrir por la página 63 de mi
versión en pdf de “Sin noticias de Gurb” de Eduardo Mendoza y lo que releo es:
Ceno solo en
el restaurante chino de la esquina. Puesto que soy el único comensal, el dueño
del establecimiento se sienta a mi mesa y me da conversación. Se llama Pilarín
Kao (lo bautizó un misionero desaprensivo) y es natural de Kiang-Si. De niño
emigró a San Francisco, pero se equivocó de barco y llegó a Barcelona. Como no
ha aprendido el alfabeto latino, todavía no se ha percatado de su error, ni yo
hago nada por sacarle de él. Se ha casado y tiene cuatro hijos: Pilarín (el
primogénito), Chiang, Wong y Sergi. Trabaja de sol a sol, de lunes a sábado. El
domingo es su día de asueto y lo dedica a buscar el Golden Gate (en vano) en
compañía de toda su familia. Me dice que su ilusión es volver a China; que para
eso trabaja y ahorra. Me pregunta a qué me dedico yo. Para no liarle, le digo
que soy cantante de boleros. Ah, a él le gustan mucho los boleros, dice, porque
le recuerdan a Kiang-Si, su añorada patria. Me invita a una copita de
aguardiente chino, que él mismo fabrica destilando lo que la clientela se deja
en los platos. Es un líquido de color marrón, algo espeso, de sabor
indefinible, pero muy aromático.
*****
Aparte de hacerme reír como siempre, me sorprendo porque
desde que volví del viaje encuentro referencias a San Francisco por todas
partes. Ya se que eso suele pasar, igual que cuando estás embarazada solo ves
embarazadas, cuando te compras un coche, solo ves ese coche, porque focalizas
tu atención en lo que te interesa. Pero de todas formas ¡¿qué probabilidades
había de que Eduardo Mendoza mencionara a San Francisco y el Golden Gate?!, por
Dios, no lo recordaba en absoluto.
Leyendo lo que acabo de escribir… (algo que no debería hacer
nunca para evitar vergüenza no ajena), bueno, tal vez he exagerado en la
primera frase y no es algo tan alucinante. Pero a mí me lo ha parecido.
Pues la verdad que es una coincidencia alucinante!
ResponderEliminarAunque a mi nunca me ha dado por releer fragmentos de libros ya leidos, qué costumbre tan curiosa.
Un beso
A mí tampoco me da por leer páginas sueltas. Me cuesta hasta releer un libro ya leído...
ResponderEliminarPero coincido contigo en que resulta la mar de extraño que hayas caído en ese fragmento.
Ah, y también las no embarazadas vemos embarazadas por todas partes!! Ja ja
Un abrazo
Jajaja, pues si es curioso si. Me encanta ese libro, y he disfrutado releyendo este párrafo, que bueno!
ResponderEliminarSí es alucinante :)
ResponderEliminarSí es curioso... Supongo que será porque nosotros tenemos el radar más predispuesto a según qué señales pero no deja de ser bastante llamativo. Un besote!!!
ResponderEliminarYo alguna vez también lo hago. Me ha gustado leer ese fragmento de Gurb que leí hace como 20 años
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